tag:blogger.com,1999:blog-15963242419551975072024-03-17T20:00:35.748-07:00Pura fritangaUnknownnoreply@blogger.comBlogger221125tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-5625052514316531382023-07-25T09:14:00.002-07:002023-07-25T10:01:45.688-07:00Fin<div><p>
</p></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgxDqnzrb2y7z20AWrCsnzVvC7i5cEcAD6Bt01LfvaVVtaaSLFxVoHi8MJjOTJnu1Nxij-Iwo9r1wRh9EfLBk81kb37idXHUDqFXVh27VcfLMmNbet4UfYhRTeIgPVXjwfvaJKkvhXTu8MqTyJ7YKblKONKuQhkdvC3W-RYhqYoCoQvYoQe9dHQ9NDqje5C/s3264/IMG_20230723_111015.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="3264" data-original-width="2448" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgxDqnzrb2y7z20AWrCsnzVvC7i5cEcAD6Bt01LfvaVVtaaSLFxVoHi8MJjOTJnu1Nxij-Iwo9r1wRh9EfLBk81kb37idXHUDqFXVh27VcfLMmNbet4UfYhRTeIgPVXjwfvaJKkvhXTu8MqTyJ7YKblKONKuQhkdvC3W-RYhqYoCoQvYoQe9dHQ9NDqje5C/w480-h640/IMG_20230723_111015.jpg" width="480" /></a></div><br /><span style="font-size: x-large;"><br /></span><div style="text-align: justify;"><br /><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">Dicen que el aburrimiento es la madre de la creación y el ingenio. Le debo a un mes y medio como miembro de un tribunal de oposición todo el aburrimiento que me ha empujado a elaborar las pocas frituras que habéis leído durante este tiempo. Es todo. Pura fritanga se vuelve a la madriguera sine die. Hoy me he despedido de los cuatro colegas que me han acompañado en este tiempo felizmente extraño, pues a pesar de de las horas muertas, a pesar de la tensión que supone ver a gente que se esfuerza por poner en pie todo el trabajo de un año (o de varios), a pesar del volcado mecánico de datos en un programa de gestión de notas, a pesar de la irrisoria (realmente irrisoria) suma de dinero con la que reconocen todas estas horas (la cuenta sale a seis euros la hora), he sentido alegría mientras compartía con mis compañeros este período. </span><br /><br /><span style="font-size: x-large;">Pura fritanga es un documento sociológico que lleva funcionando desde el 2011. Si entran en ella pueden leer todo lo acontecido en mi vida y en las de ustedes durante doce años. El tono se ha ido haciendo menos agrio, </span><span style="font-size: x-large;">pero ha conservado el sesgo de preocupación inicial.</span><span style="font-size: x-large;"> Pura fritanga retrata a todos los que he sido, pero también a todos ustedes: productores de versos en cadena, adúlteros, ninfómanas, melancólicos naturalistas, fascistas plenipotenciarios, bibliotecarias sin afición a la lectura, profesores sin vocación, madres en el post-operatorios, amigos que se fueron, bebés recién nacidos al mundo, rentistas desalmados, pintores de noche, tenderos fulleros, apóstoles de la tecnología, hombres cargados de razón, mujeres desenamoradas, futboleros, repartidores de pizzas, locos engreídos, enamorados del gratis total, duquesas moribundas, comedores de croquetas, canis sentimentales, banqueros mendaces, informáticos triunfantes, escritores de diverso pelaje y corazón… Todos, absolutamente todos, existieron o podrían existir. Son el retrato de un mundo que se quiebra. En el fondo ese es el gran asunto de Pura fritanga. </span><br /><br /><span style="font-size: x-large;">Las amigas de Jimi Hendrix siempre contaban que el músico iba con la guitarra colgada a todos lados, al igual que Dylan con sus cuadernos. Los genios solo surgen con el talento y/o el trabajo. Me vuelvo a los cuadernos; me crean menos ansiedad y me salvan de este infierno azul. Espero que mi albacea tenga más voluntad, más palabra y más diligencia que el de Kafka y le pegue fuego a todo en cuanto servidor le indique, ya con un pie en el estribo, que es mejor la llama purificadora que la vergüenza. Pasen un buen verano y busquen, como sabiamente decía Ramón Trecet en los 90, la Belleza.</span></div></div><p align="justify" style="line-height: 100%; margin-bottom: 0cm;"><br />
</p>
<p><style type="text/css">p { margin-bottom: 0.25cm; line-height: 115%; background: transparent }</style></p>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-45220493974564222002023-07-24T15:20:00.003-07:002023-07-24T22:21:43.122-07:00Poesía y piscinas<p><span style="font-size: x-large;"> </span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: x-large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpxTRtEOsgq4Z9yAAxQV5GNhRjGF4Ef-xe6Z8N9iKwAbaxqh1FsRs1HoxfLK4p8yjTprPHja-p1WODEEM4Ozi1YZ-9FvEJ8uyCQl6nncZglEASPyPslMtGFZNmMfEvmQ6KoMYeJkj6ne0lPNmYU7OY_ji5y5phAYrE9EzWi7pteqa4Htcwx7CX50q1dmz3/s675/PISCINA%20SAN%20JUAN.jpeg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="400" data-original-width="675" height="380" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpxTRtEOsgq4Z9yAAxQV5GNhRjGF4Ef-xe6Z8N9iKwAbaxqh1FsRs1HoxfLK4p8yjTprPHja-p1WODEEM4Ozi1YZ-9FvEJ8uyCQl6nncZglEASPyPslMtGFZNmMfEvmQ6KoMYeJkj6ne0lPNmYU7OY_ji5y5phAYrE9EzWi7pteqa4Htcwx7CX50q1dmz3/w640-h380/PISCINA%20SAN%20JUAN.jpeg" width="640" /></a></span></div><span style="font-size: x-large;"><br /></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">Vivo en una urbanización cerrada de muros casi infranqueables. Cuatro hermosos granados, que verdean ahora con un tono entre aceitoso y cobrizo lo que en otoño serán sus cuajados frutos, flanquean a un lado y a otro la subida que da acceso al espacio común: zona infantil con césped artificial y piscina privada. Tal subida la coronan dos frondosos y centenarios olivos transplantados. A medio kilómetro de aquí hace tiempo (40 años) que construyeron un barrio social que ha dado sus acostumbradas flores cuando estas plantas no se abonan ni se riegan desde la raíz (delincuencia, paro, droga y el etc. que ustedes pueden conjeturar). Contrapunto de la vida muelle de mi urbanización, nuestros vecinos de la barriada de al lado acostumbraban a colocar piscinas </span><span style="font-size: x-large;">(y castillos)</span><span style="font-size: x-large;"> hinchables en las calles peatonales del barrio. La socorrida y refrescante chapuza ha sido abortada en los últimos años por la siempre atenta policía local. “Para eso tienen la piscina municipal” <br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">“La toma de la piscina” (la nuestra) sería lo más normal por parte de estos desheredados, pero la puerta de entrada a la urbanización únicamente se abre a hombres membrudos que portan como ariete toda la paquetería amazónica que se puedan imaginar. Eso hasta que llega la hora de las cenas, que es cuando los transportadores de comida rápida flanquean el pórtico con el casco puesto y a la búsqueda del bloque del comensal en cuestión. Calculo que el 50% de los residentes no saben lo que es hacer una tortilla de patatas nocturna. El conteo de movimiento de repartidores ha llegado a tres minutos entre los que entran y los que salen. <br /><br />El mal de nuestro tiempo (uno de los muchos) es la perentoria necesidad de la rapidez y la velocidad. La reducción de los plazos de entrega ha sido el gran hallazgo de las empresas de reparto. La logística ligada a la tecnología es la manifestación física de nuestros caprichos internos. Pero la velocidad está hermanada en ocasiones con la irreflexión. El ahora y el aquí aniquila cualquier tipo de pensamiento que vaya más allá de nosotros mismos. ¿Qué sucede en la Naturaleza, en nuestra sociedad, en nuestras ciudades y en cada trabajador cuando compramos (sea lo que sea) por internet? ¿Y en nosotros mismos? Los grandes almacenes mutan en hoteles de cinco estrellas; las tiendas y bares de (casi) toda la vida, en locales de comida rápida franquiciada; los trabajadores, en algoritmos; nosotros, en meros dedos conectados a nuestras tripas y corazones que pulsan el botón de un futuro abierto y poco humano. <br /><br /><b>Martin Amis</b> (1949-2023) aborda este asunto desde el punto de vista literario. En su última obra (<i>Desde dentro</i>) trenza magistralmente su vida con las reflexiones sobre la novela y la poesía. Acuña el término “novela aerodinámica o acelerada” para hablar del tipo de novela que los lectores prefieren hoy día: sin pecadillos estilísticos como el monólogo interior, la prosa desbocada sin puntuación y todo tipo de experimentación estilística que se precie. El lector de hoy prefiere la rapidez de la trama y la sucesión de peripecias. Ello contrae el núcleo de la narrativa convirtiéndolo en una mera sarta de anécdotas sin tiempo para el detalle. He ahí que la poesía sea un género casi extinto, a no ser por algunos lectores demodé. Dice Amis en algún lugar de su libro: “Un poema lírico lo primero que hace es parar el reloj. Detiene el reloj mientras susurra Vayamos entonces, tú yo, vayamos y examinemos una epifanía, un momento preñado, y luego nos pondremos a pensar sobre esa epifanía, y… Pero el mundo acelerado no tiene tiempo para relojes parados”. <br /><br />Me gusta está imagen de parar los relojes. Detener el reloj es justo lo contrario a lo que sucede hoy día. La vida requiere de poesía para seguir un curso digno de vivirse. Despojados de poesía, montados en el corcel de la velocidad, solo nos queda no ya la prosa, sino lo prosaico, que es justo la muerte de la alegría, la búsqueda, el asombro y el entusiasmo. Miren a su alrededor e identifiquen quiénes adolecen de ello. Cuéntenmelo en los comentarios si gustan. Y paren los relojes de vez en cuando. </span><br /></p><p style="text-align: left;"><span style="font-size: x-large;"><br /></span></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-31356437594333364502023-07-22T03:31:00.004-07:002023-07-22T03:48:07.014-07:00Jornada de reflexión para voxeadores y otros deportistas<div><p>
</p></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEju1SL-Ue55gwyb4B6rZtxfBzyqYF0XeFHdgDJMWJ74cmYh-tHAjRU9xqxtEXfFRGxSM9wAjZ1XCJC11pdPPj0Oe8HXfqNIPAHKLWNeZrV_SM3OTraCZEofKJX0oNvhfgOMYZ2wu0dPm8YioOsKPH6y5yhETy1KG97fKSy8nUCpWK4rTwXFUAo71-9bQ10m/s1220/feijoo.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="809" data-original-width="1220" height="424" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEju1SL-Ue55gwyb4B6rZtxfBzyqYF0XeFHdgDJMWJ74cmYh-tHAjRU9xqxtEXfFRGxSM9wAjZ1XCJC11pdPPj0Oe8HXfqNIPAHKLWNeZrV_SM3OTraCZEofKJX0oNvhfgOMYZ2wu0dPm8YioOsKPH6y5yhETy1KG97fKSy8nUCpWK4rTwXFUAo71-9bQ10m/w640-h424/feijoo.png" width="640" /></a></div><br /><span style="font-size: x-large;"><br /></span><div style="text-align: justify;"><br /><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>A Curtiduría</b> es un restaurante de Compostela. Con una carta no muy extensa, pero bien escogida, su propietario, <b>Borja</b>, ha conseguido crear en su interior un ambiente de elegancia y belleza para todos los públicos. Su cocina solo recibe producto fresco y local, el cual llega todas las mañanas hasta su puerta traído por los repartidores de la zona. Una mañana se sorprendió al ver a uno de estos jóvenes con una pulsera que él creyó de la bandera extremeña. “¿Eres de Extremadura?”, preguntó el patrón al muchacho. “No, qué dices, hombre. Soy de VOX. Hay que cambiarlo todo”. Borja le preguntó con educado interés qué era “ese todo”. El repartidor no logró poner en pie qué era ni dar, al menos, una definición aproximada de “ese todo”. Farfulló unas pocas palabras (dicho sea de paso, en perfecto gallego) y se fue más ofuscado de lo que venía. </span><br /><br /><span style="font-size: x-large;">En Galicia los vox-eadores han tenido poco predicamento hasta ahora. “Lo que importa”, como reza el lema del partido, no iba más allá de la tierra de uno y poco más. Parece que ahora van entrando poco a poco en el proletariado urbano y en la cabeza de algún forajido más. Cazadores, halterofílicos, toreros, empresarios de colmillo retorcido, nostálgicos del pasado (¿heroico?) de España, viejos descreídos de la ideología que alumbró sus años de madurez sindical, y, ahora, repartidores gallegos… todos ellos se levantarán mañana para ir a votar “lo que importa”, aunque algunos no sepan muy bien de qué se trata. </span><br /><br /><span style="font-size: x-large;">Tengo una buena amiga que lleva semanas haciendo campaña por SUMAR en este infierno azul. Una mañana, en el bar de un polígono industrial de Coria del Río, pude ver (que no escuchar) la entrevista de <b>Ana Rosa Quintana</b> a <b>Yolanda Díaz</b>. Cine mudo protagonizado por máscaras griegas. Yolanda Díaz fue a la caza del voto de señoras que ven la matinée televisiva disfrazada de lo que mi madre consideraría una buena muchacha. Maquillaje extremo, indumentaria complaciente y una estudiada gestualidad que no daba para conquistar a los curritos que junto a mí devoraban tostadas con zurrapa como si se hubieran levantado a las cinco de la mañana, como supongo que así sería. No gusto tampoco de Yolanda Díaz, pues llega con el silente barrido de gente capaz que ha dado un paso atrás para que la marca SUMAR no se licue entre muchas caras que puedan despistar. El feminismo y el LGTBIsmo no es una forma de Humanismo, y me he cansado de que el arma arrojadiza contra la derecha haya sido demasiadas veces prédicas sobre el tema. </span><br /><br /><span style="font-size: x-large;">No gusto de <b>Sánchez</b> ni tampoco de <b>Feijóo</b>. Este último, cuando le vienen con la foto en el yate de <b>Marcial Dorado</b>, un narcotraficante gallego con el que tuvo íntima relación, sigue diciendo que él no sabía que lo fuera. Mal presidente sería este si nos fiáramos de sus conocimientos y de sus informadores. La premisa es clara, aunque en política no siempre se respete: “No nos montamos en barcos tripulados por desconocidos”. Feijóo no hizo nada en Galicia. Dormir y que no pasara nada. La política gallega solo dio a un individuo de fuste (no, no es ese), aunque su ideología, sus maneras y su pasado sean denostables (no, ese tampoco). <b>Manuel Fraga Iribarne</b> le dijo a Mariano Rajoy: “Cásase y estudie inglés”, espantando así los rumores sobre su homosexualidad y su provincianismo nacional . No sé qué le diría hoy Don Manuel a "Frijolito", pero no creo que se diferenciara mucho de aquello que le susurró al oído a Mariano. </span><br /><br /><span style="font-size: x-large;">Mañana iré a votar, cómo no. Votaré por lo menos malo, que es como votar en el vacío. Espero que mi querida amiga también tenga sus dudas internas. Votar a tumba abierta y con el corazón siempre ha sido peligroso en democracia. Buena jornada mañana.</span></div></div><p><style type="text/css">p { margin-bottom: 0.25cm; line-height: 115%; background: transparent }</style></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-14026752289474510262023-07-21T13:28:00.011-07:002023-07-24T03:59:39.646-07:00"Bajo las más bellas estrellas" (Michelín)<div><p> </p></div><br /><span style="font-size: x-large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiU3e8Cg3yBE9vIuZObJ9wARrLa0MngPbWgdyOYZcyiy48Zx4EVWERldOAVrIvgqtln8mOymes2TaUrGmJir9NnyRR34__kFC-ZQ2WPt2zualtQVTo6n3KXkCdMCPOv0Bh67vZKzRCjnBiM4j8pZaFt9aBfXcRPk8oPEFSClQoJqFws9u1J0UwZ6y4OxoTQ/s2080/IMG_20230721_222325.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1560" data-original-width="2080" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiU3e8Cg3yBE9vIuZObJ9wARrLa0MngPbWgdyOYZcyiy48Zx4EVWERldOAVrIvgqtln8mOymes2TaUrGmJir9NnyRR34__kFC-ZQ2WPt2zualtQVTo6n3KXkCdMCPOv0Bh67vZKzRCjnBiM4j8pZaFt9aBfXcRPk8oPEFSClQoJqFws9u1J0UwZ6y4OxoTQ/w640-h480/IMG_20230721_222325.jpg" width="640" /></a></span><br /><br /><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: right;"><span style="font-size: x-large;"> </span><i><span style="font-size: medium;">Para María del Mar, Manuela, Carlos y Rubén, compañeros de faena y de alegrías durante un mes y dos días.