Para el que aún lo dude
(porque no lo haya catado o porque descrea de las bondades del país
vecino), Portugal es un país gigante, a pesar de que Passos Coelho
(Conejo en español) se empeña en rubricar con gusto los papelajos
que la Troica europea le manda a su despacho de Lisboa.
Me escapé de la City
huyendo de la Vanity Fair de abril, un lugar con claras
propensiones a lo fatuo, el lechuguinismo maduro (si me permiten el
oxímoron) y el petimetrismo de caseta. Nao gusto da Feria,
por eso me escapé a la Lusitania a ver pasar la vida con el reloj
portugués. El destino era el Archipiélago de la Ría de Formosa
frente a Olhao (recuerden -lh- en portugués igual a -ll- en español;
nada de Olao sino
Ollao). Allí se
reúnen las islas de Armona, Culatra y Farol, lugares que el verano
seguramente maltratará con la invasión masiva de veraneantes, pero
que ahora se muestran como lugares de descanso arcádico. En Armona
nos quedamos a ver pasar la vida, aunque hicimos alguna incursión
pictórica a las otras ínsulas (mi amada me regaló in
situ un equipo de acuarelista
amateur). Una mañana, por pura curiosidad, encendí la televisión y
vi una extraña forma de vida, una muestra clara de que el
retrocapitalismo luso
aún puede salvar el mundo: en un telediario matutino del canal
nacional, Felisbela Lopes, profesora de la Universidade do Minho
(recuerden -nh- en portugués igual a -ñ- en español; nada de Mino
sino Miño), comentaba
largamente los principales asuntos del día publicados en los
periódicos. Me quedé clavado ante la sensata visión de las cosas:
la mujer hablaba y argumentaba sin extremismos ideológicos, con una
retórica exacta, incisiva e inteligente. Me pregunté por qué en
nuestra querida patria sólo hay un comentarista para la sección
deportiva (la única verdadera sección –seccionada–)
de nuestras noticieros. ¿En qué momento nos escurrimos hacia el
tobogán de lo a-ideológico, hacia la trepanación de cráneos a
base de franjas verdes instaladas eternamente en los plasmas y en las
pupilas? La televisión portuguesa, a pesar de la que está cayendo,
aún sorprende con estos formatos del paleocapitalismo pasado por el
tamiz de la CNN, que dejan suspendidos en el aire, durante un poco más de tiempo, el polvo dorado de la crítica y del compromiso con la realidad.
Por
cierto, por aquellos lares se cogen unas coquinas cojonudas. Apertas.