jueves, 7 de octubre de 2021

Negocio



Aún cuelga del árbol del ahorcado
un trozo de soga reseca por el sol.

Un topógrafo coloca el teodolito;
en la tarde,
observa el ascenso de la loma
hacia el oeste.
Dos hombres pasan la mano por la espalda
de un señor que sonríe nerviosamente,
bizquea y emite gruñidos de desagüe.
Es el dueño del terreno cercado
por promociones de viviendas.
Frisa los setenta y no le gusta jugar
a ser el último bastión
en medio de la locura de la guerra.

Una noche calculó, mezclando
años de esperanza de vida
y soledades, cuánto podría hablar
en torno al negocio.
Olvidó en la operación mental
los paseos con los perros,
la historia secreta de los olivos,
las pisadas de los muertos
que una vez tuvieron algo que ver con él.
La tierra es un bien lleno de sangre.

La comitiva se va.
El hombre queda solo;
se agacha a coger un terrón,
pero la tierra ya no es suya.
La besa,
pero ya no tiene el gusto de antes.
La huele,
pero es otra la terca sequedad que le habla.
Cuando el paisaje se extingue
no queda recuperación posible:
ni fotos ni memorias
corrigen el antojo del mundo.

Aún cuelga del árbol del ahorcado
un trozo de soga reseca por el sol.

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