</span><span style="font-size: medium;"><br /></span></i></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">Román y Mercedes dilapidan alegremente sus sueldos en seguir las directrices de los suplementos de tendencias. No hay hijos. La gastronomía, encumbrada por los programadores de moda como una de las nuevas artes a las que rendir pleitesía, entra por supuesto en sus actividades del mes. El turismo gastronómico ha sabido sacarle partido a las redes sociales y viceversa, como también ha hecho el turismo masivo de ganado humano (ese que hace que pongan tornos a la entrada de la Plaza de San Marcos en <b>Venecia</b>). Ahora las fotografías en plano cenital de platos de comida se suceden en los perfiles de los gastro-viajeros que corren a señalar el nombre del lugar y el del local para situar su felicidad inmortalizada. </span></div><div style="text-align: justify;"><br /><span style="font-size: x-large;"> Román y Mercedes deciden ventilarse 600 euros visitando el restaurante <b>Aponiente</b> de <b>El Puerto de Santa María</b>. Al sentarse, les entregan una especie de libreta Moleskine con los platos que van a degustar dibujados con acuarela. Román lo disfruta y lo fotografía todo; Mercedes, más comedida, espera impaciente la llegada del primer lance. Román hojea ansiosamente el anuncio de la fiesta: puchero de cañaíllas, papada marina con alcaparras del Estrecho, queso de calamar, callos de ostiones, escabeche de hojas y plancton marino, papel de choco en adobo, salpicón de caviar, “la perfecta cocción de la puntilla”, barquillo marinero, Inés Rosales del mar y alga mentolada. Antes de que comience la procesión de platos acompañados por los apuntes de la camarera al respecto, Román se fija en la corona de algas que hay frente a él. Deduce que es un entrante que asocia con el plancton luminiscente del que ha oído hablar. Mercedes, nerviosa, tiene que ir al aseo. Román, inquieto, decide comenzar con el plancton luminiscente sin esperar a su pareja. Con el temor de parecer temeroso ante este prodigio gastronómico, mete mano al manjar. Le imagina un inusual poder afrodisíaco y, sin medirse, acaba con él. Cuando llega Mercedes, no se atreve a reconocer que se “ha jamado” él solito aquella diadema de Venus. El caso es que siente un calor extraño ascender de su estómago hacia la cabeza. Le haría el amor a Mercedes en ese mismo momento si no fuera porque se tiene que ir al baño urgentemente. En el trance, llega la camarera con el primer plato. La joven tiene que esperar a que vuelva Román para recitar el informe gastronómico. En la espera se percata de que ha desaparecido el centro decorativo de la mesa. “¿No había aquí un centro de mesa?". Mercedes no lo recuerda. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"> </span></div><div style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEikuTnYMpAXknSzQ9wGmqmk7T-Z_m6zrUXX8N1svoiSjt5Qufn0IehBxqLaVp9qT2xu-0y-E2GOHdiSgigNNpAog4b2T0mM3H6oNWDj_gDPTJBz-oRU3TbvXFmC8OgFfRW9c7r-j-47O0b-pRhf6009KCkQa6_4QydhxQ0tn9h2wZun-N-aOdZ0--sQhFbs/s2080/IMG_20230721_222237.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1560" data-original-width="2080" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEikuTnYMpAXknSzQ9wGmqmk7T-Z_m6zrUXX8N1svoiSjt5Qufn0IehBxqLaVp9qT2xu-0y-E2GOHdiSgigNNpAog4b2T0mM3H6oNWDj_gDPTJBz-oRU3TbvXFmC8OgFfRW9c7r-j-47O0b-pRhf6009KCkQa6_4QydhxQ0tn9h2wZun-N-aOdZ0--sQhFbs/w640-h480/IMG_20230721_222237.jpg" width="640" /></a><span style="font-size: x-large;"> </span><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /><span style="font-size: x-large;"> Ayer por la noche fuimos a cenar L. y yo a un local algo más modesto, pero con su pertinente Estrella <b>Michelín</b>. Los colegas de la adolescencia me agasajaron con “menú homenaje para dos” en el Restaurante <b>Cañabota</b> de Sevilla con motivo de mis cincuenta años en la Tierra. Impelidos por el regalo, hicimos las veces de Mercedes y Román. Apreciamos in situ el esfuerzo de crear texturas, colores y sabores, además de la parca pero precisa presentación de los platos. Eso sí, el “sommelier” era una “tablet” que un tipo argentino traía y colocaba en la mesa. Luego el joven mezclaba con seriedad adjetivos congeniables con otros ámbitos de la vida que dejo al lector colocar en donde prefiera (afrutado, fresco, terso, duradero, etc.). Con ellos complementaba toda la épica del condumio. Digo épica porque la juglaría gastronómica ha inventado una forma original de presentar las hazañas cocineras del chef de cada casa, dejando a los comensales entre pensativos y confundidos, entre admirados y desposeídos de la tradición. Este nuevo “oficio de cocineros” viene abalado por los programas de televisión, los reportajes de la prensa (<i>El País</i> tiene una sección diaria para estos nuevos héroes) y los canales temáticos. </span><br /><br /><span style="font-size: x-large;"> Qué quieren que les diga: hace cuarenta años, en la misma ciudad donde la gente se come los centros de plancton luminiscente, mi tío José Macario, <b>Quiqui</b>, (que en la gloria de Dios esté) cocinaba un guiso de rape que quitaba el “sentío”. Agradezco a mis panas el convite de anoche, que recordaré con gusto durante mucho tiempo, pero reivindico la olla, el plato hondo y redondo, y el bollo de pan; además, como no, de a mi tío. Espero que entre tanto nitrógeno líquido y soplete aún quede sitio para las casas de comida de toda la vida. </span></div></div><p style="line-height: 100%; margin-bottom: 0cm;"><br />
</p>
<p><style type="text/css">p { margin-bottom: 0.25cm; line-height: 115%; background: transparent }</style></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-82071569371103809482023-07-20T11:03:00.006-07:002023-07-21T13:40:04.000-07:00Miedo<div><p> </p><p style="text-align: left;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhfMrZbPv2tHnFVOM23XYBFVYe9B2v7HTFfwggs0wzhSr-eLT0SUbrioJYjCn9KKPM6mFOK_Ds9vf5i1JkXhRToQxG9jdUEF3hE0-j9m_XWbOI-vJ5EZ6-N7a7F2ZfNZlSi38jMA4udRYJlsYtbfuTJu3Xf-3I_vDhXrQ7LC5avf2dAxHPwBgmk3CA4TN25/s653/OPOSITORES.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="362" data-original-width="653" height="354" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhfMrZbPv2tHnFVOM23XYBFVYe9B2v7HTFfwggs0wzhSr-eLT0SUbrioJYjCn9KKPM6mFOK_Ds9vf5i1JkXhRToQxG9jdUEF3hE0-j9m_XWbOI-vJ5EZ6-N7a7F2ZfNZlSi38jMA4udRYJlsYtbfuTJu3Xf-3I_vDhXrQ7LC5avf2dAxHPwBgmk3CA4TN25/w640-h354/OPOSITORES.png" width="640" /></a></div><span style="font-size: x-large;"><br /></span><br /><br /></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">En el aula en donde habito desde el 18 de junio hay una tarima estrecha que acompaña toda la longitud de la pizarra. La tarima cruje como el suelo de un galeón en la tormenta. Por ella han desfilado diecinueve opositores de diferentes temperamentos, edades y cualidades. Sin lugar a dudas me retrotraen al año 2000, cuando yo estaba en las mismas. La mutabilidad del mundo ha convertido esta prueba en algo más sencillo: ahora extraen tres bolas de doce y eligen una para desarrollar su unidad didáctica, a diferencia de las dos de setenta y dos que se sacaban por aquel entonces. Recuerdo que en la encerrona estuve más tiempo en el baño que en la clase donde preparaba la exposición. Momentos antes, en la extracción de las dos bolas, una de ellas se perdió rodando bajo un mueble de la sala de profesores donde tenía lugar el procedimiento. El miembro del tribunal que me acompañaba me indicó que tenía que reptar para alcanzarla, pues no habría otra. Los temas fueron “El sintagma nominal” y “Las vanguardias”. La bola perdida bajo aquel mueble, entre las pelusas acumuladas durante miles de años, pertenecía al tema de literatura. Ya frente al tribunal, se me quebró la voz. Una mujer se levantó y me ofreció un vaso de agua. Un extraño flujo de conocimiento se compenetró con mi garganta y empecé a largar fiesta. Tras cincuenta minutos exponiendo, el mismo señor que me hizo rescatar la bola, me formuló una pregunta que se quedó suspendida en el aire unos segundos. Esa pregunta supone para el opositor la puntilla o la gloria. En mi caso me dio la oportunidad de mostrar mis conocimientos desde una perspectiva menos encorsetada. </span><br /><br /><br /><br /><br /><br /><span style="font-size: x-large;">Cuento todo esto porque la Orden que convoca las oposiciones de las que he sido miembro de un tribunal no recoge en ningún lado que dicho tribunal pueda formular pregunta alguna al opositor. No se dice que no se pueda preguntar, pero tampoco que sí se pueda hacer, por lo que tácitamente se anima (o desanima) a que no se pregunte. Ahí es donde aparece el miedo, pero una forma de miedo enrevesada e inhumana: el miedo de las instituciones al individuo. El tribunal no habla, no opina, no aconseja. Es un mármol duro que solo observa. Todo podría ser un producto nacido al calor de la Quinta Enmienda de los EE.UU. en la que figura que “todo lo que diga podrá ser usado en su contra”. Es la mudez del Estado que únicamente ejecuta. El opositor se va con un apunte que cuantifica lo realizado en la prueba, pero nunca un análisis más exacto de sus errores. Es fundamental no ofrecer ninguna oportunidad para que se abra un litigio. Contra la nada es imposible alegar nada. </span><br /><br /><br /><span style="font-size: x-large;">Por un lado, este miedo está enmudeciendo y deshumanizando a la sociedad poco a poco; por otro, las máquinas que hablan, las pantallas que recogen los pedidos que antes hacían las personas, las grabaciones que dan órdenes o los algoritmos que recalculan lo que antes calculaba un humano están enmudeciéndonos cada vez más. Mi mecánico habla más con Siri que con su amada. Y “así seguimos, golpeándonos, barcas contracorriente”, lanzados sin cesar hacia el futuro, y sin una pregunta que nos dé la oportunidad de alcanzar la gloria o que nos dé la puntilla.</span><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /></div><br /></div> <span style="font-size: x-large;"><br /></span>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-88761463848280163682023-07-18T05:46:00.006-07:002023-07-18T05:49:24.875-07:00Enanos<p> </p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVyax40DrBkqYVxg62423x2wXgXnOkHS8dK_f9ysoKMFCcI3oivEwgzshj-J3o1-XzRdCY0xmvRJoqIJDw9F93xJdJhzbHURVkDcm7K-wgaZeeD69zu1nQrmNi_z_0VHbxwhFrPg65hVFj6unJwhwY1O7yQWjoSnSNsSkneukO3WvXGF5n63Y0GXXdULsS/s627/ENANO.jpeg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="627" data-original-width="440" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVyax40DrBkqYVxg62423x2wXgXnOkHS8dK_f9ysoKMFCcI3oivEwgzshj-J3o1-XzRdCY0xmvRJoqIJDw9F93xJdJhzbHURVkDcm7K-wgaZeeD69zu1nQrmNi_z_0VHbxwhFrPg65hVFj6unJwhwY1O7yQWjoSnSNsSkneukO3WvXGF5n63Y0GXXdULsS/w450-h640/ENANO.jpeg" width="450" /></a></div><br /> <p></p><span style="font-size: x-large;">Javi es un joven que trabaja de ayudante en la frutería donde hago la compra. El pollo rondará los veinte años y de vez en cuando me trae noticias de su parte del mundo. Javi me cuenta de primera mano el fin de semana en una discoteca de Punta Umbría: <b>Live</b>. El muchacho entre risas me muestra un vídeo de un enano que se trepa a una estructura metálica haciendo figuras entre gimnásticas y obscenas. El atuendo es una capa, un tanga y un sombrero cordobés, todo ello lleno de lentejuelas plateadas. Javi narra: “Esto está de moda en todas las discotecas. Los enanos están muy solicitados para estas cosas”. Me sigue enseñando documentos del enanismo discotequero en España: uno vestido de Spiderman dando de beber a morro a la gente (ya bebida); otro deslizándose por una tirolina mientras el personal grita y se ríe abajo; otro más siendo paseado por cuatro del “staff” en parihuela dentro de una especie de caja; uno cogiendo paquetes, culos… “Es superguay”, dice mi confidente. “La gente lo flipa con los enanos”. <br /><br /></span><span style="font-size: x-large;">Al tiempo que veo y escucho el relato, mi cabeza empieza a cavilar y me pregunto el por qué de todo esto. Javi defiende que, si ellos quieren hacerlo, es una forma de ganarse la vida como otra cualquiera (“como la de una stripper”, se apresura a decir). El caso es que las personas con acondroplasia pocas veces son dignificadas por el “show business”, a menos que se les dé la oportunidad de mostrar algún talento. Son meros muñecos para la mofa de los que acuden a estos garitos. Objetos mudos que son a veces raptados por algún borracho para montárselos sobre los hombros y bailar con él encima (Javi <i>dixit</i>). Mudos, disfrazados, mediatizados por un instrumental de circo (poleas, tirolinas, catapultas…), son expuestos a un ambiente que abusa de ellos. El enano siempre será el enano. <br /><br /></span><span style="font-size: x-large;">Como ven, el feísmo (del que ya hablamos en una fritanga anterior) busca siempre sus manifestaciones. Parece que las playas son el lugar idóneo para tal cosa. Vigilen, pues sus formas son muchas y, a veces, la atención poca. Denuncien, aunque sea a su propio yo, lo que ocurre a nuestro alrededor y mata todo lo poco bello que nos queda. Y sigan yendo a la playa, por favor.</span><p><style type="text/css">p { margin-bottom: 0.25cm; line-height: 115%; background: transparent }</style></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-49281593599127434302023-07-08T14:43:00.013-07:002023-07-18T04:35:12.097-07:00 La normalidad: Memorias de Costa Ballena<div><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDRrnvxyi9oY4ZRrZarUcw3d-SXw8I13muBq_-2hg0M46rn8OBpQHr4MW88NMdGqxgSKLJpCC8Y8M2SxZYLdvgr-WBLO8FtaNa6ZBNu_s449yaHsIaMDO9YRt2addo_kru4hPLxj118fwGOSpoxDG7WL8kVCycAx6Qwkkwgv6TKy_GS9R6Q9DMiDHd3SPb/s2048/IMG-20230707-WA0031.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1536" data-original-width="2048" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDRrnvxyi9oY4ZRrZarUcw3d-SXw8I13muBq_-2hg0M46rn8OBpQHr4MW88NMdGqxgSKLJpCC8Y8M2SxZYLdvgr-WBLO8FtaNa6ZBNu_s449yaHsIaMDO9YRt2addo_kru4hPLxj118fwGOSpoxDG7WL8kVCycAx6Qwkkwgv6TKy_GS9R6Q9DMiDHd3SPb/w640-h480/IMG-20230707-WA0031.jpg" width="640" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">Entre la fealdad y la belleza supongo que hemos de colocar la normalidad. La normalidad puede ser kitch, hortera, vulgar, pero nunca será ni fea (de manera consciente) ni sublime. En esa normalidad vivimos encajados todos de manera accidental, pues la disfrutamos con entusiasmo, la atravesamos con cabreo o la soportamos con estoicismo, según tengamos de sensible la piel. <span><br /></span></span></p></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">Ayer, a estas edades que ya me gasto, llegué por primera vez en mi vida a Chipiona (Cádiz), pero, según me cuentan, a su zona noble: <b>Costa Ballena</b>. Se daban cita allí los amigos (solo muchachos) de la adolescencia. La adolescencia en un peligroso farallón en donde se puede quedar uno encallado escuchando la misma música de entonces, mientras revuelve un anecdotario compartido (y repetido) repleto de momentos más o menos hilarantes. Entre la repetición y el <i>spleen</i>, queda el cariño atesorado por haber atravesado más de media vida juntos, aunque los caminos nos hayan llevado por senderos muy diferentes. Por seguir vertiendo aceite en esa lámpara de la amistad llegué a Costa Ballena como viajaron mis padres en su juventud: sin aire acondicionado en el coche (42º) y sin móvil de apoyo (muerto por el golpe de calor). Quise disfrutar del periplo con la flama entrando por las ventanillas totalmente bajadas y compartiendo la cola con una procesión de coches que me permitió disfrutar del paisaje a 60 kilómetros por hora en ocasiones. Suaves elevaciones del terreno dorado por los girasoles o cubierto por las redes que protegen las viñas se interrumpían con la aparición de molinos y placas solares. Pura normalidad. Un amable gasolinero me indicó de palabra (al igual que antaño) cómo llegar a mi destino, una especie de ciudad de vacaciones diseñada mediante el subterfugio planificador de ocupar la franja litoral en un continuum de urbanizaciones que semi-privatiza la arena y el mar. Grandes aceras, carril bici, poco aparcamiento, campo de golf y parque móvil por encima de los 50.000 la pieza en su gran mayoría. Costa Ballena sí es país para