domingo, 11 de junio de 2017

Jessys y bienes culturales


“Jessy Sanjuanera” y “Arriba la lucha obrera” son dos grafitis que conviven en un mismo muro cercano a mi casa. En el primero, la firma de esta orgullosa vecina de San Juan de Aznalfarache va incluida en la pintada; en el segundo, entre paréntesis y abajo, figura el grupo reivindicativo que lo plantó en el ladrillo: el PCE. Se enfrentan aquí dos formas tangencialmente opuestas de entender el mundo: por un lado, el individualismo autocomplaciente y sin conciencia de Jéssica (conciencia de pertenencia a la villa, al menos); por otro, el sentido reivindicativamente gregario de unos nostálgicos comunistas locales. Resulta paradójico que “Jessy Sanjuanera”, dentro de no sabemos cuántos años, ascenderá al purgatorio del trabajo en negro o, en el mejor de los casos, de un trabajo con más horas que un viaje Bucarest-Madrid en autocar. Su firma estampada en el muro será lo más cerca que esté de una organización cuyos planteamientos preliminares son, precisamente, la defensa de las Jessys del mundo, aunque de esto último no estoy muy seguro.

De todas formas, no exculpo a ninguno de los autores de estas frases. En ambos casos pienso que se podrían haber aliviado de otra forma sus ganas de dejar constancia de su paso por la Tierra. Eso sí, el daño es menor que el de los energúmenos que han pintado y rayado restos de pinturas rupestres paleolíticas y neolíticas en las cuevas del Cantal, en el Rincón de la Victoria (Málaga). Botellas de cerveza y latas de pintura convivían en este lugar con una datación de 32.000 años. La lucha por la formación cultural de las personas siempre ha sido encomiable. Desde hace años, mis clases comienzan a principio de curso con una breve exposición sobre los conceptos de “bien común” y “bien personal”, en un intento inocente de que las mesas, paredes y corchos no acaben luciendo las consabidas pollas al final de curso. Visto lo visto, el año académico venidero se abrirá con la inclusión del término “bien de interés cultural”, por si se puede salvar algo.


Los cavernícolas nativos tuvieron, sin ninguna duda, un vínculo sagrado con aquellos lugares y con sus pinturas. El otro día me decía mi amiga Reyes que hay unos tipos investigando cómo la ausencia de una relación con lo trascendente aniquila los valores éticos en las personas. Las Jessys no entienden de trascendencias porque sus vidas son intrascendentes. El ejército de Jessys que bulle por las calles de las ciudades (entiéndase que en sus filas también militan los Jessys) es más peligroso de lo que aparenta. El personal se lleva las manos a la cabeza porque el ISIS destruye las Ruinas de Palmira por mor de la religión. Las/los Jessys destruyen sin religión ni ideales; lo hacen por sus mismos coños y pollas, esas que pintan en el bien común mientras piensan sin pensar en cómo acabar con los bienes culturales. Hay que trabajar duro, amigos. Mañana empezamos. Feliz semana.

2 comentarios:

  1. Tenemos trabajo Manuel, educar la sensibilidad está resultando mucho más difícil que enseñar el tiro parabólico. Tu amigo Steiner tenía razón....

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  2. ¡Cómo han cambiado las pintadas! En El Puerto, en el camino de los enamorados, había una que decía:«Franco,juslay! Con un par..., y estuvo tela de años.
    A. Camacho

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