lunes, 16 de abril de 2012

Silicona y mortadela

Mi mamá, que es una santa, tiene especial facilidad para entablar conversaciones con todo ser vivo que pase con ella más de 20 segundos. Lo más curioso del caso es que la gente responde de tal manera que muchos de estos encuentros fugaces se convierten con el paso del tiempo en amistades contundentes. La admiro porque, a lo tonto a lo tonto, cuenta con una tropa de buenas personas que la arropan en los momentos más insospechados de su vida o, al menos, se le acercan para contarle microhistorias de más o menos calado humano.

Hoy el chico del supermercado que le ha llevado la compra a casa le ha dicho que "se gastó" 3000 € poniéndole los pechos a su mujer, pero que la operación fue un bluf porque el diámetro de uno de ellos distaba alarmantemente de parecerse al diámetro del otro. Ya saben ustedes que los repartidores en estos tiempos que corren no pueden andarse con tonterías ni convertirse en rapsodas a domicilio para orejas amigas, así que nos quedamos sin saber si el hombre ha estado amasando pechos con diferentes grados de abertura de manos o, por el contrario, si ha llegado a reunir la manteca suficiente como para igualar las mamas. Sí que acertó a narrar antes de volver al tajo que su hijo de 10 años sorprendentemente quiere hacer ahora la comunión, cuando ya había proclamado con 8 que nanai de la China. Los niños son así: volubles, levantiscos, antojadizos. Servidor, como muchos de ustedes saben ya, fue enviado desde Jardilín (tienda especializadas en comuniones para niños y niñas de talla humana) a la sección de bodas de El Corte Inglés porque no había camisa que cubriera el tronquito de la criatura. La criatura del repartidor, según el propio padre, se tendrá que conformar con una celebración escueta, sin demasiada pompa: unos cuantos platos de fiambre colocados estratégicamente en mesas plegables para que los comensales tengan que moverse por la loncha como si del juego de la silla se tratara.

Vivimos en un mundo difícil, donde la felicidad a veces tiene la consistencia de la silicona y otras la de la mortadela con aceitunas. Me alegra saber que los currantes siguen velando por la belleza de sus señoras (tremendo) y la espiritualidad de sus hijos, pero me apena que la carnalidad le siga ganando la partida a las cuestiones celestiales. Salve.

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