viejos (en el más amplio sentido de la palabra). </span><span style="font-size: x-large;"><br /><br /><span> Aparqué el bólido aprovechando la salida de un <i>suv</i> de alta gama. Los amigos estaban en el <b>Chinini Beach</b>, al que llegué caminando por la playa. Atardecía. Los colegas libaban el néctar escocés al que profesan una pleitesía enfermiza: Macallan. El leñazo era despachado por parte del camarero con alegre desconocimiento sobre cuál sería la dosis adecuada para no hacer peligrar el negocio de los jefes. Seguía atardeciendo. Una música comenzaba a acompañar los últimos rayos del sol poniente. Los que allí estaban comenzaban a pulular por las inmediaciones de una especie de <i>photocall</i> sobre el que posaban con el atardecer de fondo mientras sonaba la banda sonora de <i>Memorias de África</i>. La música natural del instante era profanada por la “pura normalidad” de gente bien que, supongo, sentía una vibración especial en “aquel momento mágico”. La indumentaria ibicenca al contraluz de la estupidez humana no engañaba tal como sí lo hacía el césped artificial que pisábamos. </span><br /><br /><br /></span></div><div style="text-align: center;"><span style="font-size: x-large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEisfa8o_-Oje_K5gwAESUe9M0CRBLvewc3i8Z4mhk7LqJ6-Tf4raSIg9TXteMbEvrA8zmz14oulLn5ydpgtdXieeHVBg0wdY6gzTariPgmOy4ULDPFT6g0_YiXg3SO8-_u9DhEg_hoeyxFSEINZNttnyyJs5Mf8AkFJoFfuCFZJoFDvZRjYmBmnK4q2c8gb/s2080/IMG_20230707_214602.jpg"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEisfa8o_-Oje_K5gwAESUe9M0CRBLvewc3i8Z4mhk7LqJ6-Tf4raSIg9TXteMbEvrA8zmz14oulLn5ydpgtdXieeHVBg0wdY6gzTariPgmOy4ULDPFT6g0_YiXg3SO8-_u9DhEg_hoeyxFSEINZNttnyyJs5Mf8AkFJoFfuCFZJoFDvZRjYmBmnK4q2c8gb/w320-h240/IMG_20230707_214602.jpg" /></a> </span><span style="font-size: x-large;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><br /><span>Me he vuelto temprano, no sin antes desayunar en el dispensador de pienso matinal para veraneantes, una cafetería donde seres somnolientos con ropa de marca y abdómenes corregidos por el ciclismo gregario o el pilates reparador se mezclaban con matrimonios chipioneros que venían hasta aquí buscando un momento de esplendor. Una joven preguntaba en la barra “¿alguna cosita más?” a los clientes delante de una pantalla táctil. La <i>macdonalización</i> del mundo ha aniquilado la espontaneidad y el gracejo local, pero a esto ya le dedicaremos una fritanga otro día. Pagas y te dan un <i>beeper</i> que enloquece en cuanto tu pedido está en la barra listo para recoger. </span><br /><br /><span> El viaje de regreso ha estado acompañado por una infinita cola de coches por la ventanilla de la izquierda y por el huidizo canto de la chicharras por la derecha. He visto en una de las colinas secas de pasto un pastor con un paraguas y un buen rebaño de ovejas quieto, como suspendido en el calor y en el tiempo. Ovejas todos, al fin y al cabo, seguimos el dictado de nuestros programadores, los cuales han ocupado Sevilla City con veraneantes extranjeros y han propiciado el concepto (también a esto le dedicaremos alguna que otra fritanga) de “la ciudad vaciada”. Vaciada igualmente mi urbanización (me consta que muchos también están en Chipiona) he disfrutado de la familia y del agua de la piscina, sin música impuesta, sino con la seguridad de que cualquier tiempo pasado fue "menos peor" y menos normal que este. </span><br /></span></div><span style="font-size: x-large;"><br /></span></div><span style="font-size: x-large;"><br /></span> Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-1112422209507296802023-07-04T14:55:00.005-07:002023-07-04T22:55:21.455-07:00La fealdad<p align="justify" style="line-height: 100%; margin-bottom: 0cm;"> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"> <div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXob1QWolSrzrdXsK1XJpPy5Uv4i6yuoJaMBSrQCr5qOJfaKMB7-q_j1ScpQAPNYGF7UHPqV69NH-EjRiYvAoRb5UbG_AC_WKD-B5zY0AF8iSjwKvazM84Q4i3djchaJWU0NFD6Il4bkmJ2S1UEwf73OiEwsb9rZDVJd0GGb6RyFisxALv8kk9kdpWB5nP/s1600/IMG-20230703-WA0001.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1200" data-original-width="1600" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXob1QWolSrzrdXsK1XJpPy5Uv4i6yuoJaMBSrQCr5qOJfaKMB7-q_j1ScpQAPNYGF7UHPqV69NH-EjRiYvAoRb5UbG_AC_WKD-B5zY0AF8iSjwKvazM84Q4i3djchaJWU0NFD6Il4bkmJ2S1UEwf73OiEwsb9rZDVJd0GGb6RyFisxALv8kk9kdpWB5nP/w640-h480/IMG-20230703-WA0001.jpg" width="640" /></a></div><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">Subo todas las mañanas las escaleras del metro. A veces me asalta el recuerdo de la belleza de algunas estaciones en otras capitales del mundo, donde tanto el diseño como la suciedad se compinchan para crear lugares con personalidad. En el metro de mi Ciudad ni diseño ni suciedad trabajan para acabar con lo impersonal-funcional. El grupo de inversión que lo participa prefiere la higiene a los detalles diferenciadores. Acostumbro a rechazar las escaleras mecánicas por hacer algo de ejercicio y por no sentirme dentro de un vídeo de Pink Floyd. Apenas dos personas me acompañan. El resto asciende transportado hasta la calle. Fuera todo es una plancha de hormigón y asfalto. Los edificios siguen siendo funcionales a un lado y a otro de la avenida: accesibilidad, luz natural, entradas amplias, recintos de colores mudos y apagados combinados con un blanco mate. </span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"> </span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">Formo parte de un tribunal que examina a futuros profesores de Lengua Castellana en un edificio así. Entre sus muros, el proceso se dilata desde las siete de la mañana hasta las nueve de lo noche a veces. Dicha dilatación temporal viene por la ferviente fe en lo tecnológico que el Estado muestra. La nueva pieza colocada en el engranaje administrativo es la informática. Siete horas a la espera de que se puedan grabar los resultados, firmando a cada rato con unas coordenadas digitales que no terminan de abrir nada. Rememoro aquel proceso por el que yo pasé allá por principios de siglo. Supongo que el engorroso método de recoger datos a mano sobre unos documentos fotocopiados ya les resultaba al tribunal un rollo. Me pregunto si aquel profesor que se sentaba en la esquina de la mesa con el Marca y un pantalón corto deportivo supondría que dos décadas después los comentarios entre los miembros del tribunal se extenderían a unas pantallas omnipresentes. <br /><br />Leo pruebas donde hay errores gramaticales y ortográficos de bulto. La excelencia queda relegada a unos pocos ejercicios; una parte importante de lo que queda por corregir resulta selvática. Hace ya más de dos décadas, <b>Doris Lessing</b>, en la recogida de su Premio Príncipe de Asturias de las Letras, hablaba de que la cultura humanista estaba desapareciendo. Veinte años después, la “excelencia de antaño” ha quedado relegada a unos pocos que han velado para que siga presente en algún rincón del mundo y de nuestras existencias: <br /><br />“Tal vez no haga falta insistir en esta idea a ninguno de los aquí presentes, pero sí creo que no hemos comprendido todavía que vivimos en una cultura que rápidamente se está fragmentando. Quedan parcelas de la excelencia de antaño en alguna universidad, alguna escuela, en el aula de algún profesor anticuado enamorado de los libros, quizás en algún periódico o revista. Pero ha desaparecido la cultura que una vez unió a Europa y sus vástagos de Ultramar”. <br /><br />Releídas ahora estas líneas de Lessing, me parecen una premonición tan acertada como desesperanzadora. La hora ha llegado. Confío en que los bárbaros tarden en llegar a ocupar espacios en los que la excelencia ha de ser una prioridad. La ligereza, la falta de profundidad en los juicios, la ausencia de lecturas imprescindibles, la inmadurez y la manifiesta ausencia de un trabajo que sirva de cimiento para desarrollar la actividad docente componen este paisaje que podría convertirse en una realidad viva mañana. <br /><br />Mientras esto ocurre, justo en frente, mi querido <b>Sergio Rojas-Marcos</b> me anuncia con tristeza el cierre de un negocio por el que ha luchado con alegría e ilusión, a pesar de que todo le ha venido en contra desde la gestión de la pandemia: la <b>librería Yerma</b>. La desaparición paulatina de los libros en la vida cultural y la preferencia por otros soportes para ocupar el tiempo de ocio están dando la puntilla a las librerías de la ciudad. Ni siquiera los profesores son habituales compradores de literatura. <br /><br />La fealdad del mundo a la que me refería al comienzo de estas líneas se prodigará aún más si las librerías se cierran, si los que han de ser representantes de la excelencia humanística tienen faltas de ortografía y confunden, por poner un caso, “procesar” con “profesar”, y si seguimos habitando los espacios sin sentido de la belleza y sin reparar en que la asepsia con la que se se construyen mata esa belleza a cambio de la nada. Ojalá mañana el vagón esté lleno lectores (de libros). Good night. </span><style type="text/css">p { margin-bottom: 0.25cm; line-height: 115%; background: transparent }</style><style type="text/css">p { margin-bottom: 0.25cm; line-height: 115%; background: transparent }</style></div><p></p><p><style type="text/css">p { margin-bottom: 0.25cm; line-height: 115%; background: transparent }</style></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-1548386561298797282022-05-08T14:49:00.016-07:002023-07-18T04:34:40.118-07:00Narcotraficantes de proximidad<p style="text-align: justify;"> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiH2uovNHutf6v78RLb3ySJOlaS0I1NmzxK00TzWqpI6n0bK1Hr-JD7fXXgxkZ1ao9D9vlWzTTOyeDFmEnI40-psZ1qob9gkuVzZ9mMmdnrdMa7nN5y3g1viIkW15SyNi5cNfBAUZ5j4nuharvBv48E-p-MTz2QW1l5TnC7BiDiln7n--1hxl5XNgTT0A/s711/BARBA%20COLA%20DE%20PATO.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="711" data-original-width="474" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiH2uovNHutf6v78RLb3ySJOlaS0I1NmzxK00TzWqpI6n0bK1Hr-JD7fXXgxkZ1ao9D9vlWzTTOyeDFmEnI40-psZ1qob9gkuVzZ9mMmdnrdMa7nN5y3g1viIkW15SyNi5cNfBAUZ5j4nuharvBv48E-p-MTz2QW1l5TnC7BiDiln7n--1hxl5XNgTT0A/w426-h640/BARBA%20COLA%20DE%20PATO.jpg" width="426" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"> <span style="font-size: x-large;">Vivo con mi familia en un espacio fronterizo. Como tal, en él convergen dos mundos: el lumpen proletario de una zona cercana socialmente deprimida y la clase media (más o menos acomodada) de pisos con piscina privada y video-vigilancia. En los modos de acarrear la vida de estos dos polos no creo que haya mucha diferencia. En los flancos de los contenedores de ambos mundos se amontonan cajas con el logotipo de Amazon día tras día. El aburrimiento y la escasa imaginación es común: unos y otros convierten las horas de spleen en este detritus del consumo que cierra tiendas físicas y manda a casa (y mandará aún más) a buena parte de la población activa. Supongo que el Netflix (de pago o de balde) también es una marca compartida.<br /><br />Sé de buena de tinta que a algunos de mis vecinos se les contraen y desploman los esfínteres cuando han de tomar contacto con el color local. Para la señora a la que compramos nuestro piso (tras la firma en la notaría voló hacia la capital no sin antes un suspirado “¡Ay, X., por Dios!”) bajar a X. era como si le extirparan una parte de su consciencia de clase. Pero también conozco a entusiastas de esta situación, que saludan el hecho de que convivan casi ochenta nacionalidades en un lugar tan pequeño con un ilusionado grito de ¡Aleluya! Hay trabajo que hacer para lograr que este amontonamiento cultural se convierta en un auténtico cruce de culturas. Los hilos son de muy diferentes facturas para que el jersey luzca elegante, pero no por ello hay que desechar lo llamativo del tejido que pudiera resultar. <br /><br />Mientras esto ocurre, a veces la vida nos regala el encuentro con este mundo (tan lejano y cercano a la vez) del lumpen. Ayer paramos en una terraza a media tarde para reponernos de los primeros calores del pre-verano. El bar expide fritanga durante todo el año y acompaña los avances del cazón en adobo con la sintonización invariable de Radio Olé. Su reclamo principal es que delante de las mesas se extiende un jardín de juegos (suelo sintético multicolor antibollos) para que las familias puedan consumir siguiendo las evoluciones de sus tiernos infantes sin miedo a los puntos de sutura. Ayer no había nadie y Radio Olé no presentaba un volumen preocupante. Nuestro hijo se unió a otro pequeño que tiraba a una canasta cercana y nuestra hija merendó algo de fruta sentada junto a sus papás. Zumo de melocotón para la madre, manzanilla (infusión) para el padre. En el momento en que nos disponíamos a tomar lo servido, llegaron dos extraños seres a los que llamaré “Rosalíos”: se trataba de una pareja de individuos de apenas metro sesenta con barba de cola de pato; zapatillas con cámara de aire embutidas en unos pies que no llegarían al 41; pantalón de chándal tobillero y abombachado; camisetas de equipos de fútbol recortadas sobre unos torsos con la forma que da la obesidad mórbida tratada en gimnasios low cost; y bisutería ostentosa combinada con pelucos metálicos. Se sentaron a nuestro lado emitiendo unas carcajadas que, al parecer, venían provocadas por algo que estaba sucediendo en el móvil de uno de ellos. “Gua yu nem?, Gua yu nem?, Gua yu nem?”, preguntaba uno de ellos a una mujer que aparecía en la pantalla. Esos ladridos desaforados intentaban mantener la comunicación (¿en inglés?) con la joven que se les mostraba. Ahora intervenía el otro, el cual presentaba un casi imperceptible grado más avanzado del patois que ladraban: “¡¡Güer arr yu for?!!”, “¡¡Güer arr yu for?!!”. “¡Azerbaiyán!”, dice la otra. Y ahora comienza, entre carcajadas y gestos obscenos, un intercambio de sugerencias animales que consistían en un infantiloide “¿Yu wan tucki-tucki, chuki-chuki, juki-juki corrmigo?”. La otra se reía como si se le pudiera ver la campanilla desde su pueblo hasta donde estábamos sentados. Después de esta demostración de no sé aún cómo denominarlo, pagaron sus consumiciones (nestea y coca-cola), se despidieron de nosotros y se montaron en un coche de alta gama. <br /><br />La pregunta o las preguntas son de rigor: ¿de dónde salen estos seres?, ¿qué principios les asisten?, ¿qué sucedería si no tuvieran acceso a la tecnología?, ¿cómo entienden el amor o sus sucedáneos?, ¿saben dónde queda Azerbaiyán?, ¿pensaban que podrían llegar en su BMW en un par de horas?, ¿qué lleva a una mujer a soportar a dos idiotas (a no ser que se trate de una línea erótica a pleno rendimiento) durante tanto tiempo?, ¿está el narcotráfico de proximidad más que nunca en manos de imbéciles de baba? No tengo respuestas para ello. Prefiero pensar que son una especie en franca decadencia y que serán sustituidos por dandis de cuello duro y modales a lo Oscar Wilde. De momento, prefiero comprar churros con las ochenta nacionalidades compartiendo cola que presenciar hacia dónde se dirige el género humano. <span><br /></span></span></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-90219366237759185812022-04-27T13:52:00.007-07:002022-04-27T14:30:38.044-07:00Pizarras<p style="text-align: justify;"> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgPcSe_LHFWIjfb3HnQIg8vBxDraT9u18CGwdejV04IdvB0ZxoL-dDW1QfnobaOShpA50W0L2_hmJBz-WnTP08d4f77Rwwey73wnt_OLxeA19QqvSgG-W88Wu-AKp53qjB_ASKumCx324vkBXGHaXXRIBo2h9s7ilu6ZUXbSm9xdndof29WgZ-k0ZfHtg/s2160/Screenshot_20220318_002532_com.android.gallery3d.