martes, 12 de junio de 2012

Los Reyes del corral



Esto que ven arriba es un documento auténtico. No ha pasado por ningún tipo de proceso informático. Es plenamente una obra artístico-ideológica realizada por un pollo anónimo. He de reconocer que pude rescatarla del ignominioso desinterés de las masas adocenadas para mostrarla aquí, fresca y triunfante, y someterla a la juiciosa opinión del público general.

El cuento es breve: una mañana de inspección rutinaria por la factoría de pollos, recalé en uno de los habitáculos que la Dirección tiene habilitados para las aves más díscolas del corral. Acompañado como iba de la Gerente Máxima del complejo, pensé que sería buena ocasión para visitar estas dependencias, dado que la figura de esta señora podría protegerme de cualquier impertinencia o desmán. La norma interna de la empresa recoge la obligatoriedad de que estos pollos permanezcan reflexionando sobre sus acciones bajo la atenta vigilancia de un operario aviar. Me consta que siempre es así, pero también me consta que el celo puesto por unos y por otros difiere venturosamente en tan alto grado que a veces los pollos aprovechan para manifestar su malestar y desacuerdo de modos muy dispares: rotura del mobiliario, pintadas, incisiones en la pared, etc. Hasta ahora había sido así. Así pues, una vez dentro la Gerente y servidor, observamos que cuatro pollos dibujaban con denuedo letras indescifrables y vehículos deportivos. Nuestra máxima autoridad quedó satisfecha del trabajo de estos seres, si bien no reparó en el cuadro que colgaba sobre las cabezas de estos y en donde, como pueden ver, aparecen los Monarcas del Reino de Spain en versión desvaidamente juvenil. En un primer momento supuse que la Casa Real había mandado una versión hippie de los Reyes para acomodar el retrato a estos tiempos postmodernos engolfados en revisitar y releer el pasado. No acepté esta primera tesis porque el verrugón negro supralabial de Doña Sofía la emparentaba más con la Caballé que con la Crawford. Así que me acerqué a la obra para constatar que me encontraba ante una obra de arte aviar, en la que un pollo de los nuestros había emparentado nuestra granja con el París de las vanguardias. Si Duchamp le había colocado un bigotillo a la Gioconda por qué no colocar un bigotazo y unas patillas al Rey de la nación. La Gerente, con la cara más blanca que el pecho de Drácula, pensó que era una absoluta falta de respeto hacia la realeza y como tal no podía permanecer ni un segundo más allí. Descolgué la obra y la puse a buen recaudo, bajo la atenta y jubilosa mirada de esos pollos que pasaban las horas ajenos a tan magna manifestación de ingenio.

De vuelta a casa me pregunté si realmente, como afirman los sociólogos del momento, la pollería occidental está desidiologizada. No lo creo. Prueba de ello es que esta obra no sólo subvierte los principios artísticos del período pre-vanguardista, sino que muestra un claro republicanismo de nuestros pollos que me hace confiar en una revolución próxima. Por si acaso, vayan tomando posiciones. Salud.