jueves, 11 de mayo de 2017

Bombones a los cuarenta


Las nuevos envites amorosos a los cuarenta son, en su mayoría, ferozmente adolescentes. Me contaba un colega que su amigo X (45 años, cuerpo de marrajo sobrealimentado) había comenzado una relación con Y (43 años, encantadoramente mórbida). Se conocieron, tras el consabido naufragio matrimonial, en una cena amañada por unos cuantos filántropos. Todo comenzó como comienzan estas cosas: desconfianza, tiento, aproximación, sorpresa, flirteo, enamoramiento y entrega apasionada. X e Y se llamaban, se regalaban, se preparaban fines de semana de una ortodoxia casi pueril: El Rey León en Madrid, baños árabes en Córdoba, parapente en Málaga, su poquito de sushi... Todo bien hasta que X estuvo tres horas sin enviarle un whatsapp a Y, que esperaba un icono aunque fuera para alegrarse la tarde. Por la mañana el bienintencionado X le había regalado una caja de bombones belgas que quitaban el sentío. La neurosis también es un signo de los tiempos. “¡Ven ahora mismo a por la puta caja de bombones!”, le dijo Y a X en una llamada a las ocho de la tarde. El cariacontecido X se trasladó sin resuello al palacio de la princesa. Se encontró con que casi le tiraban a la cara la cajita y lo mandaban a la órbita irregular del carajo “por no mandarle un puto whatsapp en toda la tarde”. Descendió las escaleras y se tiró a la calle con la caja bajo el brazo. Cuando llegó a su apartamento de soltero, aún sin entender nada, se sentó. No quiso cenar. Abrió la caja de bombones: encontró cinco ausencias. Le dolieron más los cinco bombones que se había jincado la colega que el corazón. Perra vida.

1 comentario:

  1. La cena esa, en la que se conocieron los dos sospechosos, imagino que fue retrasmitida por TV en prime time, no?

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