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1080" data-original-width="2160" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgPcSe_LHFWIjfb3HnQIg8vBxDraT9u18CGwdejV04IdvB0ZxoL-dDW1QfnobaOShpA50W0L2_hmJBz-WnTP08d4f77Rwwey73wnt_OLxeA19QqvSgG-W88Wu-AKp53qjB_ASKumCx324vkBXGHaXXRIBo2h9s7ilu6ZUXbSm9xdndof29WgZ-k0ZfHtg/w640-h320/Screenshot_20220318_002532_com.android.gallery3d.jpg" width="640" /></a></div><br /><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">Hace un mes asistió a mis clases un inspector de educación. El hombre se sentó al fondo del aula y se parapetó detrás de un ordenador portátil. Recogía notas, se detenía de vez en cuando para contestar un mensaje en el teléfono para luego mirar lo que hacíamos mis alumnos y yo con atención. He de reconocer que los jóvenes no estaban sobre aviso, por lo que la presencia de aquel extraño señor los amilanó, pero no por ello perdieron un ápice de frescura. Al final de su visita, sólo me apuntó un cambio que debía de hacer en la programación. Después añadió: “sobre su práctica docente... no tengo nada que decir”. Menos mal que después de más de dos décadas en este negocio uno no tiene que recibir ningún apunte de los superiores. El caso es que yo sí lo esperaba, pues, a pesar de que en las aulas contábamos con material digital (ya se sabe: ordenadores, pizarras, cañones, etc.), no hicimos uso alguno del mismo. Al pasar de los días, la dirección del centro me preguntó sobre cuál era mi método innovador para que el inspector les hubiera comentado que mis clases eran muy entretenidas. Sin ánimo de darme alpiste ni de recibirlo de otros, la cosa, dije, es tan sencilla como el uso de la pizarra de tiza de toda la vida. <br /><br />El detalle está ahí: la pizarra de tiza de toda la vida es uno de los instrumentos arrinconados en los trasteros de los colegios e institutos. Los cursos de “Cómo sacar provecho a las herramientas digitales” que imparten los centros de formación del profesorado puede que sean interesantes y necesarios, pero observo con cierta perplejidad la manera en que mis alumnos agradecen las tizas de colores sobre fondo negro. La compañera que entra cuando yo salgo de una de las aulas donde las pinto me dice que por qué no hago un blog para que no se pierdan. Es hermoso pensarlo, pero creo que es más hermoso que desaparezcan, que sean flor de un día y que queden en la memoria de los que tienen interés por ellas. Más de un joven me ha pedido al final de la explicación si puede hacerles una foto. Le digo que no, que pueden copiarla tal como está. No llego a saber si lo pide por admiración del trabajo o porque pasa de tomar apuntes. En todo caso, la negativa viene fundamentada en el intento de que la voluntad no se atrofie por los medios digitales.<br /><br />He de reconocer que he tenido un buen maestro para lograr sacar provecho a esta antigualla de herramienta. La vivacidad que esta permite pasa por poder introducir en la explicación cualquier elemento que aparezca en el propio desarrollo de la clase. La noticia del día, la anécdota que surge mientras subo la escalera (“¡Que estás apollardao!”, escuché ayer mismo y ya nos sirvió para ejemplificar la paresíntesis popular en morfología), o las relaciones que se pueden establecer entre la Naturaleza (estaciones, fenómenos de las mismas, etc.) y la evolución de la literatura, únicamente pueden brillar en estas pizarras y no en lo granítico de las presentaciones proyectadas año tras año.<br /></span><br /><span style="font-size: x-large;"><span style="font-size: x-large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihhxXBDA43nLYdkwzQrXnyrldkXvMdg_EUEMkBE5WRWhm07kyqYvoUThsZxsJ174H6mRdfQhWazeODg_Hq7zb1wdl66MHwNxkaL_EvQxweNBtfswhYDh5dldGxQ375Q4yd7UIpnBPcm__-65bXrm-69hu-wRfMjl7cVUxSJ9jZg4kL5uRizZJILzx--g/s2080/IMG_20220426_103146.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1560" data-original-width="2080" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihhxXBDA43nLYdkwzQrXnyrldkXvMdg_EUEMkBE5WRWhm07kyqYvoUThsZxsJ174H6mRdfQhWazeODg_Hq7zb1wdl66MHwNxkaL_EvQxweNBtfswhYDh5dldGxQ375Q4yd7UIpnBPcm__-65bXrm-69hu-wRfMjl7cVUxSJ9jZg4kL5uRizZJILzx--g/w640-h480/IMG_20220426_103146.jpg" width="640" /></a></span> </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">Así que, si hay algún docente en la sala, que se anime y vaya mañana mismo a la secretaría de su centro, pida una caja de tizas de colores y (teniendo la suerte de que aún cuelguen de las paredes de las aulas pizarras de verdad) que comience como si fuera su primer día en la Tierra. Algo de provecho se encontrará.</span></p>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-28075310848602778692022-04-25T13:54:00.003-07:002022-04-25T21:59:53.253-07:00 Soy demasiado fea<p style="text-align: left;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtt-pLsSxwS0hk_Glle14csxmF8sEPdksYNNx_C6H_4zFLDIOOsQ6kP26vEb9Es_Go_fdKTFO_DiogHMJ9JEOZ4FCQmdLbdu6ln3GaXubyDdgLLxNmseHYnd_tCqplInbbAe4jQC5WlOz8kXH3jj4fcjo0K_1S6NKrZBg8Xc1MiMlydQQDZzM3MZDxiw/s880/dama%20del%20armin%CC%83o%20con%20mascarilla.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="880" data-original-width="639" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtt-pLsSxwS0hk_Glle14csxmF8sEPdksYNNx_C6H_4zFLDIOOsQ6kP26vEb9Es_Go_fdKTFO_DiogHMJ9JEOZ4FCQmdLbdu6ln3GaXubyDdgLLxNmseHYnd_tCqplInbbAe4jQC5WlOz8kXH3jj4fcjo0K_1S6NKrZBg8Xc1MiMlydQQDZzM3MZDxiw/w464-h640/dama%20del%20armin%CC%83o%20con%20mascarilla.jpg" width="464" /></a></div><br /><span style="font-size: x-large;"><br /></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">Las amapolas salpimentan los campos de margaritas en la carretera que lleva hasta la escuela de mi hijo. Una construcción extraña, que hacía de caballeriza tiempo ha, se mantiene en pie en medio del paisaje. Los trigales cabecean verdes aún con este aire de finales de abril. El mundo parece emerger con la fuerza oculta de la Primavera, que todo lo puede año tras año. Comienza también la caída necesaria de los tapabocas, complemento al que nos hemos acostumbrado sin demasiada reflexión al respecto. Observo con interés cómo su presencia no desaparece. La preocupación, la desconfianza (que muchas veces es vástago del miedo), la responsabilidad, etc. son los ropajes con los que vestimos el rechazo a una decisión avalada por los mismos que la impusieron. Parece que su uso y su necesidad han calado más allá de lo meramente sanitario. Los jóvenes con los que trabajo muestran morros, narices, granos, ortodoncias, boquitas pintadas, labios adolescentes; los muestran con la alegría de la liberación. Mis colegas se lo toman con más disciplina. </span><br /></p><p style="text-align: left;"><br /></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">El diario <i>El Mundo</i> publicaba hace unos meses unos datos que tendrían que ser algo más que meros porcentajes para el comentario en el café: “Según el último informe de la Fundación Anar, que ayuda a niños y a adolescentes en riesgo, durante los primeros meses de la pandemia los diagnósticos de ansiedad entre jóvenes aumentaron un 280%, la baja autoestima un 212% y los casos de depresión casi un 88%. El final del confinamiento disparó los trastornos de alimentación un 826% respecto al año anterior y la vuelta a las aulas disparó las autolesiones un 246%”. Ansiedad, baja autoestima, depresión y autolesiones. Resulta curioso leer que la causa de estos preocupantes números es la pandemia y nunca la gestión de la misma. La difícil salida de tanta oscuridad deja a muchos de estos jóvenes en una delicada situación, tan delicada, que casi no se ve, pero que ya comienza a dar la cara en los pequeños gestos. Como muestra contaré que, de los pocos alumnos a los que imparto clase que <i>motu proprio</i> han decidido no despojarse de la mascarilla, la mayoría son alumnos hispanos. Observo que no se trata únicamente de una razón socio-sanitaria, sino del determinante canon de belleza ario-caucásico que los desplaza al maravilloso y poco transitado territorio (aunque ellos no lo crean) de la belleza latina, la cual no recoge (a no ser que sea por efectismos publicitarios) la corriente dominante. </span><br /></p><p style="text-align: left;"><br /></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">“Soy demasiado fea”, me dice una joven cuando los demás le recriminan que no se quite la mascarilla. “No me gusto”. Reconoce que el tapabocas le ayuda a estar en el instituto y pasar desapercibida. Desoye, cuando hablo con ella a solas después de clase, el extraño e intangible concepto de la belleza interior; y tiene razón: la adolescencia poco sabe de esas bellezas, al menos de cara a la galería. En la intimidad me consta que existe esa sensibilidad, pero la humanidad ramplona y apresurada de nuestra época la deja en la estacada a la primera de cambio. Víctima de una autoestima en clara precipitación al vacío, mañana seguirá llevando medio rostro tapado. Ojalá que sea algo pasajero y que esas beligerantes amapolas que son las bocas adolescentes vuelvan, todas, a lanzar su halo de vida sin filtro a un mundo estupidizado, miedoso e irreflexivo. Sobre todo, porque resulta necesario... y hermoso.<br /></span></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-4339542139532780542022-04-23T11:11:00.003-07:002022-04-23T11:11:52.682-07:00Menos camisas de lino que planchar.<p style="text-align: justify;"> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiZ_suPnJ6uLaCgyEpNr0p9NhgLj-kHanH7qGthE45h2dxiMHmeoHaISH4uVr931PmdR2ipy8K7NE6qO6oMRdM2wKMGbZRdqEVWh_pgWcGx4gKZ7pQiCD516ahxZ4otJHW-osG0hCNhcpLBAlH8HR7cOWRYEmodsdsD9a4X8lJRWBujXQI8nR3cuLeL9A/s600/be%CC%81ticos.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="406" data-original-width="600" height="434" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiZ_suPnJ6uLaCgyEpNr0p9NhgLj-kHanH7qGthE45h2dxiMHmeoHaISH4uVr931PmdR2ipy8K7NE6qO6oMRdM2wKMGbZRdqEVWh_pgWcGx4gKZ7pQiCD516ahxZ4otJHW-osG0hCNhcpLBAlH8HR7cOWRYEmodsdsD9a4X8lJRWBujXQI8nR3cuLeL9A/w640-h434/be%CC%81ticos.jpg" width="640" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">El filósofo Antonio Lastra habla de bajar a la caverna siempre que sea posible como metáfora para explicar la necesidad de entrar en la corriente de la vida, dejando de lado el cómodo mundo de las ideas y del pensamiento abstracto para sumergirse así en las corrientes oceánicas de la existencia. Bajar a la calle ha sido desde aquel lejano año de 2008 en que nació Fritanga (y después Pura fritanga) el principio que ha guiado e iluminado estas frituras de alto contenido calórico. <br /><br />Hoy bajé a la calle, a la ciudad. En ella se congregaban hinchas de fútbol abanderados y con ganas de juerga desde por la mañana. Coincidían con los pocos, escasos, casi insignificantes compradores de libros que entraban en las librerías para festejar el 23 de abril. Los futboleros ganaban por goleada a los letra-heridos. Si fuera al contrario, el mundo no sería, seguramente, mejor; sólo diferente. <br /><br />En la librería Baobab, un emporio de libros infantiles y cachivaches lúdicos, no hay baños para sus tiernos clientes. La infancia comparte con la vejez estas urgencias. Supongo que en el bar de al lado (Churrería Los Remedios) ya estarán acostumbrados a la procesión de jóvenes en sprint de la mano de sus apurados progenitores. Es probable que por ello ofrezcan patatas fritas y churros con chocolate. Tras salir de la librería, nos apostamos en una barrita del lugar. Pido un cartucho de patatas. El perol donde supuestamente han sido fritas no humea; una espuma estigia flota moribunda sobre un fondo oscuro de aceite. Una joven introduce paletadas de patatas fritas en una bolsa de papel de escasa e incomprensible consistencia. Una supervisora con gafas modernas la observa como si fuera a meterle un sopapo en cualquier momento. “Muy lenta; demasiado lenta”, le dice. La novicia se da un poquito más de arte en colar la mercancía. “No tenemos prisa”, le espeto sabiendo que al sargento eso le daría igual. “Es que imagínate cuando esto esté lleno”. Me tutea sin mirarme a los ojos; los tiene clavados en esta pobre criatura que es incapaz de introducir más maquinalmente patatas. Nos cobran dos euros de tubérculo. Mis hijos esperan el alimento con ilusión. Hubiera sido imposible no darles este pequeño gusto. Apostados en la barra exterior observamos las evoluciones del mercado. Las patatas, dicho sea de paso, hacía un rato grande que habían pasado por el aceite. Sin cuerpo, sin firmeza, maldije mi poca vista para cambiar el paso y no caer en aquel lugar, pero mis hijos disfrutaban. Una abuela, un nieto y una nieta de más o menos ocho años se disponen a comprar un paquete. “Que la prueben antes”, le dice la señora a la madre que acaba de llegar. “Si no le gustan esas, le compras un paquete en el super de aquí”. Pasa un camarero con aire zumbón y chulo, fruto del país, como diría Larra. “Señora, están fritas aquí mismo”. Abuela y madre no hacen ni caso. La niña tuerce el gesto. Se van dando las gracias a la novicia. El fruto del país dice algo entre dientes. Llega una mujer rubia (aquí todas lo son) de unos cuarenta años. Pide un paquete. La novicia está más resuelta ahora. La sargento acaba de salir por la puerta con un patinete. Volverá a las siete, dice. La novicia se permite el lujo de mirar el móvil antes de proceder a la operación. Termina y le da el paquete a la rubia. La rubia lo toma por el borde con el pulgar y el índice. Lo sacude con contundencia y hace bajar el nivel de patatas considerablemente. “Llénamelo”, le suelta a la novicia. La joven, sin asomo alguno de vergüenza, dolor o preocupación, completa el vacío con un volumen de patatas por encima del nivel del mar. <br /><br />Uno observa lo resuelto que es el personal del lugar. Los Remedios es un barrio clásico de la ciudad. Su conservadurismo no le priva de tener un aire vistoso para los que no lo habitamos. De hecho, es probable que sea de los pocos sitios que conservan su esencia, alejados como están de la masa dromomaníaca del turismo masivo que camina la ciudad.<br /><br />Por la tarde me escapo a Mediamarkt. Sigo la recomendación de mi hermano sobre los precios y prestaciones de un lápiz de memoria usb. Una mujer me indica en la sección de planchas que las memorias están al final. Pienso en lo hermoso de que así sea: las memorias no pueden ocupar otro lugar que no sea un final de vida. Caigo en la cuenta de que la plancha de casa tiene el cable con más nudos que el Buque Escuela Juan Sebastián Elcano. Retorno al lugar del crimen y me encuentro con la misma mujer, con mascarilla. Tendrá casi los cincuenta. Le digo que necesito una plancha y que me aconseje alguna con las 4B (buena, bonita, barata y básica). “Lo importante es la suela”. Hace un panegírico de las planchas con “suela de acero”. Entiendo la indicación. “Así tendrá usted más calor para planchar camisas y pantalones”. “¿Y el lino?”, pregunto. “No me hable usted de lino, por favor”. La mujer me cuenta su vida: tiene un hijo de diecinueve años que no recoge la mesa, que no plancha, que no limpia, que no… Su carrera de periodista le impide hacer cualquier cesión a estas nimiedades domésticas. Estudia con dos móviles delante y un ordenador. “Tiene dos móviles: uno que le regaló su padre y otro yo; estamos separados”, dice lastimeramente (más por los dos móviles que por la separación). Se irá a Granada el año que viene. La mujer espera que la ciudad de La Alhambra lo reeduque. “Me dice que salga los domingo, pero, mire usted, yo los domingos los uso para limpiar, lavar y planchar. Él sale tres veces los domingos y me pide que le planche al menos tres camisas para el día y yo, cómo no, lo hago”. La observo con atención: sus pestañas de looping con las puntas de rimel petrificado y sus uñas de gel no logran esconder el deterioro. “Usted vive con un tío”, me atrevo a decirle. No puedo evitar hacer esta apreciación, pues conozco a “esos tíos” (da igual si son maridos, hijos o hermanos). Viven en el cómodo país de lo consuetudinario (hereropatriarcal, añadiría alguna fémina aguerrida). Me mira como si yo fuera un mensajero del cielo. Entiende mis palabras, pero sé, sabe, sabemos, que cambiar su mirada le supondría cambiar demasiadas cosas”. Me voy. “Aquí me tiene para lo que necesite”. La miro con agradecimiento, pero también con tristeza. Jornada partida, de lunes a sábado, “yo no soy tonta”, como reza el eslogan de la marca.