sábado, 30 de abril de 2016

Todo muy pop


Tras un silencio prolongado y sordo de frituras, vuelvo a la cocina para contar algunas cuitas contemporáneas a los jóvenes que gustan de cigarrillos Fátima´s (los que fuma Amory Spende en A este lado del paraíso del bueno de Fitzgerald) o, simplemente, de la picadura filipina, como al joven Caravaca, seguidor antaño de estas fritangas.


Desde que no escribo ha venido a copar el mundo el hallazgo multiforme llamado Wallapop. Igual que amigos en edad de merecer o de merecerse una vida a la altura de sus corazones, filias y ensoñaciones me hablan de sus tardes tórridas con usuarias de Meetic, yo podría dar a la freidora unas cuantas semblanzas humanas para deleite de antropólogos modernos del personal que ha pasado por casa para adquirir productos varios. La merma de espacio y la llegada de nuestro primer vástago al mundo han provocado que mi señora haya recurrido a la venta on line de enseres y cachivaches más cargado de polvo y/o melancolía que de utilidad. Para mayor gloria del aburrimiento humano, he visto como tipos venían a por una hucha con forma de buzón de Correos que no se vendía a priori, pero que, al salir en la foto de la mesa escritorio que sí, se convertía al momento en objeto del deseo de seres extraños. Un reproductor de vídeo, lámparas demodé, las obras incompletas de Dickens en clásicos de Aguilar (el comprador estaba en Pontevedra), un sillín de bicicleta, etc. Colgábamos las fotos y en menos de media hora ya habían visto el producto unos cuantos. Ayer tarde vinieron unos cazadores de gangas a llevarse un mueble del televisor en un Renault Laguna ranchera que (chavalitos dixerunt) les había costado 7000 pavos del ala. No en Wallapop, claro.

Cuando se comenzaron a abrir los primeros outlets deslocalizados, ya advertí que no era más que una ampliación del campo de batalla y no, como algunos presagiaban, la muerte de las tiendas de los centros urbanos. El caso de Wallapop es otra parcela más donde el personal se convierte en un compradependiente o en ventadependiente en cuestión de segundos. Fantástico, cierto, pero, viendo el tránsito continuado de gentes y productos, me atrevo a afirmar que hay gente en sus casas tan pendiente a la pantalla del móvil como un crítico de moda en la Pasarela Cibeles.


Por cierto, compramos una máquina de hacer pan y nos dieron, como dicen en Puerto Rico, “mazacote del gollldo”. También es buen sistema de sacarse de en medio chatarra por medio de lilas y primos ilusionados. Besos.