martes, 17 de mayo de 2011

Pájaros

 Hoy he tenido que sacar secretamente mi estampita de urgencia de la cartera. En el envés figura una foto de mi admiradísimo (cada vez más) Martin Amis. En el revés, una cita de La información: “los triunfadores, como los idiotas, son seres olímpicos e invencibles”. Siempre que me encuentro en lides extenuantes e infructuosas la extraigo con disimulo y le planto un beso. Ustedes se preguntarán por qué. Sencillamente porque esta misma tarde he asistido a una reunión de empresa. Mis compañeras, mientras la jefa habla, toman entre sus dedos los collares de la de al lado colocados para la ocasión. Se alaban ostentosas piezas de bisutería que le adquieren a una mercachifle que se adentra los jueves en el Departamento de Inversiones para abrir su maletín y exponer esas monerías a mis colegas: moscas posándose en los nenúfares podridos de aguas estancadas, creyéndose abejas libando en el Jardín de las Hespérides. Qué mala leche, señor Fritanga. Pues la cosita no era para menos.

La cosita iba hoy de “oro molido”, la jefa ha decidido que esa sería la frase del día; también le agrada el adverbio hexasilábico “verdaderamente”, que se puede pronunciar aspirado (prueben, prueben) mientras el cerebro rumia alguna frase que embauque a la concurrencia. Le pillo un trozo de conversación con el Jefe de Recursos Humanos: “Tengo calor. Es un claro signo de madurez intelectual”. Aguardo una flexión de rictus que denote la broma. Nada. La reunión prosigue. De los 20 que asistimos, 14 mascan chicle, 8 miran al techo, 7 reciben llamadas en sus celulares y 1, el jefe de Relaciones Internacionales, se quita el zapato y se rasca la planta del pie; luego se huele los dedos. El olimpismo hace su aparición en cuanto expongo alguna medida para mejorar el rendimiento de la compañía. El equipo olímpico, compuesto por la Jefa y sus delfines, dan al traste con casi todo. Se susurran al oído consignas y conspiran al mismo son.

Decido evadirme y pensar en las milagrosas noticias que me han dado hoy dos curritos del edificio, dedicados por la noche a “robar pájaros” de un bosque aledaño a las instalaciones de la empresa para venderlos y pagarse sus vicios. Son unos truhanes, pero me dejan con la boca abierta por sus conocimientos de ornitología: “cazamos jamases, verdones, chamarices, jilgueros, primillas, pipitas, gorriones y cogujadas. Éstas últimas hacen el nido en el suelo. También cazamos perdices a la carrera: si la sigues durante 7 vuelos, al séptimo se quedan plantadas y la pillas”. Para un vil urbanita, amante de las palabras escondidas, esto sí que es oro molido. Vuelvo. Miro la pajarada que tengo alrededor con el deseo de volar a mi nido. Con el alma agarrotada (“el alma está en el cerebro”, Punset dixit), llego a mi ponedero sabiendo, ¡Oh, hipócrita lector, mi igual, mi hermano!, que mañana volveremos a la misma rama.

2 comentarios:

  1. Menos mal que el pájaro fritanga se guarda sus trinos para sí y los vierte, convertidos en melodioso cantar, en este rincón. Apto sólo para aves de altos vuelos.

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  2. Parafraseando a Billy Pilgrim: "Poo-tee-weet"

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