<br /><br />Vuelvo a casa pensando en que nuestra imagen del mundo está asentada en la mirada de nuestro entorno. Entre los exigentes compradores de patatas y esta mujer hay miles de gestos que los separan. El nivel de exigencia es un agujero negro cuando se convierte en una auto-exigencia que sólo complace a los otros. <br /><br />Esta mañana compré los poemas de Safo en la editorial Acantilado y por la noche veré el Betis con mi hijo (seguramente un único tiempo). Lo pidió él porque en la escuela un compañero le dijo que el que ganara se llevaría la Copa del Rey (“el de los castillos y los caballeros, papá”). La infancia no entiende de banderas. Ojalá todos los que esta noche llenen el estadio y griten delante de la tele leyeran un poema de Safo al menos en la vida. Quizás habría menos camisas de lino que planchar.</span></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-16655995604511822142022-04-11T11:41:00.002-07:002022-04-11T11:41:34.926-07:00Iniciados <p style="text-align: justify;"> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjHojqOPTCbBYKGGPYWpZuzdEzTZNVIzC7dIopS30ZfM5QLCECIcJF_LYG2q7oSEImsWvbGQbOztpMRGv9KUOAfsD-9XoTcZeGLKvCX5c5NHFZaDEhcvHYLhEM1RWTRmaKe6afE407x5VPH5qnl7mhBGzSONx5a76uIMkPaaGiGVmD5Cuwqvv0abl5ncw/s2700/CIEGOS.jpeg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1520" data-original-width="2700" height="360" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjHojqOPTCbBYKGGPYWpZuzdEzTZNVIzC7dIopS30ZfM5QLCECIcJF_LYG2q7oSEImsWvbGQbOztpMRGv9KUOAfsD-9XoTcZeGLKvCX5c5NHFZaDEhcvHYLhEM1RWTRmaKe6afE407x5VPH5qnl7mhBGzSONx5a76uIMkPaaGiGVmD5Cuwqvv0abl5ncw/w640-h360/CIEGOS.jpeg" width="640" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">Los hacedores de nuestra época han sabido crear un instrumental variado para iniciar a niños y adolescentes en diversas formas de ocio, que no es otra cosa que una puerta abierta a una posible pre-adicción. Se trata de objetos, cachivaches y aplicaciones (pronúnciense “ups para no hacer el canelo ante los propios jóvenes) con apariencia de juegos, jueguecitos o adminículos con la inocencia de los primeros pasos de un crío. Consolas, vapeadores y patinetes suponen un estadio previo a versiones de más o menos lo mismo pero más rápidas, más vistosas y, en ocasiones, más peligrosas. <br /><br />L. es la joven que nos ayuda en casa. Malvive de las pagas del Estado y de lo que va ganando con la limpieza de unos cuantos hogares más. Desdeña con cierta picardía la posibilidad de que se le dé de alta en la Seguridad Social. El dinero que gana lo invierte en “piercings” y tatuajes. El último rezará “Torres más altas han caído”. L. mira de soslayo y sin demasiada preocupación que su hijo de trece años “vapee”. “Mejor eso que fume”, afirma con contundencia. El chaval tiene patinete eléctrico y móvil propios desde los once años. Su madre porta en sí misma la voluntad de las mamás que se niegan a que su hijo se quede atrás. En esta pugna, la clase media ilustrada gana cuando cifra el éxito de sus vástagos en las academias de inglés, el conservatorio y el viaje de estudios. En dicha versión las familias ponen su empeño en rescatarlos de la mediocridad y el fracaso. Estos tienen igualmente acceso a vapeadores, móviles y patinetes eléctricos; sin embargo, algunos de estos progenitores, vigilantes y comprometidos, logran que estos objetos lleguen tarde o, al menos, en un momento en que la madurez de la muchachada esté más acorde con su capacidad de decidir con algo más de sentido si lo usan y cómo lo usan.<br /><br />Reflexiono acerca de la poca o nula sublimación de las clases sociales más castigadas a la hora de mejorar. Pareciera como si estuviésemos retornando a una Edad Media posmoderna en la que los nacidos “plebeyos” (hoy obreros manuales engolfados en las modas del momento) no pudieran ascender escalón social alguno. L. acepta que su hijo ya no vaya a sacar los estudios. “Me conformo con que no sea un golfo”, dice. El chaval “vapea”, practica muay thai y se mueve en patinete eléctrico. Parece que los vaivenes de la vida se encargarán de dirigir su rumbo hacia la repetición de trabajar a cualquier precio para conseguir cualquier cachivache de moda. <br /><br />El hecho de no caminar (patinetes por doquier) y no pensar (pantallas que interfieren continuamente nuestra relación con la realidad) está atrofiando (también en los mayores) la posibilidad de recorrer el mundo con paso propio, observarlo a través de la propia mirada y pensar lo observado. La clase media continúa remando a contracorriente por tradición y por el miedo al qué dirán, y en esa lucha, más o menos, vamos salvando los trastos. El proletariado pseudo-letrado también continúa una tradición que sí supieron trascender nuestros padres para lograr hacer algo más de sus hijos. Sí, eran otros tiempos, pero benditos padres aquellos.</span></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-66757096729320791932022-04-08T02:54:00.001-07:002022-04-12T09:05:22.320-07:00Canis renacentistas<p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"> </span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: x-large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6fZfNOvVaYLTpDjgoZGsiC6kXUb3hG52oOefmVPMhkESubXUsFKN1BC4ItJLy_j8bg6Br6x0RU2TTmlfGGYInrjyQih7MIue7KToapl-bk5dJcxiIBkJ9wA__khjB3Oo-bJYgVvKigOjddMDkyFCqzQG_Bes27kTG6-S4ZZMlpXDyKooRfuWqZMRAXQ/s720/canis%20y%20chonis.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="540" data-original-width="720" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6fZfNOvVaYLTpDjgoZGsiC6kXUb3hG52oOefmVPMhkESubXUsFKN1BC4ItJLy_j8bg6Br6x0RU2TTmlfGGYInrjyQih7MIue7KToapl-bk5dJcxiIBkJ9wA__khjB3Oo-bJYgVvKigOjddMDkyFCqzQG_Bes27kTG6-S4ZZMlpXDyKooRfuWqZMRAXQ/w640-h480/canis%20y%20chonis.jpg" width="640" /></a></span></div><span style="font-size: x-large;"><br /></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">Explicar el Renacimiento y los conceptos de Cortesano y de Amor cortés es un reto para que realmente impregne algo en un adolescente y conforme parte de su imaginario para el futuro. “Pon un vídeo de la época”, me dicen. Les hago saber que los cuentos leídos, igual que obligan a un niño a crear imágenes, así funcionan las explicaciones en la pizarra (de tiza). Protestan. Les compenso con la audición de música renacentista para laúd, que acogen con sorpresa, pero también de buen grado (no faltaron los iniciales “¡pa’ dormir!”). Les hablo de la cultura palaciega y la cultura popular, de la calle. No les cuesta entender que lo que escuchan en ese mismo instante en música culta y que Yung Beef pertenece a la música popular. Esto daría para otra clase, claro. Leemos un fragmento de El cortesano de Baltasar de Castigione donde se desgranan cuáles han de ser los atributos del ideal del hombre en el Renacimiento:<br /><br />"Y así nuestro cortesano, además de linaje, debe tener buen ingenio y sea gentil hombre de rostro y buena disposición de cuerpo, y alcance una cierta gracia en su gesto que le haga parecer bien a primera vista y ser de todos bien amado.<br /><br />Pienso que el principal y más propio oficio del cortesano sea el de las armas, las cuales sobre todo se traten con viveza y gallardía; que sea fiel y esforzad y que lo sea siembre Puédense también hallar muchos otros ejercicios, los cuales traen siempre consigo una animosa lozanía de hombre. Entre estos son los principales la caza y la montería; no daña saber nadar. Hace asimismo al caso tener la habilidad en saltar y correr.<br /><br />Nuestro cortesano tendrá gracia, especialmente en el hablar, deberá huir de la afectación, porque la facilidad y la llaneza siempre andan con la elegancia. Todo esto se haga tan sin trabajo que el que escuchare piense que esto no es nada de hacer y que está en la mano hacerlo él también. Hará el caso que sea músico y ha de ser diestro en tañer diversos instrumentos. Porque ningún descanso ni remedio hay mayor ni más honesto para las fatigas del cuerpo y pasiones del alma que la música".<br /><br />Intentamos mitigar los “ruidos” provocados por una lengua lejana de nuestra época con algunos apuntes de vocabulario. Algunos sonríen; a otros les parece un galimatías infumable. Para darle un poco de aire a la escena, recito el famoso madrigal de Gutierre de Cetina para abordar el concepto de la Donna angelicata y el Amor platónico:<br /><br />Ojos claros, serenos, <br />si de un dulce mirar sois alabados, <br />¿por qué, si me miráis, miráis airados? <br />Si cuanto más piadosos,<br /> más bellos parecéis a aquel que os mira, <br />no me miréis con ira, <br />porque no parezcáis menos hermosos. <br />¡Ay tormentos rabiosos! <br />Ojos claros, serenos,<br /> ya que así me miráis, miradme al menos.<br /><br />Traducción verso a verso del profesor. Sufrimiento contenido de los oyentes. Hay que cambiar el gesto con urgencia. Coloco en la pizarra una tabla con cuatro columnas emparejadas. En las dos primeras se enfrentan el cortesano y el cani (para los amigos de tierras lejanas, no sé qué término utilizar para que lo entendáis); en las siguientes, la dama y la choni. Les propongo que ofrezcan una visión especular (así no, claro) de ambas parejas; es decir, que aborden el asunto de los “parecidos” entre unos y otros abordando el trabajo, el habla, el movimiento, la vestimenta y la música por la parte masculina; y los apariencia, cualidades y relaciones sentimentales por la femenina.<br /><br />Aunque parezca un milagro, se tiraron rápidamente a los cuadernos a escribir. El resultado, la semana que viene.</span></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-42321517431043813162022-04-05T13:46:00.000-07:002022-04-05T13:46:06.364-07:00Educar la mirada<p> <span style="font-size: x-large;"><br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: x-large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjA50IsRbAVLPfkIdtrdd8KKshQtIIhfyNXX4rNYTL8Qf6NWClfSG2ayyk7yCb69Af-oHGQgEVX4sPA-w0jB594raBOf9DE7B5goybq3R-IXmsxq0wdntdJMCrHrNRrHmfjIoYIZh310mjq7SwWLVLGhUkaCRoRvPxXUUpniQfxDS6lm-82dvAx65fKgw/s900/Lucien-Freud-autoretratos.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="611" data-original-width="900" height="434" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjA50IsRbAVLPfkIdtrdd8KKshQtIIhfyNXX4rNYTL8Qf6NWClfSG2ayyk7yCb69Af-oHGQgEVX4sPA-w0jB594raBOf9DE7B5goybq3R-IXmsxq0wdntdJMCrHrNRrHmfjIoYIZh310mjq7SwWLVLGhUkaCRoRvPxXUUpniQfxDS6lm-82dvAx65fKgw/w640-h434/Lucien-Freud-autoretratos.jpg" width="640" /></a></span></div><span style="font-size: x-large;"> </span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">Cuando se habla de la necesidad del arte, interrumpen o vienen a enriquecer nuestras disquisiciones los conceptos de utilidad e inutilidad del mismo. Un cantero que interviniera en la decoración de la fachada de cualquier iglesia románica en el siglo XII no tenía percepción alguna de que su trabajo fuera más allá de una obligación con su gremio y con Dios. Su arte estaba imbuido de religiosidad y como tal se llevaba a cabo. Gustave Flaubert, como muchos otros, entendía su arte como una religión en sí; la consagración absoluta a su obra lo llevó a envejecer con rapidez a partir de los cincuenta años, muriendo de un derrame cerebral a los cincuenta y ocho. Leyendo las cartas que envió a Louise Colet, uno se percata de los sacrificios, de las febriles etapas de creación casi sin dormir, siempre a la búsqueda de la palabra justa y siempre dejando bien plantada su capacidad para fijar los detalles del mundo en el papel. Desgranar algunos pasajes del libro, en cuyas líneas se acumulan sutiles relaciones entre sus personajes y la Naturaleza, y en entre esta y el significado secreto que transfunde Flaubert a sus imágenes, es una muestra de la utilidad de lo inútil, al menos en el sentido espiritual. <br /><br />Escribe en el capítulo VIII de la tercera parte de <i>Madame Bovary</i>: Y, a medida que avanzaba, iba reconociendo los bardales, los árboles, los juncos marinos en la colina, el palacio a lo lejos. Se volvía a encontrar en las sensaciones de su primer amor, y en él se dilataba su pobre corazón oprimido. Le daba en la cara un viento tibio; la nieve, fundiéndose, caía gota a gota desde el follaje hasta la hierba. Emma Bovary se dirige al palacio de Rodolphe Boulanger, un donjuán que la rechazó y al cual vuelve desesperada después de tres años y un segundo adulterio. Cada una de las palabras están colocadas con la intención que sólo tienen los grandes. Aún sonaban los clarines del Romanticismo cuando Flaubert se encontró con el Realismo. De alguna manera, a pesar de su celo por recoger todos los detalles, sigue existiendo la impresión de que la naturaleza acompaña el sentir de los personajes como se muestra en el Romanticismo. Nabokov admiraba esta sutileza del escritor francés (“los divinos detalles”). El hueso de melocotón aún húmedo en el cenicero de la casa de Dolores Haze justo antes de que Humbert se encuentre por primera vez con Lolita será otro señuelo dejado para el lector a partir de una minúscula señal. la nieve, fundiéndose, caía gota a gota desde el follaje hasta la hierba contiene todo un mundo de relaciones con lo ocurrido antes en la historia entre Rodolphe y M. Bovary y lo que acontecerá cuando, minutos más tarde, ella se lo encuentre junto a la chimenea fumando una pipa. Merece la pena leer el fragmento para recuperar estos “divinos detalles”. <br /><br />Los artistas tienen este sentido extraño y aristocrático de percibir la realidad con respecto al resto de los mortales. Practicar esta capacidad de captar los detalles requiere de una mirada atenta. La celeridad del mundo y la gruesa visión de las cosas dan al traste con ello. La educación perceptiva (ojo, no preceptiva) también resulta imprescindible para que nuestras existencias sean más ricas. Esta mañana, hablando con unas alumnas que sacrifican el recreo para seguir en el aula preguntándose acerca de que será eso de la literatura, convenimos que el detallismo no era una cualidad privativa del arte, sino que cualquier actividad humana podía ser enriquecida de esta manera, desde lo que hace un electricista hasta lo que pudiera llevar a cabo un médico. Evidentemente, el trabajo repetitivo y maquinal da poco espacio para conseguirlo. Concluimos que todo ser porta en su interior un espíritu creativo al que da salida si las circunstancias lo acompañan. Algunos logran dirigirlo a un fin y lo convierten en el motor de su trabajo o de su arte. Otros, anegados por las circunstancias, lo pierden por el camino, aunque algún hito en sus vidas los podría llevar a su recuperación. Una educación de la mirada podría contribuir a seguir mejorando lo que de manera irreversible estamos deteriorando en los individuos. Se necesitan voluntarios para esta tarea: bastan padres y madres atentos para comenzar. Luego, la labor recaerá sobre la responsabilidad de las personas que nos cruzaremos por el camino. </span><br /></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-38940669332358032492022-04-03T14:53:00.002-07:002022-04-03T14:53:14.933-07:00¿Sabotaje?<p style="text-align: justify;"> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiPhJ9mYNAVo3h7tCrP98zDelhKYaFGKMapmo-kXNYgoKlHKxxhzDdJRlurY3cwzEkqQ_5t0MpUyxghW8W-JA-pSWg0okf00LgK9YONiytKatGSgd0TFwpyfqSuqZrGVEEfjZV5r3lnB7UbctK0HFV7j2HJowVpO7CenDyjNqwLy7MCrSCoyi_ZYCU34A/s1006/MELANCOLI%CC%81A%20II.