martes, 10 de noviembre de 2015

El mismo fuego, la misma luz

Fotografía: Adelaida de la Corte

– ...
– Pero... hablar de y con la infancia de uno tiene sus riesgos.
– No hable si no quiere. A ciertas alturas de la vida es su pasado el que le habla, el que acomete la tarea de abrir una zanja por la que volverá a correr el agua, aunque usted no quiera.
– El caso es que fui feliz. Hubo un momento en el que lo fui realmente. 
– Pero... ¿cuándo, hombre de dios, cuándo fue eso?
– Yo era la cabeza de un hombre que miraba hacia atrás buscando a una mujer.
– ¿El hombre o usted?
– No lo recuerdo. Olía a gominolas y tenía la piel tersa. Mostraba dos postillones en las rodillas y unos mocos siempre retando a la ley de la gravedad.
– ¿Recuerda en qué momento?
– Sí.
– …

– En el momento en que el tiempo tenía la densidad de la leche y ese hombre y yo fuimos el mismo fuego, la misma luz.

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