lunes, 22 de julio de 2013

Españoles en Portugal comiendo "arrmeja y shoco"


El verano no es una estación infernal; lo que es infernal es el veraneo. Tengo un primo que defiende que la mayor felicidad de un individuo que habite la ciudad en agosto reside en el hecho de tener una vespa y cabalgar en la noche de la City como un Nanni Moretti local. Tras un breve paso por el Algarve este fin de semana, creo que al muchacho no le falta razón. Al sprawl (mancha de aceite) del dominguerismo nacional no le basta con copar las costas de Huelva sino que se tiran a la Lusitania montados a horcajadas en un sentimiento patrio que olvida que Portugal es otro país; es decir, tienen otra cultura, hablan otra lengua y, aunque pueda parecer extraño, presentan otros modales.

Nos aposentamos en la última habitación libre de Tavira. Allí coincidimos con un millón de conterráneos que se daban al hermoso trajín de pasear, hablar (con un tono más elevado de lo normal) y comer. El tamaño del mundo es tan pequeño como lo indique ese mes la publicidad vacacional, así que allí mismo nos encontramos con unos operarios de alto rango de la granja de pollos donde me gano el jornal. Salían ahítos y felices de un restaurante. Nos recomendaron insistentemente dos platos de obligado consumo en el sitio: “Arrmeja y shoco; no pidáis otra cosa: arrrrrrmeja y ssssshoco”. A estos paladines del buen comer hay que hacerles caso siempre. Le agradecimos el dato (tampoco falta nunca) del fin de fiesta: “Los cuatro, con servesas dobles (?) y hasta arriba de to, 40 euros”.


Me pregunto si hicieron el pequeño esfuerzo de decir bom día, faz favor u obrigado. No es gran cosa, pero son unos puntales de cortesía que el portugués, aun empeñado en chapurrear el castellano –ya saben aquello de la lengua A (nervuda y fuerte más en lo económico hoy día que en lo cultural) y la lengua B (pequeñita, acomplejada y tendente a la desaparición (Brasil?)–, lo puede ver como un detalle. Si van a Portugal, pidan arrmeja y shoco si les place, pero culminen la transacción con un moito obrigado (incluso se admite como esfuerzo lingüístico lo que mi amigo Juan Miguel usó como sucedáneo de cortesía durante toda una semana en la tierra de Pessoa: Molto abrigado). Boa noite, españois amados.

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