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="800" data-original-width="1006" height="508" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiPhJ9mYNAVo3h7tCrP98zDelhKYaFGKMapmo-kXNYgoKlHKxxhzDdJRlurY3cwzEkqQ_5t0MpUyxghW8W-JA-pSWg0okf00LgK9YONiytKatGSgd0TFwpyfqSuqZrGVEEfjZV5r3lnB7UbctK0HFV7j2HJowVpO7CenDyjNqwLy7MCrSCoyi_ZYCU34A/w640-h508/MELANCOLI%CC%81A%20II.jpg" width="640" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">¿Y si fuera posible el sabotaje de la ley desde dentro? La obligación moral del profesor no es suministrar información, sino desarrollar el pensamiento del joven a través del conocimiento, así como sugerirle el camino para encontrar lo bello, lo bueno y lo verdadero. Resulta esencial llevar la vida al aula; lo que ocurre en el mundo ha de tener su sitio en la clase para poder establecerse relaciones con el presente y el pasado, y así dar pistas para intentar prever el futuro. El ataque a la Filosofía y a la Historia nos obliga a reaccionar a todos, incluidos a los docentes que no impartimos estas dos asignaturas. La merma y desaparición de una y el planteamiento a-cronológico de la otra trazan un camino oscuro y lleno de maleza. Hemos de saber recorrer los senderos que escapan a todo este ocultamiento. Si la Filosofía y la Historia están asediadas, hay que vivificarlas. Ser cada uno el que proponga las preguntas necesarias para generar las reflexiones. Enfrentar el día a día con los espejos enfrentados del pasado y el presente. Mostrar así las incongruencias del mundo en que habitamos. Todos los documentos y todas la vivencias nos serán útiles. El anecdotario y los gestos del mundo actual servirán para concretar y esclarecer el pasado. Tenemos la oportunidad de ser médiums de algo superior desde las Matemáticas, la Física, la Química, la Música, la Biología, las lenguas, la Economía, el Dibujo, etc. Estimular el pensamiento crítico es nuestra obligación. De momento, no hay que llevarse a engaño: no se necesita tecnología alguna para este logro. Basta el entusiasmo y una reducción considerable de la ratio profesor/alumno por clase (la primera pudiera ser una consecuencia de la segunda). Se ha podido hacer al cumplir con las medidas socio-sanitarias implementadas por el gobierno durante estos dos últimos años. ¿Por qué no ahora? El beat histórico, el evento aislado sin conexión con otros eventos que lo prefiguran, no es más que la destrucción del pensamiento lógico y el ocultamiento de uno de los principios esenciales de la vida: somos fruto de una semilla plantada en el pasado. <br /><br />Me decía un día un compañero de Pastelería que sus alumnos suspenden la prueba del cruasán. No, no es un nombre en clave. Se trata exactamente de hacer cruasanes a partir de las indicaciones del profesor. “No saben”, me cuenta con el gesto ensombrecido por la frustración. Los futuros pasteleros no entienden los procesos, acostumbrados como están (como estamos) a que el dedo sea el que active en la pantalla un proceso del que solo veremos el resultado (desde pedir comida hasta comprar un artículo en amazon –con minúscula–). Además, no toman notas porque tampoco saben tomarlas. La lógica tecno-capitalista irrumpe en el estudio de la Historia y de la Filosofía. No puede haber una manifestación más clara de hacia donde vamos que en el análisis de lo que supone la pérdida del sentido de los procesos con la compra por internet y la desaparición de la palabra en tales transacciones. No entender la Historia como un proceso evolutivo y no abrir un espacio para reflexionar con los otros es una de las muchas trampas de esta nueva legislación educativa que viene a continuar (aquí sí que hay proceso) el desmantelamiento de las Humanidades y, por ende, de todo lo humano. <br /></span></p><p><br /></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-39014366216837944062022-03-31T14:58:00.007-07:002022-03-31T15:06:06.517-07:00Contra las Des-Humanidades<p style="text-align: justify;"> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgRqlqXzmkVy0tVP90p_Q7boR17NF00sf74gOqCRO14cVD32lSETMEnUKbmLCGlpz4LjO2DampDjBc7cI9rOLli2Tco8nJP_er0aBBulHs-AnkIjZNtr4Gi5dFkIbWt4acXKpgjQ0_PBa9lMs2I84nY0GPat7yZnpjoaPccnHG-D9KMaoIqTimC46Nemw/s1200/HUMANIDADES.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="350" data-original-width="1200" height="186" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgRqlqXzmkVy0tVP90p_Q7boR17NF00sf74gOqCRO14cVD32lSETMEnUKbmLCGlpz4LjO2DampDjBc7cI9rOLli2Tco8nJP_er0aBBulHs-AnkIjZNtr4Gi5dFkIbWt4acXKpgjQ0_PBa9lMs2I84nY0GPat7yZnpjoaPccnHG-D9KMaoIqTimC46Nemw/w640-h186/HUMANIDADES.jpg" width="640" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">¿Qué impronta tiene la obligación de dejar el profesor en el espíritu de sus alumnos? Segura y preferiblemente ninguna. Lo que ocurre es que a veces uno sueña con lograr alcanzar a que lleguen a tener una pátina de conocimientos, una semilla congelada que pudiera brotar en algún momento de sus vidas futuras, para hacerlos así seres no más cultos, pero sí más sensibles a la cultura. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">Ayer me vi preparando una clase con el fin de explicar <i>La Celestina</i> de Fernando de Rojas. Sabía que términos como “comedia humanística”, pre-Renacimiento o tragicomedia les traerían al pairo. “El argumento”, me decía a mí mismo, “el argumento de la obra es invencible”. Hace ya muchos años le leí a Juan Goytisolo el relato de cómo logró que unos alumnos puertorriqueños, desapegados de cualquier manifestación literaria, se quedaran completamente extasiados ante este clásico castellano. Supo inocular el veneno de la historia contando prosaicamente el argumento. Así hice: presenté a un joven llamado Calisto, que queda prendado de una chica al entrar accidentalmente en el huerto de la casa de ella. La escusa: buscar su halcón descarriado. Luego el consejo que le da su criado Sempronio para contratar los servicios de la vieja alcahueta Celestina que logrará que Melibea, que así se llama la chica, sepa de los intereses amatorios de Calisto. La conversación entre el joven noble y la vieja da como fruto una nueva capa para esta servicial “madre”, además de cien monedas de oro. Los criados de Calisto, a la sazón amantes de dos putas que viven en casa de la vieja (por cierto, el libro de texto las llama “discípulas” de Celestina), matan a la anciana por negarse esta a repartir las ganancias. Ajusticiados serán ambos en la plaza de la ciudad por tal asesinato. Despojadas de sus amantes como quedan las “discípulas”, Elicia y Areúsa contratan los servicios del matón Centurio para que aniquile en venganza a Calisto. En la profunda noche donde el amante recita versos de amor al oído de la amada, el sonido de una gresca callejera hace caer a Calisto desde las alturas, partiéndose el cráneo contra el suelo y muriendo en el acto. Melibea no observa otra opción que el suicidio. Su padre, un burgués constructor de barcos que responde al nombre de Pleberio, recita un hermosísimo y emocionante planto por la muerte de su hija.<br /><br />He repartido los papeles y cada uno de los aconteceres de la obra en nueve escenas. Las han escrito e imaginado (sin leer la obra). En una clase de once, donde sólo hay dos chicas (una Melibea y la otra Celestina), los dos que han hecho de “discípulas” se lo han pasado en grande mientras escribían. Cuando les planteé que la verosimilitud de la obra descansaba en parte en el uso del habla de la calle, no pudieron resistirse a largar una buena vaharada de tacos en cuanto han tenido ocasión. Casi todos han escrito algo. Mañana haremos una representación a modo de “comedia humanística” compuesta para ser leída. Quiero confiar en que, a pesar de su improbable contacto con el libro, algo permanecerá de esta forma en sus memorias. Este entusiasmo momentáneo es la única arma que nos queda para luchar contra la desidia, la falta de voluntad, el desinterés y un marco legal que deja a las Humanidades en franca desventaja ante la pujante entrada de la robótica y la digitalización, de las que nada supo el bueno de Fernando de Rojas.</span></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-28400886892363639672021-11-27T15:10:00.003-08:002022-04-26T12:56:11.339-07:00Coro in Wonderland<p style="text-align: justify;"> <span style="font-size: x-large;"> </span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: x-large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjsizCQ79W9ufTKHrM75CmmAPI6tQW_pHakWqfPBlI-_EturBljUxMNB-KKFw2zc2IzkRndIaZsD6tIYrBMlNntzczT1LqpyB2JUOUVvLgQucgs2co1WyZOxEbJ-9pe05ugbrFtQ6BtcFeT/s2048/IMG_20211127_215515.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2048" data-original-width="1330" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjsizCQ79W9ufTKHrM75CmmAPI6tQW_pHakWqfPBlI-_EturBljUxMNB-KKFw2zc2IzkRndIaZsD6tIYrBMlNntzczT1LqpyB2JUOUVvLgQucgs2co1WyZOxEbJ-9pe05ugbrFtQ6BtcFeT/w416-h640/IMG_20211127_215515.jpg" width="416" /></a></span></div><span style="font-size: x-large;"><br /></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">“El efecto lata de mortadela”, del que ya he escrito en alguna ocasión, no es más que la metáfora burda de la expulsión</span><span style="font-size: x-large;"><span style="font-size: x-large;"> contemporánea</span> del Paraíso. La explicación es de un sutileza sonrojante: introduzca el puño cerrado por la base contraria a la boca de la lata (turismo de masas); empuje con denuedo y sin pausa (vuelos baratos, airbnb, hoteles a mansalva, oferta hostelera en casi todos los bajos del centro…); y una apetitosa barra de mortadela aparecerá por el lado abierto para la ocasión (los habitantes naturales de la ciudad expulsados). Esta “mortadela” saliente va habitando poco a poco los nuevos anillos urbanizados del infierno, los cuales aparecen como una mancha de aceite que se expande por el plano del extrarradio. Aquí hablamos de vivienda, pero ¿qué decimos si nos referimos a la ocupación de espacios de esparcimiento que han sido tomados por los visitantes eventuales, dando lugar a que los lugareños también se tengan que expandir-esparcir hacia más allá de sus fronteras para encontrar un lugar de tranquilidad que ya no ofrecen sus propias ciudades?</span><br /></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizgNw6c6xhnTmoJVQHOACZP1_ND-icRXWCAecjtX73Ig7hU4sfApR-qcIcIlOkinxGAU1epNDIWAO4844O1JYWVHxTWgzWDB_VLRAbHfsnqLTPjLyhtZ0LvG4J4eD5eVp5F3jLJBfjm3Kb/s2048/IMG_20211127_234321.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2048" data-original-width="1536" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizgNw6c6xhnTmoJVQHOACZP1_ND-icRXWCAecjtX73Ig7hU4sfApR-qcIcIlOkinxGAU1epNDIWAO4844O1JYWVHxTWgzWDB_VLRAbHfsnqLTPjLyhtZ0LvG4J4eD5eVp5F3jLJBfjm3Kb/w480-h640/IMG_20211127_234321.jpg" width="480" /></a></div><br /><p style="text-align: left;"><br /></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"> </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">Hoy fuimos a Cortelazor, pueblo de la Sierra de Aracena que no llega a 400 habitantes en su día a día. Creo que sería alrededor de 1989 cuando llegué allí de la mano de un anfitrión y un amigo maravilloso: el señor Vázquez. Él nos abrió las puertas del pueblo de sus padres y nos presentó como camaradas a los naturales. Mucho alcohol, mucho buen jamón y mucho cachondeo se ha trasegado por estas calles. El fruto de todos estos años acudiendo a las fiestas del lugar ha sido la amistad con algunos de los que allí aún quedan. Coro y Jesús, su marido, son de esas amistades. Si algo tienen los de Cortelazor es el sentido de la hospitalidad. Puedo decir que su bondad, su falta de prejuicios y una particular manera de ser cosmopolitas sin necesitar mucho mundo para ello es marca de la villa. Este sábado en la plaza hemos degustado los manjares de Eligio mientras que nos contaban cómo la afluencia de gente de fuera abarrota el pueblo los fines de semana. Ellos no lo dicen, pero nosotros sí que vemos la manera en que el idílico anonimato de este sitio va desapareciendo en detrimento de su esencia y de su tranquilidad. Las rutas que apenas solo conocían los que allí habitan, una especie de patrimonio natural resguardado de la voracidad del turismo de fin de semana, se consume por la masa guiada por la publicidad de las redes sociales y los vídeos colgados en youtube. Coro y Jesús no se quejan; también he de suponer que algo de beneficio traerá todo ello a la zona. </span><br /></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjeVnyTr9fxiUDGdWkg2HeIXZ3qnI0chHzp6IV8xqIeBlDthB6ylvlovsqVExGkqxLgGCkaU8nLRMALIKSO9j-6-BOI0Gfd-X8uXFMcoGe1QyxTYrMhB11e8V_IQXg9uzh88NELd5gNhw2/s2048/IMG_20211127_234529.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2048" data-original-width="1812" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjeVnyTr9fxiUDGdWkg2HeIXZ3qnI0chHzp6IV8xqIeBlDthB6ylvlovsqVExGkqxLgGCkaU8nLRMALIKSO9j-6-BOI0Gfd-X8uXFMcoGe1QyxTYrMhB11e8V_IQXg9uzh88NELd5gNhw2/w566-h640/IMG_20211127_234529.jpg" width="566" /></a></div><br /><p style="text-align: left;"><br /></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">A la salida hacia la carretera general vemos unas pintadas alusivas a la construcción de una vía rápida. “No a la vía rápida”. Un desastre ecológico se cierne sobre la belleza de este paisaje. La rapidez se aviene mal con estos lugares. La velocidad tecnológica está filtrándose en proyectos que no la necesitan. Esa rapidez que lo copa todo en nuestro día a día ha de mantenerse alejada de ciertos espacios. Me pregunto si los de allí la querrán. Habría que preguntarles a ellos antes que a los empresarios que moverán sus mercancías (incluidos en ellas los humanos) en la mitad del tiempo que lo hacen ahora. Menos tiempo; más ganancia, más gente, más riqueza (¿de qué tipo?). El dominguerismo hace que incluso se organicen brigadas locales para frenar a las hordas que pillan las castañas de fincas particulares (“rápidamente”). Razias de fin de semana que van asolando la riqueza espiritual y material de aquellas tierras. Ojalá no se nos vaya la oportunidad de preservar la belleza de por allá. Ojalá nos queden muchos años de ir a ver a los amigos, con tranquilidad y sin vías rápidas.</span><br /></p><p style="text-align: left;"><br /></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-56016628238368403002021-11-22T13:18:00.004-08:002021-11-22T13:22:42.834-08:00Mucho Yo y poco tú en el Día de la Música<p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> </span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhPXExKyqudyA-gabtbZ_faUVadrau2oRKbzbeP2XmhqCq5wayArdlwX3G1zNjN6aEkaY1V15HLinq1TYFZ0E0eTWzaKrwQhQpjM60xGVlo_j17147tOcVpRYxwWOc_-4TSYhyphenhyphen6G8m09jTU/s502/bernart.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="502" data-original-width="500" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhPXExKyqudyA-gabtbZ_faUVadrau2oRKbzbeP2XmhqCq5wayArdlwX3G1zNjN6aEkaY1V15HLinq1TYFZ0E0eTWzaKrwQhQpjM60xGVlo_j17147tOcVpRYxwWOc_-4TSYhyphenhyphen6G8m09jTU/w638-h640/bernart.jpg" width="638" /></a></span></div><span style="font-size: large;"><br /></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">La literatura, como todas las artes, no puede sustraerse a su tiempo. Se tiñe del color de la vida que camina por los senderos de cada momento. Basta con leer los periódicos, ver un rato la tele o trastabillarse por internet para sospechar a que huele la tinta que contará o cantará el tiempo que nos ha tocado vivir. