martes, 3 de mayo de 2011

Macedonia peluda

Hoy fue un día trepidante: me enteré por boca de unos entusiastas folclóricos que existían las sevillanas bíblicas (Absalón presumía de sus cabellos/ de sus cabellos/ Absalón presumía de sus cabellos ( bis)/ Que no le competían ángeles bellos (bis)/ Sirva d´aviso, sirva d´aviso/ sirva d´aviso/ que sus cabellos fueron/ su precipicio); que en un pueblo del perímetro metropolitano un conocido andaba libando elixires vaginales de una esposa ante el celo vigilante de su amado, que al parecer se sienta a horcajadas sobre una silla puesta del revés para ver este arte de la pesca submarina con cara de eunuco; que el brócoli sabe mejor con una ajada previa en la sartén y luego cubriéndolo todo de agua; que en la FNAC los días de Feria de abril-mayo te puedes escuchar toda la sección de blues sin que nadie te pille los auriculares cuando vuelves del baño; y que, si le restas a la City el personal que anda amarillo de albero y de manzanilla, puedes pensar que vives en una ciudad de hace 50 años.

Me gustan estos festejos porque el balancín de los movimientos masivos en la ciudad deja uno de sus brazos levitando resueltamente en el aire, mientras el otro se entierra en un hoyo que, a fuerza de golpes, puede llegar a tocar el núcleo terrestre. A los que no tengan querencia alguna por esa Coney Island local les aconsejo el paseo vespertino por las calles del centro y la compra, si es que lo necesitaran, de la indumentaria veraniega sin agobios. Hasta en El Corte Inglés el aire vinagre de Módena de sus dependientes se extingue como el lince en Doñana. Por cierto, mi amigo J., al que me he encontrado con A. a la búsqueda de un local con cerveza bien tirada y sin televisor (empresa prácticamente imposible), me dice que fue atacado por un lobo en las inmediaciones del Parque Nacional del Cabo de Gata. Me consta que las alimañas medievales como el oso, el lobo y el zorro están volviendo a poblar los montes abandonados de Galicia, pero creo que el territorio del Canis lupus signatus queda algo alejado de allí. En fin, vuelvo del paseo intentando montar una fritanga con una columna vertebral tan fuerte como el pelo de Absalón, aunque, como a él, se me haya enredado la melena en las ramas del día. Feliz noche.

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