viernes, 22 de octubre de 2021

Saltadores de vacíos

 


Uno va a por pan y se encuentra con un nombre: Elder Navacerrada. En un primer momento pienso que no puede ser real, que no hay nadie que se pueda llamar así fuera de una novela. Luego me dan más detalle y entiendo que sólo puede haber un tipo que se llame así y que se dedique a lo que se dedica. Elder es saltador de vacíos. Lo narra un tipo que lo conoce por compartir su afición al cielo con el tal Navacerrada. “Yo empecé con un zepelín cuando no había drones; luego me compré una avioneta, la dejé en mi campo para ver si venía alguien a arreglarla y me la robaron por piezas para chatarra”. Habla Manuel, panadero insigne con más de 300 años de masa madre en la sangre de su mujer. Los antepasados de ella fueron panaderos que regalaron sus saberes a los que vinieron detrás hasta llegar a ella y a Manuel. Para los que vivan por Mairena, pueden probar su arte en Aljareco, tienda de frutas, hortalizas y productos ecológicos a la entrada del mismo pueblo. Manuel llega y te cuenta que ha recuperado una receta con una harina perdida. Sea verdad o no, merece la pena oírlo. Siempre sorprende con su verbo ceceante.


Miro un vídeo de Elder saltando desde el puente del tajo Ronda. Sin avisar. Un salto doméstico que hiela la respiración a los que lo vemos en la pantalla. Al final de la grabación se oye a una mujer que pregunta si es un paracaidista (o no). Imagino la impresión de ver saltar a una sombra. Elder tiene el valor de los temerarios. Doble salto mortal y a comerse el vacío. Un par de segundos para abrir y tomar tierra. El dueño de Aljareco me confiesa, una vez se ha ido Manuel, que se muere por saltar. No comparto estas valentías posmodernas de 170 € el leñazo. Me marcho con mi hogaza de pan con 300 años de conocimientos en la miga. Lo máximo que saltaré hoy es una rebanada con aceite y tomate. El riesgo está en ponerle jamón o no. Feliz fin de semana.

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