sábado, 22 de junio de 2013

El bello verano comienza



Acostumbraba a darle la bienvenida al tiempo de las golondrinas con una audición sentimental de cualquier versión de la maravillosa nana Summertime de Gershwin. Ayer fue un día diferente. El verano llegó anunciándose en los gestos menos esperados. Desde la tarde el mundo cambió fabulosamente hacia un sabor salino, de presagio seguro, de mar prometido. Unos cuentos pollos con los que trabajo en la granja matinal son aventajadas jugadoras de voley playa, esa versión carnal y solar del voley bajo cubierta. A escasos kilómetros de donde habito, promotores de eventos deportivos volcaron unas cuantas toneladas de arena y plantaron redes, chiringuitos y gradas para que jóvenes púberes, Lolitas elásticas y desinhibidas, brincaran y se lanzaran a tierra con una decisión bélica a salvar bolas imposibles. El espectáculo de valquirias cinceladas por el tiempo feliz e inconsciente de la adolescencia y de la primera juventud no dejaba lugar a dudas: la vida pasa y nos hiere con la consciencia de que la belleza es un fruto sensible, el rumor de una amapola recién cortada que pronto se tronchará por el efecto malévolo del aire helado y vulgar de la madurez. Para colmo, una luna a la que le faltaba un hilo de plata para forjarse como una luminaria vigilante para la Noche de San Juan se colgó del cielo a iluminar estas batallas valquíricas.


Volví a casa con el alma llena de canciones por esto y mucho más. Me senté en el salón a meditar sobre la temporada estival que comienza, sobre cómo encajar la vida de ahora entre tanta palmera salvaje. Coloqué bajo la aguja un disco glorioso de Laurindo Almeida y Bud Shank, que me llevaron a la luna de Río con una guitarra cargada de bossa y un saxo brillante de blues. Salí al aire fresco de la noche y husmeé en la oscuridad. No hubo duda: este será un gran verano. Que lo disfruten.

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