jueves, 1 de marzo de 2012

Dormí mal, pero nada que temer.


Dormí mal. Me desvelé. Por eso, a las 4 de la mañana, estaba leyendo Nada que temer de Julian Barnes, una autobiografía-ensayo-ficción-novela (?) sobre la muerte, donde se dan cita familia, amigos, muertos ilustres y el escritor mismo para dejarnos entre las manos el polvo inconsistente de las preguntas sin respuestas. Me entero de que Zola murió por el efecto necro-narcótico del monóxido de carbono en su dormitorio. Sospechó que era una mera indigestión cuando su mujer lo despertó a las 4 de la mañana (curiosa coincidencia) para decirle que se sentía mal. “Nos sentiremos mejor por la mañana”, murmuró el novelista desde su inmensidad durmiente, seguro de que todo era debido a esa supuesta mala digestión y no a que el tiro de la chimenea posiblemente hubiera quedado obstruido tras un pequeño arreglo en el tejado. Me extraña mi insomnio. Después de leer este pasaje de la obra de Barnes, husmeo la habitación a la búsqueda de algún olor sospechoso. Nada.


Sigo leyendo. “La gran tragedia de la vida no es que los hombres perezcan, sino que dejen de amar”. Tal cuestión está ligada a algo más terrible aún, si cabe, que al hecho de dejar de amar: a perder la capacidad de sentir algo. Pienso que tal vez la indolencia podría salvarnos de estos dolores. El militar que vive en el piso de arriba se despereza y salta del somier, ajeno a que en el piso de abajo haya un doliente insomne. Las paredes y los techos de los pisos contemporáneos están confeccionados con la terrible normativa de la indiscreción. Me pregunto si el leve aleteo de las almas en vilo se puede oír al otro lado de los muros. Ojalá eso no. Este nuevo piso mío promete historias morales escritas con el oído. El soldado profesional le reprocha a su amor desde el baño (supongo) que la ropa de campaña no esté planchada. Espero que su mal humor/amor sea causa de una indigestión o, mejor aún, de una fuga de monóxido de carbono que sólo le paralice su mala hostia. Nada que temer.

2 comentarios:

  1. Sr. Fritanga:

    Qué casualidad que Porerror y yo estuvimos hablando del libro en cuestión hace escasos días. Casi convenimos en que este año debe ser el año del Sr. Barnes.

    En el inmenso mundo que es este mundo de los libros, uno se congratula de que alguien haya disfrutado del libro que uno tanto ha gozado.

    Convengo en que a veces he temido por mi incapacidad de sentir. Tristemente, sólo/solo la música me ha salvado al provocarme pelopuntismo.

    Un saludo

    Don CalcetínRelleno

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  2. Uncanny! Como bien comenta Don CalcetínRelleno, últimamente la cosa está muy Barnes (usted lo sabe bien). Yo ahora ando con The Sense of an Ending, su última (y premiada) novela. Me ha llamado la atención su entrada de hoy porquer ayer leí un pasaje de Barnes sobre Eros y Tánatos precisamente. Debe ser una de las obsesiones del buen Barnes.

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