El verano no es una
estación infernal; lo que es infernal es el veraneo. Tengo un primo
que defiende que la mayor felicidad de un individuo que habite la
ciudad en agosto reside en el hecho de tener una vespa y cabalgar en
la noche de la City como un Nanni Moretti local. Tras un breve paso
por el Algarve este fin de semana, creo que al muchacho no le falta
razón. Al sprawl (mancha de aceite) del dominguerismo
nacional no le basta con copar las costas de Huelva sino que se tiran
a la Lusitania montados a horcajadas en un sentimiento patrio que
olvida que Portugal es otro país; es decir, tienen otra cultura,
hablan otra lengua y, aunque pueda parecer extraño, presentan otros
modales.
Nos aposentamos en la
última habitación libre de Tavira. Allí coincidimos con un millón
de conterráneos que se daban al hermoso trajín de pasear, hablar
(con un tono más elevado de lo normal) y comer. El tamaño del mundo
es tan pequeño como lo indique ese mes la publicidad vacacional, así
que allí mismo nos encontramos con unos operarios de alto rango de
la granja de pollos donde me gano el jornal. Salían ahítos y
felices de un restaurante. Nos recomendaron insistentemente dos
platos de obligado consumo en el sitio: “Arrmeja y shoco;
no pidáis otra cosa: arrrrrrmeja y ssssshoco”. A
estos paladines del buen comer hay que hacerles caso siempre. Le
agradecimos el dato (tampoco falta nunca) del fin de fiesta: “Los
cuatro, con servesas dobles
(?) y hasta arriba de to, 40 euros”.
Me
pregunto si hicieron el pequeño esfuerzo de decir bom día,
faz favor u obrigado.
No es gran cosa, pero son unos puntales de cortesía que el
portugués, aun empeñado en chapurrear el castellano –ya saben
aquello de la lengua A (nervuda y fuerte más en lo económico hoy
día que en lo cultural) y la lengua B (pequeñita, acomplejada y
tendente a la desaparición (Brasil?)–, lo puede ver como un
detalle. Si van a Portugal, pidan arrmeja
y shoco si les place,
pero culminen la transacción con un moito obrigado
(incluso se admite como esfuerzo lingüístico lo que mi amigo Juan
Miguel usó como sucedáneo de cortesía durante toda una semana en
la tierra de Pessoa: Molto abrigado).
Boa noite, españois amados.