Sigo en mis trece de que habitamos en sucursales del Inferno más o menos maquilladas con signos de normalidad. Ayer atravesé el proceloso mar del centro de la City, un parque de atracciones callejeras donde la masa democrática vibra y se autocelebra por el mero hecho de estar dentro de este magma de luces y de carnes que el dukanismo aún no ha logrado eliminar. La avenida principal de la ciudad, con el efecto narcotizante de las luces de Navidad repetidas hasta el ombligo final del punto de fuga, albergaba espectáculos de diferente pelaje que compartían su condición de ser asuntos de extrema humanidad. Un joven gaitero escocés en mangas de camiseta tocaba ante un escaso grupo de compatriotas (dos) jaleadores y ciegos de beber; un grupo de africanos le daban leña a la percusión y se contorsionaban mientras que parejas canis, embutidas literalmente en cazadoras de última generación, movían cuellos y caderas (de una morbidez repugnante) al ritmo de los desheredados; una niña pija (10 años aproximadamente) con las extremidades aprisionadas por un abrigo de paño beige, lazo rojo y bufanda a cuadros, corría explotando las pompas gigantes que un hippy producía con una palangana, unos palos unidos por dos cuerdas y un litro de mistol, con tan mala suerte que, en uno de sus breves saltos (su masa corporal sólo le permitía soñar con despegar las puntas de los pies unos milímetros de suelo), su manita perforó una de estas obras de arte efímeras y tornasalodas cayéndole en sus ojillos de princesa de colegio concertado unas gotas de agua envenenada por la química. El llanto de esta jabalina urbana era descorazonador y pertubador a la vez. Más adelante un cholo semi-eurocaucásico, trepado en un baúl metálico, regalaba estentóreamente pasajes bíblicos parafraseados con más mala memoria que imaginación.
Escapando del frío de estas visiones me colé en la Fnac y me hice con el Let it bleed de los Rolling, la única prueba de que aún existen islas para el refugio de espíritus diletantes. Las fechas que vienen serán duras. Los espectáculos de este tipo aparecerán con tanta normalidad como el pavo recriado de Nochebuena en nuestras mesas. Aconsejo que busquen abrigo en la calidez de la familia de sangre (la política es un accidente insidioso del destino) y se hagan con un buen saco de cosas bellas. El 2012 será el año de la risa floja y del cazzo duro. Ánimo.
este año está nuestra querida ciudad adornada hasta decir basta.....de un brilli brilli,que nos tiene a todos con los ojos y la boca abiertos,como paletos venidos a la gran ciudad..ayyy.....por unos dias se nos van a olvidar nuestras penurias???las penas con brilli brilli.....son menos penas!Bea...por cierto...¡me gusta la foto que has puesto,a mí me salió peor,jjjjj!
ResponderEliminarLas Navidades son como volver al Colisseo de Roma a ver las maitines.
ResponderEliminar"El llanto de esta jabalina urbana era descorazonador y pertubador a la vez" Ante esta desgarradora descripción solo se me ocurre disfrutar de una top-quality pedicura para superar el trago de semejante espectáculo jabalinero
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