martes, 28 de febrero de 2012

Iruña, mon amour



Pamplona (ciudad levítica según Sánchez Ostiz) tiene un ritmo tranquilo, sosegado. Las gentes del lugar aparecen como actores secundarios que van al estudio a grabar escenas de relleno. Chapelas nostálgicas y juventud batasuna ataviadas a la moda decathlonera paseando perros lanudos por la mañana helada. Poco queda de San Fermines y del tiempo de Hemingway. El Hotel La Perla es un buque amarrado a la espera de que llegue el pasaje festivo de julio. La luz solar está asordinada por las nubes. Es difícil esquivar las esquinas del frío. Me adentro en una especie de tahona parisina en tiempos de bombardeos. El Obrador Beatriz es un lugar mítico donde expenden a los connaisseurs locales unas magdalenas de chocolate y nueces que quitan el sentido. Media docena bastará. No son para mí sólo. Mis amigos Paula y Carlos me acompañarán en el desayuno de este sábado pamplonés cuando vuelva a su hogar. Observo que la población gitana de la ciudad se ha adaptado bien al decorado de la urbe. Carlos me cuenta que son unos monstruos jugando a la pelota mano. Creo que este detalle se les ha escapado a los que defienden la integración del pueblo gitano en la sociedad civil, además de mostrar la capacidad de alejarse de actividades ligadas culturalmente a su pueblo. Daría mi alma por que algún que otro flamenco de mi City se hubiera dedicado con tesón y entrega a la pelota vasca. En fin, qué le vamos a hacer. Me basta con saber que en los frontones de Miami algún que otro calé celebrará pronto sus tantos con unas bulerías navarras. Salud y a las magdalenas. 

1 comentario:

  1. mmmh...magdalenas de chocolate y nueceeeees!!qué pecado más rico!!qué buen fin de semana te has regalado,eh??malegro!!

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