Gente amiga y querida,
adictos a la fritanga pura, se acabó lo que se daba. El 2012, que
prometía mágicas luces por lo que
de encantador tiene empezar y acabar por el mismo número, fue un año
lleno de aceites malolientes de segunda extracción en caliente y con
cantidad de químicos catalizadores en el proceso. Año de poner pie
en tierra y comenzar un camino nuevo para muchos de nosotros. Hubo de
todo, claro está. Habrá que quedarse con lo mejor y colocarlo en el
tarro más preciado de nuestra memoria; lo menos bueno lo dejaremos
correr para que se hunda en el mar de las Hespérides, allí donde
occidente remata su canto.
Agradezco la compañía de muchos amigos
en este caminar sinuoso del año que se agota. Aguardo que el buen
humor y la amistad nos velen las penas que puedan venir; aguardo
también que hagamos piña en el compromiso de ser mejores para
empujar el cambio silencioso que sólo se puede dar desde nuestros
pequeños gestos. Aprovechen este último día y sean felices durante
el tiempo que nos queda hasta las doce de la noche. Sueñen un 2013
dichoso cuando la duodécima uva esté mezclándose en la boca con el
resto. FELIZ 2013, muchachada.
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