sábado, 3 de octubre de 2015

Todo lo que no supimos contarnos




Desde el Igueldo te veía, a pesar de que eras un punto minúsculo entre tanta arena y tanto deseo. La subida me había dejado exhausta. El mar tenía el color de la piel de un cetáceo joven. Observaba tu bañador añil avanzar hacia la orilla con desgarbado encanto. No sabía cómo llegar a ti, así que me inventé la escusa de pasear hasta la cima, desde allí te encontraría. Andabas distraído entre tanto trabajo. Te miré a los ojos –no sospechaste nunca que era capaz de atravesar la luz, la calima y la melancolía con la mirada– y subiste la cabeza hasta donde yo estaba. Lo calculé: de tu ojos a los míos había exactamente 1562 metros y todo lo que no supimos contarnos.





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