jueves, 11 de abril de 2013

¿uzté no zerá ecologista?




Auténticos gurús de las matemáticas aplicadas a la vida contemporánea aseguran que es más barato coger taxis que tener coche propio. Lo dicen como si nada, admitiendo que se basan en unas cuentas que hicieron en su momento y que dejaban más que patente que los propietarios de vehículos eran auténticos primaveras. Mi primaverismo lo promueven la distancia al trabajo y mi habitación extrarradial en el mundo. Qué le vamos a hacer. La rendija por donde cuelo el dinero para mi utilitario es cada vez más grande: seguros, sellos, ITVs (esto por descontado), pilotos y ruedas. Estas últimas me traen por la calle de la amargura. En los últimos dos meses he pinchado en tres ocasiones. Hoy llamé a la grúa. Llegó con ella un hombre corpulento, con unos pectorales colosales. Era algo achatado y con un cimbreo al andar propio de “como te cueles, te parto la boca”; sin embargo, la socarronería de su gesto lo transformaba en un ser casi (casi) de peluche. Ceceaba con gracia: “Estoh cocheh zon mu güenoh; canne de perro”. Asentí. El tipo sacó el gato y se puso a elevar el vehículo como si nada –pienso que podría haberlo hecho él mismo sin la ayuda de ningún mecanismo–. Cuando vi que había dejado la grúa encendida delante de las casas de mis vecinos, le dije que si podía apagarla. “Zon una mijita tonto loh vecinoh, no?”. Le dije que era mejor pensar que lo hacía por puro ecologismo. Pareció que le estaba mentando al diablo. Sin mirarme, afanado en la extracción de los tornillos, me preguntó: “¿uzté no zerá ecologista?... porque yo me cago en loh muertoh de toh elloh”. Evidentemente, en ese momento (menos que nunca) yo no era ecologista.

Al principio no parecía muy decidido a contar nada. El hombre se oponía al ecologismo, pero yo no sabía por qué. Finalmente soltó prenda: tenía fincas de olivos que producían aceite en régimen cooperativo y la Junta (“los ecologistas”, según él) no dejaban quemar las podas en el campo tal como se había hecho desde tiempos remotos. Si esto es cierto, espero que algunos de mis fritangas queridos me aclare por qué pasan estas cosas. Al gruísta le dio por pensar que todos los que vivían en mi urbanización eran ecologistas y como tal me hizo una serie de preguntas: “¿cuánto vale un pizo aquí?, ¿tienen piszina, garaje, niños, parienta? ¿eztan buenah lah ecologistah?” En fin, un alma pura de cántaro que me dijo que había venido desde Galicia con la rueda de repuesto pequeña porque traía el coche cargado hasta las trancas y no quería parar hasta llegar al Sur. Me advirtió que no me diera prisa en cambiarla y que podía ir de aquí a Cádiz 20 veces si quería. Con hombres así todo es posible.

Se despidió con un “er ecologista me va a echa una firma guapa, ¿no? Se la eché. Claro que sí. Estos ángeles custodios que no creen en “esos tíos que no comen carne” son la salvaguarda de  un mundo inextinguible. No hay nada como ellos.   

1 comentario:

  1. http://academic.uprm.edu/gonzalezc/HTMLobj-740/quemapastosguia.pdf

    Hay tesis y tesis, aquí en la página 7, podrás ver el supuesto porqué. En mi pueblo no se podía y ahora se vuelve a permitir. No se sabe.
    To el arte, pero hay que aplaudir al escritor, lo ha "registrado" todo con envidiable habilidad. Gracias por estas risas.

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