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">También vale para la música. Escuchen durante un rato, </span><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;">si no,</span> las letras de los temas de <a href="https://www.youtube.com/watch?v=CWCxuDnVVkU">Yung Beef</a> o de <a href="https://www.youtube.com/watch?v=SW6L_lTrIFg">C. Tangana</a>. Si no basta con observar detenidamente sus miradas para sospechar sus limitaciones como individuos, apenas treinta segundos admirando sus creaciones ya dan para constatar hacia dónde va la música comercial que consumen (sin control ni interés parental) miles de adolescentes y no tan adolescentes. Lo explícito y lo feo (en lo estético y en lo moral) emergen a cada línea en la creación de estos artistas. Lo que más me llama la atención es que Kiko Veneno y algún componente de Ketama acompañen a este tal Tangana en uno de los vídeos enlazados arriba, lo cual no es más que la muestra de que, además de “producto producido” (valga la redundancia), se trata de una veta creada artificialmente en la mina de la música de ahora. Los gigantes (entendiendo “gigantes” como los que vinieron antes) se empequeñecen portando en sus hombros a estos nuevos “enanos” de circo. <br /><br />Bernart de Ventadorn, trovador provenzal del siglo XII entra en liza en una pelea de gallos con C. Tangana, juglar del XXI. Casi un milenio los separa. La comparación de unas estrofas de uno y otro da la medida de la aniquilación absoluta que ha supuesto el reguetón y sus alrededores con respecto a las formas de la poesía amorosa dentro de la tradición literaria occidental. Compararlos es como colocar a un águila junto a un espantajo. Por el desagüe se escapa toda la poesía del amor cortés, el Petrarquismo, el Romanticismo, el Simbolismo, el blues, el tango, la bossa nova, la canción melódica, los Beatles, etc. Miren si no:<br /></span></p><p><span style="font-size: large;"><br /><i>Ya que con mi señora no me valen<br />ruegos ni compasión, ni mi propio derecho,<br />y a ella no le agrada<br />que la ame, nunca se lo volveré a decir.<br />Así me alejo de ella y me aparto;<br />me han muerto y como muerto respondo,<br />me voy –ya que no me retiene–<br />desdichado, al exilio, no sé a dónde.</i><br /></span></p><p><span style="font-size: large;"><br /> <i>Antes de que muera yo </i></span></p><p><i><span style="font-size: large;">Pienso follarte hasta borrar el límite entre los dos</span></i></p><p><i><span style="font-size: large;"> Antes de que muera yo </span></i></p><p><i><span style="font-size: large;">Quiero jugar con mi vida hasta haberle perdí'o el valor </span></i></p><p><i><span style="font-size: large;">Antes de que muera yo</span></i></p><p><i><span style="font-size: large;"> Le meto a él y a quien venga detrás, no le temo al dolor </span></i></p><p><i><span style="font-size: large;">Tengo más guardao', desde hace años, pesao' (Eh)<br /></span></i></p><p style="text-align: left;"><span style="font-size: large;"><i>Los voy a aguantar hasta el KO</i></span></p><p style="text-align: left;"><span style="font-size: large;"><br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Creo que el reguetón o el trap aglutinan buena parte de lo que es este mundo en el que vivimos y viviremos: autobombo infantil, cosificación de los individuos (material consumible y desechable, Maluma <i>cantat</i>), victoria de lo explícito (que pone en grave riesgo la existencia del humor, el amor, la capacidad de leer entrelíneas, la ironía…), lo pornográfico, la inmediatez (el click con el dedo para comer, comprar, ligar, votar…), el "autotune" uniformador de voces, la delincuencia o el "forajidismo" como valor, etc. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Hoy, 22 de noviembre, ha sido día de Santa Cecilia, patrona de la música por un error de transcripción. En las actas de su martirio figuraba <i>organis illa decantabat...</i>, que se traduciría como "ella cantaba entre intrumentos candentes", pues fue condenada a morir por el vapor de un <i>caldarium. </i>Ese error de transcripción se tradujo en "ella cantaba y se acompañaba de un órgano" (<i><u>canentibus</u> organis decantabat...</i>). Encomendado quedo a la Santa "por mí y por todos mis compañeros" para que nos ayude a no perder nunca la capacidad de apreciar la verdadera música. Santa Cecilia nos libre de la basura.<br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Un buen amigo me acusa de moralista en estas fritangas y puede que tenga toda la razón. Cuando uno es padre mira el futuro con más interés, pues cuando deje de pesar sobre la tierra el futuro moldeará el arte que venga y, también, la mirada de los que habiten el Planeta. Vean un vídeo del tal Tangana antes de irse a dormir esta noche o lean un poema de amor. Según la elección, los sueños serán bien diferentes. Good night, my friends.</span></p>Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-17166883600127878272021-11-17T14:03:00.005-08:002021-11-17T14:07:36.239-08:00La alegría que se fue <p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"> </span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: x-large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpcHJlAVQIF89Oby6dTgXUF2ysyTK9tm4UpX5Pzg1MjpFSOnbmGyS6LgQp8FPz6ziAPHT0ler9uo5wjq8jbRkhFP6D6S1BC5GJP2tNNrSdGK6IN_yqYOsu0Wl74gSIozAX4Y_5lZeuE7NY/s1280/-5802932659133986704_121.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="622" data-original-width="1280" height="312" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpcHJlAVQIF89Oby6dTgXUF2ysyTK9tm4UpX5Pzg1MjpFSOnbmGyS6LgQp8FPz6ziAPHT0ler9uo5wjq8jbRkhFP6D6S1BC5GJP2tNNrSdGK6IN_yqYOsu0Wl74gSIozAX4Y_5lZeuE7NY/w640-h312/-5802932659133986704_121.jpg" width="640" /></a></span></div><span style="font-size: x-large;"><br /></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">Esta foto es prestada. Me la pasa mi mujer y ella misma me hace reflexionar sobre la imagen. Se trata de su colegio, el López Ferreiro en Compostela a principios de los 80. Me llama la atención sobre la interrelación de los que aparecen. Ahí mismo, visible por su naturalidad, está la alegría del movimiento, de la búsqueda, de la pose, del cachondeo. A pesar de lo limitado del patio, de la escasez de mobiliario, del eterno suelo mojado de Santiago en invierno, todos los que aparecen tienen algo que decirse, se tocan, maquinan, se putean, pero todo hilado con el fino hilo de lo que está vivo. He de suponer que cualquiera de los que pasáis por aquí podríais remover el cajón de las fotos familiares y encontrar escenas similares. Hace unos años serían meras fotografías de patios de colegio; hoy son un testimonio social de gran valor por lo que tiene de elemento comparativo con lo que se puede ver hoy día en estos mismos patios.<br /><br />Hace un par de días, compartí con mis compañeros las reflexiones que siguen en torno a este problema que en nuestro centro de trabajo (y en tantos otros) está dando lugar a un cambio en las relaciones entre los estudiantes, entre estos y el mundo que les rodea, entre ellos mismos y su capacidad para estudiar. Las comparto aquí con ustedes por si son de valor para abrir el debate, que era lo que yo deseaba cuando las envié. Solo he recibido algún “cuánta razón tienes” y demasiados “mutis”. Ahí lo dejo:<br /><br /><i>Estas líneas que siguen son un intento de compartir una reflexión en “voz alta” con aquellas personas que se planteen la conveniencia o no de la presencia de los móviles en nuestro centro. En estos puntos me remito a lo observado directamente durante los años que llevo trabajando en este lugar. No trato de convencer a nadie de nada. El fin es abrir una línea de reflexión personal en cada uno y, si se desea, verterla en un debate más general. En estos ocho puntos desgrano qué puede llegar a suponer o supone para nuestros estudiantes (y para el Claustro) el uso continuado de teléfonos móviles en el espacio donde desarrollamos nuestro trabajo:<br /><br />Supone un foco de desatención y desconcentración: el joven pierde dos de los pilares básicos para la comprensión del mundo: la atención para ver qué ocurre y la concentración para profundizar en ello. La mera presencia del móvil entre clase y clase no les permite tener un tiempo de relajación real. No hay un ritmo saludable cuando no se respeta el binomio tensión-distensión. Por ello, la vuelta a clase está llena de “ruido”, el cual es letal para que atiendan a nuestra explicaciones con una presencia real. <br /><br />Es un elemento des-sociabilizador: los estudiantes no tienen una relación directa con sus iguales. Es la tecnología la que crea el aparente vínculo entre los jóvenes, pero se pierde todo lo humano que rodea al mensaje y, en este trance, llegan los malentendidos (ambigüedades, dobles sentidos, etc.) que luego se traducen en el epicentro del conflicto que pueda surgir entre ellos.<br /><br />Resulta un elemento de conflicto y desestabilización emocional en el ámbito escolar, convirtiéndose en un arma que complica las relaciones con mensajes innecesarios entre clase y clase, con la circulación de contenido inapropiado para su edad y desarrollo, o con fotos y vídeos que se graban con o sin el consentimiento de la persona grabada.<br /><br />Da lugar a un paulatino desgaste de la voluntad de trabajo: todo se deja para el móvil. Por ejemplo, la búsqueda de palabras, con la consecuente desaparición del diccionario y de la posibilidad del descubrimiento personal; la pérdida del cálculo mental en operaciones matemáticas básicas; o, por citar otra circunstancia, la casi anulación de la escritura manual en el hecho de, por ejemplo, apuntar las tareas para casa.<br /><br />Propicia la vida nerviosa, haciendo caer a algunos en un bucle de dependencia del aparato y de sustancias que les facilite tener (aunque sea a destiempo) un ciclo circadiano adecuado. El consumo de melatonina para conciliar el sueño es cada vez más frecuente entre nuestros jóvenes. Por contra, se abusa de las bebidas energéticas cuando no se puede tirar del cuerpo de día. Se puede observar el consumo de estas últimas en el propio patio. Esto provoca un emparejamiento nada saludable sobre el organismo humano de sustancias que se encuentran en polos opuestos de acción.<br /><br />Da lugar a la creación del “yogui tecnológico”: jóvenes que en el patio se cruzan de piernas en el suelo. Encorvados y con el móvil entre las mismas, comen solos, sin apenas percatarse de lo que ocurre a su alrededor y sin que haya un encuentro humano directo y veraz. El “yogui tecnológico” busca escapar de un aburrimiento que él mismo crea por ausencia de relaciones entre iguales. Todo es un trabajo por llenar una vida vacía porque no hay vínculos con la parte humana de su existencia.<br /><br />Crea individuos endebles en el carácter: la continua relación con lo superficial y lo meramente emocional produce seres de carácter vulnerable, dependientes de un “like” para seguir contentos durante el resto del día. Se corre el peligro de que se pierda la perspectiva que permite diferenciar lo importante, lo trascendental, de lo superficial.<br /><br />El volumen de lo que llega a través del móvil aparece sin estructura, sin orden, sin dosificación, sin jerarquía. Todo vale y tiene la misma importancia. El discurso roto y falto de esa estructura también dificulta la construcción de planteamientos claros a la hora de abordar un examen o de buscar soluciones a un problema.<br /><br />Supongo que podríamos sumar algunos puntos más al respecto. Lo dejo aquí con la esperanza de que sirvan para lo dicho más arriba. Un “centro libre de móviles” (tal como se estableció a nivel nacional ese ya tan olvidado lema de “espacios libres de humo”) facilitaría nuestro trabajo y crearía un centro escolar diferente en muchos aspectos: más humano y más centrado. Por otro lado, se podría destacar la urgencia que tiene todo esto para la consecución de una generación de jóvenes que aborden sus paulatinos hitos vitales con madurez y reflexión. Tenemos una obligación para con ellos en lo referente a su educación y a su formación como individuos. Creo que todo lo expuesto arriba va en esa dirección.<br /><br />Muchas gracias por la atención prestada.<br />Un cordial saludo<br /> </i></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: x-large;"><i><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0d3RTux-GBJOlsPOR2G-hnKUG0L7zgpMBN1WaYVCZCxMZUTRj9QE4xei2XVwlZNjTtkWdr3tz3uHhg8T1gBLeUcfo5dIHMk9rZGKYDkQ_oiBEjpRI7zv_yxRrdiT-XdHAUsci94il8xWF/s1500/stock-kids-on-cell-phone.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="1500" height="426" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0d3RTux-GBJOlsPOR2G-hnKUG0L7zgpMBN1WaYVCZCxMZUTRj9QE4xei2XVwlZNjTtkWdr3tz3uHhg8T1gBLeUcfo5dIHMk9rZGKYDkQ_oiBEjpRI7zv_yxRrdiT-XdHAUsci94il8xWF/w640-h426/stock-kids-on-cell-phone.jpg" width="640" /></a></i></span></div><span style="font-size: x-large;"><i><br /></i></span><p></p>Unknownnoreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-43627984527314084352021-11-17T13:21:00.007-08:002021-11-17T13:32:34.988-08:00"Yo sé quién soy"<p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"> </span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: x-large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiyb1V7el8SUL6sJaSwdtE8a9fVApCRy3NXtRFacBua1iCxkwHVq-dJcGG5TG94W8N1nGPSg48fVTMuIquBXC4Qvlds8s1s3DVrzqUXdf2YdRzv5NDZR7B0HgGVWNf3fwpG-NFkBHDnUS8t/s2048/258195651_411469480630478_1072805196480560613_n.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1536" data-original-width="2048" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiyb1V7el8SUL6sJaSwdtE8a9fVApCRy3NXtRFacBua1iCxkwHVq-dJcGG5TG94W8N1nGPSg48fVTMuIquBXC4Qvlds8s1s3DVrzqUXdf2YdRzv5NDZR7B0HgGVWNf3fwpG-NFkBHDnUS8t/w640-h480/258195651_411469480630478_1072805196480560613_n.jpg" width="640" /></a></span></div><span style="font-size: x-large;"><br /></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"> “A mi prima la reforma del piso le ha quedado chulísima: cocina americana, salón amplio y con luz natural…”, suelta por el teléfono un tipo cuarentón de dos metros de altura que me cruzo a la entrada de donde vivimos. “Dile que necesitas los muebles pronto; que, una vez terminen los pintores, tienes que montar tu nueva casa”. Esto otro lo cuenta una señora en el metro mientras habla por el móvil. La gente reforma pisos, lo fotografía, lo cuenta y lo cuelga (supongo). En la sala de espera del fisioterapeuta (fascitis plantar desde hace más de medio año; uno se hace viejo), una mujer española, de unos cuarenta años y traje de chaqueta de espiguilla gris, se sienta delante de mis narices, coloca el teléfono junto a la boca en modo tostada y comienza a hablar en inglés. Buen acento, decisión, un toque exhibicionista. Yo suspendo la atención sobre la mesa central y espero con la mirada perdida a que termine de contarle a quien sea cómo está el tiempo en Sevilla. <br /><br />Me pregunto si no habrá una conquista silenciosa de los maleducados, de los que no respetan los espacios comunes (salas de espera, los vados, las zonas de carga y descarga, los vagones de tren…). Son, poco a poco, legión. La vida urbana muestra estas cosas con más claridad. “Yo sé quién soy “, dice don Quijote oponiéndose a todo juicio de valor sobre su locura. No puede entrar el mundo a través de esa rotunda afirmación. A cada paso, como una oración, tal vez haya que susurrarlo para no sucumbir a estos gestos cada vez más numerosos. <br /><br />De vuelta a casa, basta un segundo de la visión del río y la rotundidad de la luna para pensar que aún hay esperanza. Mi amiga Lena Heckendorn me envía esta foto desde Noruega, pues la belleza, afortunadamente, tampoco descansa para los que la buscan. Que descansen. Seguimos.</span></p>Unknownnoreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-39172237407698695472021-11-13T14:43:00.005-08:002021-11-13T15:12:46.658-08:00Identidad<div><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgd5EoYrs7vx2ufalBQaw1rYgtmC92R8bGrVbU89juaJ3ZaxqszJUKsflMXWQt9AubTltHzvKAmglZPfQfLQGMkgzWB4lTTJdmJT6bWMK_6XSwe7Cqi-KBwKn_4825nUfRDg6HIT1SF7XW-/s2048/IMG_20211113_130537.