Mi atlántico (por su cuna gaditana y por sus portentosas espaldas) amigo A. invierte 62 euritos al mes en pienso gatuno de calidad para sus dos micifuces. Bien se podría pensar que el esfuerzo es sólo económico, pero, como el adjetivo atlántico anuncia, también se trata de un esfuerzo físico: cada 30 días se acerca a El Corte Inglés caminando (1,1 km., según Google maps) y vuelve a casa con cuatro bolsas de Royal Canin por prescripción veterinaria: “Whiskas los mata lentamente”, le dice el albéitar.
Entre otras muchas cosas, admiro a A. porque, aun sabiendo que los mininos le arrancan las teclas de su portátil, que se comen lo que haya en la despensa y que afilan sus garras controvertidamente en cualquier lugar inapropiado, el hombre se preocupa por su alimentación. Pienso en ello mientras leo que el gobierno chino (esa gran centrifugadora) antes de los Juegos Olímpicos a una de las cosas a las que se dedicó con más afán fue a matar de inanición, encerrados en almacenes, a toda la gatunería pekinesa. Los malpensados desembarcarán en el lugar común del uso culinario de estos especímenes en los restaurantes citadinos. Sólo pensarlo me pone enfermo. La inanición es una forma perfecta y barata de eliminar a cualquier ser viviente y, además, los chinos siempre han preferido a los patos.
Este mismo gobierno chino todavía no ha perfeccionado la manera de hacer desaparecer a activistas de manera pulcra, tanto como para que Occidente no se avergüence de su silencio (si es que alguna vez lo ha hecho). Lo de los gatos lo dio a conocer en su blog el artista Ai Weiwei, arrestado desde el 3 de abril y en paradero desconocido hasta ayer. El gobierno lo acusaba de “delitos económicos”. Las entradas de ese blog escrito entre 2006 y 2009 sólo existen en una edición que MIT Press acaba de publicar. Parece que al Dragón Chino, ése que está triturando una cultura milenaria al ritmo que marca el ultracapitalismo, ése que está alienando a millones de humanos en su salto ciego del campo a las ciudades sin identidad, creciendo cual mancha de aceite descontrolada, no le gusta mucho Blogger. Ni siquiera la página del multifacético Weiwei está claramente visible. Ahora que Occidente necesita más que nunca de voces disidentes, se hace necesario mirar a estos casos de control del Estado sobre la inmensa capacidad de los artistas para hacer saltar por los aires el silencio y la injusticia. Si no espabilamos, corremos el riesgo de que nos den Whiskas hasta la extenuación.