domingo, 10 de marzo de 2013

Vitalidad creativa


En los años 80 se vendió en España un juego que creo que sólo compraron mis padres. Se llamaba Flash-ball y consistía en crear una montaña rusa a partir de una base de plástico, unos mástiles de acero, unas guías de cables, una horquillas y una canica. La destreza del niño se medía por la capacidad que tuviera para lograr un looping sin que la bola se saliera de las vías. Para ello, había que crear un tramo en el que la bola se precipitara con fuerza desde arriba y así dibujar la circunferencia casi perfecta que la construcción le sugería. Era el fin de fiesta; luego, la canica seguía con un avance moribundo hasta el recipiente que la recogía tras su trepidante viaje.

Ayer pensé en todo esto cuando una amiga me preguntó, a las puertas de la supuesta casa natal de Velázquez en la City –que hace años compraron los ahora acuciados por la crisis Vittorio & Lucchino–, cómo nos hemos podido precipitar tan rápidamente hacia una situación que hacía dos años algunos ni se olían. Volví al diseño del Flash-ball: subir la bola al punto más alto de la montaña y dejarla caer para una última pirueta espectacular. Subir y bajar todo es uno. Basta con dar la fuerza necesaria para llegar a la cima por inercia, sin apenas reflexión, con la apatía ideológica que nos ha hecho vivir la década como un niño dentro de un parque de atracciones, que no mira nunca la hora hasta que siente que la mano de uno de sus progenitores le tira hacia la salida.
¿Estamos en un tiempo de evocaciones de tiempos más felices? ¿Constatamos con el hierro candente humeando en nuestra espaldas tras dejarnos la marca indeleble de la realidad que antes del boom todo era mejor? No lo sé. Esa operación de la memoria que consiste en recrear el pasado (casi siempre más o menos glorioso cuando hemos embarrancado en el presente) nos devuelve la luz del ayer consumido por el ayer; las sombras apenas se quieren ver. Ya dije hace unas semanas que vuelven actividades que habían desaparecido de nuestras ciudades hacía ya tiempo: limpiabotas, tironeros, robo en el interior de vehículos, venta a domicilio de pasteles portados en cajas de cartón con una guita... Pero no todo esta asociado al contorno del abismo: la ciudad bulle y crea, se reconvierte y regala situaciones y eventos curiosos.

Esta semana asistí a una actuación de monologuistas en un local por dos euros, copa de vino incluida. La gente se colocaba de pie ante una esterilla que hacía las veces de escenario improvisado y unos actores amateurs desgranaban historias con más o menos gracejo. Ayer, nuestra amiga Clara, participaba en unas jornadas de teatro mínimo en pequeñas y modernas tiendas de la ciudad: 15 personas/ 15 minutos a cuatro pavos el viaje. Se multiplican los hacedores de pan artesano por el barrio. Auténticos genios de la repostería (para mí solo hay dos y se llaman dulce-mente tartas) crean y recrean pasteles, galletas y tartas para venta a domicilio. Se forman grupos de consumo de verdura ecológica suministrada por arquitectos en paro desde los confines hortelanos de la ciudad. La gente comparte su sapiencia en talleres de creación, imparte clases de iniciación al teatro o de gimnasia terapéutica por el módico y azaroso precio de la voluntad. Los cines se vacían y las parejas y los mono-amantes se abrazan o se retuercen en el sofá frente a la pantalla del ordenador nutriendo sus almas con screerners de pelis recién estrenadas. Se permite o pseudo-permite la microeconomía sumergida porque la macroeconomía tiene recovecos secretos en Suiza que hace que nos replanteemos hasta dónde llega la legalidad en el mundo contemporáneo.



En todo esto veo una vitalidad creativa y un cambio de modelo no sólo económico sino ético y moral. Tal vez haya llegado al fin la hora de exigir una explicación a todo el desbarajuste, pero también de bajarnos del vagón que daba loopings en la Montaña Rusa y tomar consciencia de que la velocidad es mala e insolidadaria consejera. Feliz domingo.

3 comentarios:

  1. Ay Manolín, que había perdido el enlace a este Libro Gordo de Petete!

    Buena tarde de domingo me espera poniéndome al día!!

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  2. Hay que ver como empiezas hablando de un juego y acabas hablando de todo un poco.
    Escribes muy bien te envidio.
    Por cierto has sido de los mejores profesores que he tenido

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  3. Dejame decirte que en el 86 viajé con mi familia desde la Argentina a España y me traje ese maravilloso juego que es el Flashball. Hoy día lo conservo y anhelo en algunos años que mis hijos lo puedan usar, de la misma manera que lo hice yo teniendo solo 10 años

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