Mi vecina de arriba es madre de una criatura (no he tenido la ocasión de ver a ninguna de las dos; las siento –bastante– en el balcón donde hacen los deberes una planta sobre la mía). Los métodos pedagógicos de la madre manejan enunciados tales como "me cago en la hostia, ya estoy hasta er coño; lo tienes que memorizá como tu nombre. Como no te pongas a ello, te encierro en tu cuarto. Se supone que te lo tienes que saber ya porque lo habéis visto en clase...me cago en los muertos". Calculo que la ninfa estudiante tendrá 10 añitos en el planeta. Su madre le está abriendo camino a un mundo sin sensibilidad ni contemplaciones. La niña tiene una voz arrastrada que oscila entre el llanto y la estupidez. No puede ser de otra forma con una progenitora así. "¡Qué asco, qué jartura; anda que tu padre va a perder tiempo contigo. Un mojón! Cierro la ventana para no seguir oyendo a ninguna de las dos. Son personajes reales e inverosímiles a la vez, que devoran la esperanza de que el mundo sea mejor algún día.
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