jueves, 20 de junio de 2013

Tiempo de amor



Hacía tiempo que no pasaba por aquí, llevado por la espuma azul de los días a playas paradisíacas que no tienen cabida en estas líneas. Quería contar que la belleza, ese pájaro tornasolado que habita en los bosques menos pensados, te asalta con un oportunismo efervescente en cualquier esquina. Resulta que el joven que adecenta por la tarde la granja donde trabajo, a base de escoba y productos químicos que cepillan el áurea de los pulmones, es un hombre que tiene más sensibilidad y talento que otros operarios que trabajan directamente con los pollos. A base de encontrarlo en los pasillos, ha ido apareciendo una tímida relación, una anagnórisis fortuita que me hace constatar que las almas nobles abrazan cualquier utensilio, sea éste la brocha, el cincel, el martillo o la escoba. E., que así se llama, me regala una parte de su vida a cada encuentro. Hoy, ante la visión de un ajedrez magnético en mi departamento, me ha preguntado si yo le daba al arte del escaque. Al contestarle con la respuesta desorientadora de "sé mover las fichas pero no sé jugar", el joven me ha desgranado su historial de ajedrecista adolescente: "fui campeón de mi colegio". Las glorias pasadas tienen una luz nimbada en el recuerdo. Al joven se le infló el pecho contando sus proezas ejedrecísticas, habiendo ganado incluso a su maestro en las últimas partidas antes de salir al gris mundo de la realidad. 

Pienso en él y en los otros. Durante la comida con mis compañeros, he oído historias que me alejaban de la tibia bondad de los días: excitantes y superficiales historias de tuppersex narradas con un nerviosismo infantil; relatos de fracasos amorosos por mezquinas actuaciones; o recitado de frases hechas, abonadas con el verbo estéril de lo que no se ha vivido directamente. Cada vez tengo más claro que la vida se vive en los rincones menos tocados por la comodidad de la clase media (?). 

Nada más. Espero que el verano que ahora casi nos abraza tenga un efecto revelador en nuestras vidas. Sean felices y no abusen de la estupidez; sus amantes se lo agradecerán. 

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