En oscuros cuartos de
alquiler hay hombres enjutos proyectando “proyectos” luminosos,
equidistantes del éxito y del fracaso, “proyectos” rotundamente
felices, coloridos, ingeniosos y llenos de apasionada fuerza. Son el
milagro definitorio de una vida pequeña y atribulada. Estos hombres
proyectan “proyectos” para que los presenten otros hombres,
oscuros y felices, que con mandos de control remoto encienden las
luces de largos senderos que llevan hasta casas de inmensas
cristaleras diáfanas asomadas a verdes bosques. Dos mundos opuestos
que se necesitan estérilmente el uno al otro: la mano y el dedo; la
sombra y la luz; la insalubre galera y el higiénico puente de mando.
Si se invirtieran los términos, si el hombre que presenta e inaugura
“proyectos” hechos realidad fuera colocado en un oscuro cuarto de
alquiler de patios interiores y olor a fritanga, es probable que el
mundo se parara. Hay que procurar un urbanismo y una arquitectura que
cree espacios para el talento y que invierta la condición de
invisibilidad que sufren los creadores en el mundo contemporáneo.
Me encanta el olor a fritanga por la mañana...se echaba de menos.
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