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2048" data-original-width="1537" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgd5EoYrs7vx2ufalBQaw1rYgtmC92R8bGrVbU89juaJ3ZaxqszJUKsflMXWQt9AubTltHzvKAmglZPfQfLQGMkgzWB4lTTJdmJT6bWMK_6XSwe7Cqi-KBwKn_4825nUfRDg6HIT1SF7XW-/w480-h640/IMG_20211113_130537.jpg" width="480" /></a></div><br /><span style="font-size: x-large;"><br /><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">Este que ven aquí fui yo. Supongo que con más o menos 23 años. Ese “yo” ya no existe, a no ser por algunos rasgos irrenunciables y bien pegados al tejido adiposo de la personalidad. En estos ejercicios suicidas con el pasado uno sale mal parado siempre. He de suponer que soy el de la fotografía porque me ha acompañado en múltiples mudanzas durante un cuarto de siglo. La supervivencia de esta imagen es un cúmulo de afortunadas situaciones que la salvaron de no acabar traspapelada u olvidada en los polvorientos rincones de todas las mesitas de noche por las que rodó. La identidad de aquel joven la conozco. “Como todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante”, decía el poeta Gil de Biedma. Le doblo la edad a ese individuo y desde aquellos finales de los noventa me interpela si lo miro fijamente. Su mirada no promete mucho; se trata de un muchacho adormilado, cómodo en su condición de universitario. Creo recordar que guardaba como afán secreto ser escritor algún día. Ya no lo sé. Me parece una injusticia querer darle una vida a alguien que no se puede defender. Lo que sí creo es que tuve clara mi identidad. Evidentemente, cuando uno cruza la veintena lucha por ser; luego vendrán las oscuras y esquivas luchas por tener y mostrarse al mundo (más o menos mediada la treintena) con los objetos que nos explican (como hacen los adolescentes con sus zapatillas, por ejemplo). Pero el caso es que sabía que iba a ser profesor algún día y que no viviría siempre en mi ciudad; que viajaría a lugares habitados por los espíritus literarios que yo perseguía en los libros; y que me enamoraría de alguien especial. </span><br /><br /><span style="font-size: x-large;">Si me remontara más atrás, a mis dieciséis años (afortunadamente no hay foto de esa época), la cosa iría más por la pasión por el baloncesto, el deseo de ser diferente y la no siempre edificante vida con los amigos. Tenía dudas, como todo adolescente, sobre cuestiones de lo más variado. Amigas y amigos de aquella época quedan algunos (los importantes), otros se fueron y algunos los dejé marchar (o me dejaron marchar) por razones de intereses vitales y posturas ante el mundo bien alejadas y contrapuestas. Los que fueron íntimos y aún lo son, suponen un maravilloso tesoro. Las conversaciones con estas personas son un cofre desde el cual recobrar el pasado a fuerza de memoria compartida y complementaria; también resultan una búsqueda por desentrañar el misterio de la amistad y de la vida ahora. Alguna vez he hablado con los íntimos de aquellos días de compartir música y libros, ideas y sueños, en nuestras habitaciones de las casas familiares. Había un evidente amor fraternal que no había ni que mentar para saber que estaba ahí. </span><br /><br /><span style="font-size: x-large;">Me pregunto cómo hubiéramos vivido a día de hoy aquella íntima amistad. La confusión de los afectos es un denominador común de nuestro tiempo. ¿Se podría haber confundido ese amor fraterno con atracción sexual? ¿Se podría haber compartido la intimidad entre hombres desde la filia (amor fraterno) sin que entrase el eros (amor sexual) a no ser que hubiera una verdadera atracción? No lo sé. Constato que ahora esto es más difícil de separar. Este año, algunas alumnas me han pedido personalmente que las trate como chicos. Su primer paso es masculinizar su aspecto y, un poco más tarde, sus nombres. Yo les digo que sí, sin embargo, me pregunto si hay suelo en esas decisiones, si no hay algo de moda en todo ello. No dudo que exista un claro deseo de cambiar de género en muchas de ellas, y de manifestarlo de una forma clara y contundente. Eso lo aplaudo, aunque me siga preguntando si no será en algunos casos fruto de un contexto que converge hacia lo difuso y la programada ruptura de los límites genéricos en pos de no sé qué oculta razón. Durante esa misma semana oí a unos jóvenes de trece años afirmar con orgullo ante un auditorio de colegas que eran vegetarianos por convicción. “¿De verdad?”, preguntaban los otros con una mezcla de sorpresa y admiración. Cuando salgo del centro, me topo con un anuncio de Burger King vegetariano en la parada del autobús. La presencia de lo vegetariano también se hace ubicua y se convierte en un signo de diferenciación prestigiosa ante los demás. </span><br /><br /><span style="font-size: x-large;">Observo que el mundo sigue moldeando en su torno imparable nuestras vidas y nuestras decisiones. Abrir mentes es propio de la filosofía; cerrarlas, de la propaganda. Nuestros adolescentes necesitan certezas que iluminen sus dudas en un ambiente limpio. Por el contrario, vivimos un momento en el que los jóvenes toman por certezas sus dudas (lo cual es lo normal), pero guiados por la corriente de pensamiento que florece en los medios de comunicación y en las redes sociales. Tal como va la cosa, esperemos que por el camino no haya muchos equívocos identitarios.</span><br /></div><p style="text-align: justify;"></p><p style="text-align: left;"><br /></p>Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-71458434870832353172021-11-08T15:35:00.005-08:002021-11-08T22:29:03.928-08:00Sin jóvenes en la sala<p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: x-large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhDEyVvo4K1lYsX53lJFj4kgfokTIIFUBe4h9S3LrniqM-G5qcU8mrXH_SkJXGQK_d2C4_3YBSsI0PPHvyGSDXlbLLKqcx1xSzghE_y5vfxFNIYYkzGuVXzlQtz3_1PSK7QyzhanhlkFrAK/s1600/marcin.jpeg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1600" data-original-width="1065" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhDEyVvo4K1lYsX53lJFj4kgfokTIIFUBe4h9S3LrniqM-G5qcU8mrXH_SkJXGQK_d2C4_3YBSsI0PPHvyGSDXlbLLKqcx1xSzghE_y5vfxFNIYYkzGuVXzlQtz3_1PSK7QyzhanhlkFrAK/w426-h640/marcin.jpeg" width="426" /></a></span></div><span style="font-size: x-large;"><br /></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">Hay hombre sentado al fondo del escenario abrigado por los focos. Porta un tridente en forma de saxo tenor, como un Neptuno varado. Es Joe Lovano. Acompaña a los músicos polacos que conforman el Marcin Wasileski Trio. El viernes tuve ocasión de oír la manera en que las tradiciones musicales de Europa y EE.UU. se unen en este cuarteto de artistas. Wasileski me dio la impresión de venir de las melodías de los grandes salones de finales del XIX, contrapunteadas con una sección rítmica bien ajustada a sus juegos. Jazz de precisión austro-húngara compensado por las evoluciones en la escala negra de un Lovano que, anciano, ya venía de servirse unas cuantas copas de vino de Rueda antes de subir al escenario, tal como pudimos ver mis amigos Mercedes, Joaquín y el que esto escribe. El momento que hizo vibrar a la concurrencia se dio cuando el polaco se acercó al terco boogie-boogie que marcaba Lovano y su tradición, tensando así el milagroso hilo que une el Viejo Continente con África y con Estados Unidos. Concierto correcto que, al acabar, nos llevó de nuevo al bar y a una “jam session” en la que comparecieron músicos locales con ganas de montar una buena fiesta, como así fue. <br /><br />Cuento todo esto para llamar la atención sobre un hecho que da la medida de hacia dónde nos dirigimos: no había apenas jóvenes entre los asistentes al concierto. Como si de una misa se tratara, sólo asistían personas mayores a él. Recuerdo que cuando era universitario existían en la ciudad ciclos de música a los que acudíamos con verdadero interés, como si se nos fuera a manifestar un saber oculto en el patio de butacas. Eran los tiempos del "New Age" musical que traían a Sevilla a Mertens, Nyman o Vitale, entre muchos otros, los cuales nos podían gustar más o menos, pero que duda cabe de que asistías a algo que nos sacaba de la grisura de la música de la radio-fórmula y nos ofrecía otros paisajes musicales. Eran los tiempos de aquel Ramón Trecet que nos había dado jarabe del bueno con su programa de basket “Cerca de las estrellas” los viernes de madrugada y ahora nos daba canela fina en Radio 3. Con su ya habitual “buscad la belleza” cerraba el programa, convocando a unos cuantos a que nos tiráramos a la calle, efectivamente, buscándola. Algunos podemos decir que somos hijos de Trecet. Aún nos quedará algo de ese afán de buscar lo bello entre las nuevas formas de fealdad. Que no haya jóvenes en estos conciertos de ahora es una mala noticia, pues el jazz es una manifestación cultural exigente (como lo puede ser la música barroca o cualquier fruto proveniente de un arte verdadero), que requiere de una actitud determinada ante el mundo. No me refiero a una actitud elitista, sino de pregunta, de búsqueda, de incluir otras sensaciones que supongan un salvavidas para lo repetitivo y lo previsible. Los viejos vamos a estas cosas como el que sueña con volver a sentir aquello oscuro o luminoso que un día se le presentó, casi sin avisar, en forma de música, película, paisaje, amistad o, por qué no, amor. Pienso que urge introducir una asignatura de historia de la música del siglo XX en los centros de enseñanza. Mostrar la tradición y la forma en que esta evoluciona puede hacer que veamos a algunos jóvenes dejándose caer por los conciertos. Por citar un caso de desculturación general, el otro día me decía un primo que, en el máster al que asiste sobre escenografía, nadie sabía entre los jóvenes matriculados quién era Jimi Hendrix. <br /><br />Ahora que tanto ha dado que hablar el bono cultural (pienso que innecesario si no se replantea), yo lo daría con 10 pestañas troqueladas y con el “producto cultural” (tremendo término) ya establecido en cada una de ellas. En él colocaría, entre el jazz, la música clásica, la ópera, los libros, los mangas, los conciertos de reguetón y los discos, una pestaña para un espectáculo taurino, pues no hay nada mejor que la experiencia personal para sacar conclusiones sin necesidad de que te guíen otros. Teatros, salas de conciertos y plazas de toros no son la misma cosa. La tradición trae aires antiguos de Nueva Orleans al jazz de hoy, así como la tradición hace pensar que conservar los cosos taurinos abiertos es un derecho. El reguetón mata el gusto; el torero hace lo propio con los morlacos. Los prejuicios matan la reflexión. Cuídense de ellos y escuchen buena música.</span><br /></p><p><br /></p>Unknownnoreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-81554377300392160522021-11-06T17:09:00.006-07:002021-11-07T10:11:43.264-08:00La ciudad de noviembre y lo que vendrá<p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"> </span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: x-large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgBdMrxjgtnSLDrbVJMHpnyKVhCJzvnawk8icgANxO1aC_gn-s9BjAPG0yYgiKytGksIUOj6xUgGm_TJeTjpNhd8nQb1U6ihtRpeXThaxS1x-vUckuO87hr7VxrBELplgYLhdyZyDcT12bY/s2048/IMG_20211106_100757.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1536" data-original-width="2048" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgBdMrxjgtnSLDrbVJMHpnyKVhCJzvnawk8icgANxO1aC_gn-s9BjAPG0yYgiKytGksIUOj6xUgGm_TJeTjpNhd8nQb1U6ihtRpeXThaxS1x-vUckuO87hr7VxrBELplgYLhdyZyDcT12bY/w640-h480/IMG_20211106_100757.jpg" width="640" /></a></span></div><span style="font-size: x-large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgC3dAYX4fdhTdPknKzEWZPDL0ZxAkHDn2_wk7Ubcm0ecNq6sdurvAnWmOMS7WpB6CgarhFJTccE0yAUNDmw-ykezXgiVSbMWMV3kelX11gbW3sAoaowZI0usBv3RxvuLJ9_qLSugIveN6P/s2048/IMG_20211106_173601.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2048" data-original-width="1536" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgC3dAYX4fdhTdPknKzEWZPDL0ZxAkHDn2_wk7Ubcm0ecNq6sdurvAnWmOMS7WpB6CgarhFJTccE0yAUNDmw-ykezXgiVSbMWMV3kelX11gbW3sAoaowZI0usBv3RxvuLJ9_qLSugIveN6P/s320/IMG_20211106_173601.jpg" width="240" /></a></span></div><span style="font-size: x-large;"><br /><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiZ7f2JLeCsO2BNAhGceB1358aO8365daJ8xsmSGSYoU42o5MWw2k3Tnh2g2S9Zba_FtiHszXOI6nX5fXK_czEjBpmvdEOiavCZsZExEQ64G2W4yUtZdBVzjnsc65c4Q3nu3RjbSWERRMok/s2048/IMG_20211106_100631.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1536" data-original-width="2048" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiZ7f2JLeCsO2BNAhGceB1358aO8365daJ8xsmSGSYoU42o5MWw2k3Tnh2g2S9Zba_FtiHszXOI6nX5fXK_czEjBpmvdEOiavCZsZExEQ64G2W4yUtZdBVzjnsc65c4Q3nu3RjbSWERRMok/w640-h480/IMG_20211106_100631.jpg" width="640" /></a></div><br /></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;">La ciudad comienza a abrigarse y a buscar el sol. El Metro advierte que a partir del 8 de noviembre no se permitirá la entrada de bicicleta ni patines en los vagones durante las horas punta. Paseamos por la ciudad que está en un tris de ser absorbida por la pre-Navidad comercial. Afloran tiendas por las esquinas y chaflanes más deseados. La triada harina-azúcar-plástico se permite pagar los altos alquileres de los locales que ocupan. Vender fruslerías y versiones materiales de la nada (comestibles o “vestibles”) resulta un negocio bastante lucrativo. Bollería caramelizada, helados, gafas, carcasas de móviles, recuerdos de la ciudad manufacturados en Oriente, donuts, chucherías a espuertas ofrecidas en barreños de cristal, etc. son los reclamos del ahora. La traducción del tridente harina-azúcar-plástico no presenta mucha dificultad: engorde-excitación-efimeridad vacua. Todo ello engalanado por una iluminación que este año habría que pensarse si el no ponerla no sería un claro posicionamiento contra una de las injusticias sociales que con más indolencia se está aceptando por parte de todos. Las eléctricas se suman a la orgía secreta de ganar dinero ante la ausencia de revolución popular, aunque fuera únicamente en su versión “light” de salir a tocar cacerolas o a apagar la luz a una hora determinada.<br /><br />Hay una urgencia que nos acucia y que no es otra que pararnos a mirar la que está cayendo, pero el velo para no verlo se está aceptando con alegría. “¿Qué quiere usted que haga, señor Fritanga? ¿Me compro una finca y cabo un huerto? ¿No le parece demasiado exigente y apartado de la realidad lo que usted propone? ¿Y si la felicidad estuviera en todo lo que usted no ve?” No sabría qué responder ante esta batería de preguntas lícitas. Solo veo que el personal vuelve a casa y, después de las ubicuas micro-pantallas de nuestros dispositivos móviles, el plasma aborta cualquier posibilidad de ver el mundo real sin filtro. El miedo pandémico y las catástrofes energéticas y humanas se diluyen en la ficción bien hilada de Netflix y HBO a través de las grandes pantallas y en la auto-ficción maquillada de las pequeñas. Y así vamos, bogando irremisiblemente hacia la Nada.</span></p>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1596324241955197507.post-7768902352731199582021-11-04T16:35:00.003-07:002021-11-04T16:37:38.564-07:00 Días iguales persiguiéndose<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhe8mm8sHWpEY9a4-PsECE4PH9uAlGrLZdxLdkL826qoUyn3Q0jVkOJCucCFFTHUN4MDOx87HsLXo7V3ONgZVKyNnS3RmwAkchsnXY3JtxfwBOP3Qn3pIb48pmu9Pmh_gAtLvLEjq6MpBM6/s1381/mapas.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1381" data-original-width="1000" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhe8mm8sHWpEY9a4-PsECE4PH9uAlGrLZdxLdkL826qoUyn3Q0jVkOJCucCFFTHUN4MDOx87HsLXo7V3ONgZVKyNnS3RmwAkchsnXY3JtxfwBOP3Qn3pIb48pmu9Pmh_gAtLvLEjq6MpBM6/w464-h640/mapas.jpg" width="464" /></a></div><br /><p></p><p><span style="font-size: x-large;">Reducido es el mapa.<br />Apenas se registran movimientos en él.<br />Está doblado debidamente;<br />se sabe que su extensión continúa <br />a la vuelta de los múltiples dobleces.<br />Sólo necesitamos esa cuadrícula para movernos<br />y la esperanza de que la geografía continúe<br />aunque nunca se muestre.<br />En el pliegue de más abajo<br />tal vez haya una aventura;<br />en el de en medio, un accidente;<br />en el de más allá, un amor.<br />Pero seguimos desgastando con nuestros pies<br />los filos que no nos atrevemos a conjurar,<br />amarillentos ya de tanta rutina,<br />de tanta inercia en nuestro caminar diario,<br />vacío de sentido, lleno de convenciones.<br />Daríamos lo que fuera por alcanzar <br />el desvaído azul que late al otro lado.<br />Aunque fuera solamente por mojar los p</span>ies.<br /><br /> </p>Unknownnoreply@blogger.com0