miércoles, 5 de octubre de 2011

Se acabó el disseny

La dinámica Patrulla Breitling de reactores abría La Festa al Cel en el azul de Barcelona. Un rugido metálico dispersó el animado corrillo de palomas y periquitos que picoteaban unas briznas de patatas olvidadas por alguien en un banco. Caminamos hasta la Barceloneta. Los reductos sin disseny aún existen entre tanto brillo y color sintético. La Cova fumada es la muestra suspendida en un tiempo que se ha llevado estas extrañas formas de negocio familiar. El local es una bodega con la cocina a la vista y con tres generaciones pululando a la vez entre las mesas de mármol que los parroquianos del barrio y algún que otro eventual cliente ocupan. Preside aquel teatro la fotografía de la abuela del señor que regenta el local. “Mi abuela inventó la bomba de patata. La gente no lo cree, pero fuimos nosotros la que la pusimos en el mundo”. Nos pone dos. La mujer se apoya en una silla ataviada con ropa de domingo con un rictus que parece presagiar que las cosas nunca han de cambiar en el negocio si el negocio funciona. Y funciona. Bombas, alcachofas a la plancha, calamares, etc. Cocina de batalla venida del pasado para paladares venidos del mendaz y raquítico presente. Son las dos de la tarde. Nos adentramos en la Barceloneta con nuevas atronadoras pasadas de dos F-16.

La Leo es un bar con mugre, mucha mugre. La mujer que lo regenta es fea y pequeña. Cualquier aprendiz de pintor sabe el significado de unos ojos dispuestos asimétricamente y sin tino en una cara. Es un milagro que no haya gente más mal encarada. La Leo es sobrina, según la aparatosa decoración del bujío, del gran Bambino, que nos vigila desde diversos ángulos fotográficos en poses contrastadas con los escorzos más famosos de la estatuaria clásica. La música la ponen dos lesbianas que han ocupado el juke-box del rincón. Sólo rumba. La cosa se anima y nos animamos. La Leo expende cerveza como si siempre fuera happy hour. Empipado, hago migas con las djs a la que suministramos nuestras últimas monedas para que rumbeemos todos. La dueña del negocio sale a pegarse un baile con nosotros. Un metro cincuenta y cinco, con los brazos levantados hacia el cielo cruzado por la Armée de l´Air esta vez. Unos pasitos, cuatro vueltas sobre sí misma, dos saltos hacia atrás y una cara de macaco con los ojos entornados que mira a las espeleólogas buscando su complicidad. Aquello se cae. Llega un muchacho agitanado con guitarra y una joven natural de Praga a tocar en directo. Por las ventanas que dan a la calle unos guiris introducen sus cámaras para inmortalizar todo aquello. Jamás pensé que Barcelona pudiera ser tan cañí.

Volvemos con el alma atusada por este milagro. Si los paquis supieran lo que se cuece a veinte minutos de El Raval, correrían a cortejar a la Leo y a comer bombas de patata a precios del 2º mundo. Al fin y al cabo la Utrera de Bambino lleva siglos limitando al Este con el lado más gitano de Islamabad. Bona nit.

1 comentario:

  1. Pura genialidad que,ultimamente,sólo disfrutamos asomándonos al blog ¿Saldrás algún dia de las bambalinas?
    Lechuza

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