domingo, 30 de octubre de 2011

La belleza que huye

Cuando llegó de México, a Valle-Inclán le desagradaba Madrid  porque no le dejaban subir al tranvía con los dos leones que, según él, lo acompañaban habitualmente en sus paseos. Sin leones yo, tampoco me gusta la ciudad a la que retorno para desarrollarme como un no sé qué. La mañana del lunes, de vuelta a la empresa tras un brevísimo paso por los cielos del academicismo universitario, puede ser una hoja bien afilada que me seccionará el cordón umbilical que aún hoy me mantiene unido a un estado de gracia. El Congreso Valle-Inclán y las artes, organizado por la Universidad de Santiago de Compostela, ha dejado en mí patente que uno necesita de “otras voces y otros ámbitos” para poder respirar como un ser normal y no adocenarse con el viciado aire de las aulas. Decía Nietzsche que “tenemos el arte para no perecer a causa de la verdad”. La semana va a ser dura; a ver qué clase de arte me llena el alma otoñal y melancólica que sólo respirará con la ventilación asistida de algún momento de belleza. Estamos de nuevo en la brecha, güeys.

1 comentario:

  1. Se te nota triste,o ¿desilusionado?.....un besito,Manolito!!Bea

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