La marca suiza de relojes
Swatch lanza al mercado again
instrumentos con la maquinaria al descubierto. El alma de los relojes
está hecha con la sustancia del miedo al tempus fugit,
esa sensación que comienza a aplastarnos a partir de los 40, cuando
nada tiene remedio a no ser que nos lobotomicemos o colguemos una
cuerda de una viga y juguemos a pendular (strange fruit)
sobre este mundo correoso. Mal momento para mostrar las almas
achicadas por la coyuntura global. Pienso en esas 342.000 que
desistieron en USA de buscar empleo por puro desánimo. Ya se sabe
que los Estados Unidos tienen una mano rápida a la hora de apretar
el gatillo y de hacer estadísticas. No sé cómo andaremos por aquí,
aunque basta cruzar un par de palabras con alguien para cerciorarnos
de que tampoco estamos en una feria. Los 91 millones de euros que se
han pagado por El grito
de Munch (“una bombilla con las manos puestas en la carita”, my
mother dixit), me lleva a la
siguiente reflexión: ¿qué podemos hacer los que podríamos mostrar
el alma a la manera de los relojes Swatch y gritar con más realismo
que la caricatura del cuadro? Me hacen gracia esas campañas que surgen desde la Red como la de "No vull pagar" contra el cobro de las autopistas catalanas. Desde aquí pongo en marcha una donde el personal se fotografíe o grabe en un puente, con las manos en la cara, gritando todo lo que le den de sí su corazón y sus cuerdas vocales. Seguramente 91 millones de gritos
también se puedan vender en España. Pero nada de expresionismo
pictórico. Puritita verdad.
El silencio es el grito más alto y quien no lo oye es el más sordo.
ResponderEliminarLechuza