jueves, 16 de enero de 2014

Criadores de pollos y sus usos íntimos.


Vuelvo a estas líneas ante la petición febril de una fritanguera que, al parecer, echa de menos el frito variado y las crónicas de lo que ahora ocurre en el micromundo de la cría aviar. He tenido que trajinar algo las notas mentales de estos últimos meses para poder componer algo más o menos digno y no he encontrado nada; bueno, casi nada. He reflexionado mucho sobre las dotes que ha de tener un educador de pollos a la hora de enfrentar su trabajo con acierto y profesionalidad. El operario tendrá que ser puntual, amable, franco, creativo, maduro, audaz, respetuoso, digno de ser imitado, sensible (no sensiblero) ante la materia que imparte y ante su auditorio, entregado (sin perder su yo), creativo, intuitivo, etc., etc., etc. Más o menos un superhéroe. Claro que todo es posible con algo de trabajo personal y una labor de autoconocimiento que no cesa ni siquiera cuando el personal abraza las vacaciones en cualquiera de sus manifestaciones anuales, sean éstas de Pascua, estivales, carnavaleras o pónticas. La gente va cumpliendo como quiere o puede, el problema es que a veces hay destellos de humanidad que me hacen dudar de si algún que otro educador de pollos está realmente capacitado para su función. Puedo entender que el estrés de la jornada laboral nos coloque en situaciones poco ventajosas y que andemos con la cabeza en otro lado –cuestión esta preocupante al trabajar con un material tan frágil como la pollería adolescente–, pero hay detalles que a los ojos de algunos pueden parecer nimios y a los de otros pueden resultar la irrefutable prueba de que hay gente que tendría que dedicarse a otros menesteres alejados de las granjas preparatorias para la vida y la educación universitaria.

Sospecho que alguna vez he señalado en estas fritangas la existencia de un compañero (no identificado aún y dudosamente identificable algún día) que nunca nos regala la visión del fondo de la taza al resto de usuarios del inodoro dentro la granja. El hombre siempre deja el rastro de su orín en el agua. Lo más asombroso es que éste no es como los demás: su procelosa meada tiene el color de la esmeralda pulida. Hay otro colega que tiene la fabulosa capacidad de dejar el rollo del papel higiénico con el último tramo colgando cual barba de chivo viejo, sin reparar en la remota posibilidad de buscar un recambio entre los otros muchos rollos que se amontonan en el baño. Hay otro más (desconozco si coincide con alguno de los anteriores) que tampoco se prodiga en la esgrima de escobilla para el touchée del derrape de mojón matinal. Ustedes me dirán, amigos míos, si es o no esto la demostración de que las granjas necesitan algún tipo de cambio en la selección de personal.

No pierdo la fe en que Mr. Wertigo, Magno Ministro del Gremio Avícola, tome nota sobre el asunto y nos mande una remesa de videos tutoriales para el buen desempeño de la cría de pollos dentro y fuera del corral. De lo contrario, auguro la definitiva caída de Occidente (aún más).


Besos Mariquilla. 

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