viernes, 16 de septiembre de 2011

Cocodrilos, monos y coche-cama

El martes pasado se escaparon 2000 cocodrilos de un parque turístico a las afueras de Pattaya, localidad tailandesa donde las lluvias torrenciales provocaron que el Million Years Stone Park se quedara sin esta considerable población de reptiles. Hasta la fecha, sólo se han logrado capturar 28 ejemplares. El gerente del parque hizo notar su preocupación ante los medios de comunicación por la posibilidad de que se procuraran alimentos entre la población local, acostumbrados como están a recibir la comida en cautividad directamente de la mano del cuidador a sus fauces. La semana pasada, en el mismo país, un hombre fue devorado por nueve perros tras volver de vacaciones. Al parecer, se olvidó de dejar encendido el dosificador de pienso para las mascotas. 


El mundo tiene sus peligros, que duda cabe. Mi amiga Fatima le dedicó unos días del bello verano al Reino de Siam. Tuvo que salir pitando del Templo de los monos, al norte de Bangkok, cuando comenzó a acariciar a uno y el resto de la población decidió que la joven exploradora iba ser objeto de sus deseos simiescos. Ella y Joaquín huyeron encima de la bici que habían alquilado, dejando atrás una estela peluda e histérica de monos despechados. Eso sin contar las estafas de taxistas de pega, vendedores de falsificaciones occidentales y “policías turísticos”, invención local con la que los más espabilados invierten la balanza a favor del tercer mundo para sacarse unos thai bats en plan simpático al primero.

Mi amigo Rubén me reconoció que cuando llegó a la India con su amada estuvo durante las tres semanas que duró el viaje recitando mentalmente, como una oración posibilista, este extraño mantra: Ma-ta-las-ca-ñas. Once horas en coche-cama, compartiendo el catre con hindúes amigables por mera conveniencia en cuanto echaba la chapa de los párpados, bastaron para desear la costa de Huelva por encima de cualquiera cielo naranja al atardecer sirviendo de fondo a palacios de ensueño.

La masa democrática tiene estas excentricidades. La dromomanía sigue haciendo estragos en las almas fieles a los suplementos dominicales y al Lonely Planet. La fuga, siempre la fuga. Hoy mismo, una compañera de trabajo me daba sabias lecciones sobre lo innecesario que puede llegar a ser un viaje de más de quince horas. En Puebla del Río, a treinta minutos de la City, cruzas el telón gomoso del tiempo y te encajas frente al espectáculo de ver pasar los cargueros remontando el río, en la tarde, a la vez que una inmensa luna traspasa de lirismo la escena. Me lo narra con un entusiasmo impropio del lugar. Añade que ha encontrado en el pueblo una taberna de toda la vida donde sirven tapas de carne de caballo. Qué fácil y qué barato.

Pienso en los 1972 cocodrilos que reptan aún en la noche tailandesa en busca de un bocado. Oigo el grito enloquecido de monos cleptómanos que se juegan a los dados la mata de pelo que le robaron a la dulce Fátima. Huelo el agrio sudor de los eventuales compañeros de cama de Rubén en el coche-cama. Nos vemos en la Puebla, my friends.

3 comentarios:

  1. ... para comérselo. Eres el "Echanove", pero en despotricador.

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  2. Seguro que los Elvys se irán a Puebla mascullando entre dientes ese grito de guerra "matalacañas"

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  3. Los Elvis se lo merecen todo. La Puebla los espera. En cuanto tengan dientes nos los llevamos para allá. FE-LI-CI-DA-DES.

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