“Prepárate para un posible peligro”. En una parada de bus de la City se exhiben carteles con flecos en sus bajos. Entre cuidadoras del hogar internas con credenciales solventes, clases de recuperación y chapuzas a domicilio, triunfante y extraña, resplandece una oferta de Wing Tzun (kung-fu para los amigos) con un eslogan que bien podría servir para cualquier cosa en estos tiempos cariacontecidos y vertiginosos. Mis posibles peligros del día de hoy se han materializado en una serie de desencuentros con la realidad inmediata que paso a enumerar. El bailador-felador Miguel Vargas me ha expulsado de mi hogar por la mañanita como viene siendo costumbre desde hace seis añitos de nada. Me he tirado a la calle a hacer tiempo reciclando papel; como uno es muy ecologista, después de introducir la bolsa de Zara en el contenedor y sacudirla enérgicamente por las puntas de su parte inferior, ha querido recogerla para reutilizarla en el almacenamiento doméstico e infinito de periódicos. He tardado menos de un segundo en percatarme de que alguna criaturita había introducido en este gran buzón metálico unos testimonios de su incontinencia intestinal que han impregnado la bolsita que yo tenía intención de devolver a mi hogar. Con las manos chocolateadas peligrosamente, he vuelto a casa (ya tenía el maletín en ristre para marchar al trabajo) y las he sumergido en abundante jabón. Segundo intento. Me monto en el coche y enfilo la calle con tal vez excesiva celeridad; al llegar a la esquina estoy a punto de atropellar a una monja-cantimplora (achatada, gorda y vestida de oscuro), que blande su mano desmañadamente sin mirarme mientras cruza. No sé si me ha bendecido o se ha cagado en mis muertos. Pienso que las hermanas habrían de procurarse unos chalequitos reflectantes para andar por la ciudad.
Arribo a la empresa. Como acostumbro a llegar de noche, nunca me había percatado de la inmensa obra grafitera-conceptual que luce en un muro frente a la fábrica: un miembro viril gigantesco, con dos testículos de los que salen disparados dos pelos, exhibe en la punta un prepucio apretado en claro y preocupante estado de efervescencia masculina. Esta maravilla pictórica viene acompañada de otra muestra de elegancia literaria: “TOMA!!! PA TOA LAS ENVIDIOSA (sic)”. Avanzo hacia la puerta del trabajo sin resolver el enigma que me plantea el acertijo. Me topo a la entrada con una currita como yo. Me dice que la empresa ha decidido colocar unos tenderetes con libros para que nosotros, indigentes intelectuales, podamos degustar el fino caviar de la cultura. “Yo ya he comprado”, me dice mi compañera. “Lectura de piscina. Esa de estar leyendo con un ojo en la página y con el otro dedicado a ver quién entra en el césped y si fulanita está más gorda que el año pasado. Algo que no me haga pensar mucho y que me deje controlar el cotarro”. Qué etiquetón: Lectura de piscina. Poca gente puede resumir en tan pocas palabras Tiempo de arena de Inma Chacón, la finalista del Premio Planeta de este año.
Afirma Milan Kundera en su ensayo El telón (libro que no me canso de recomendar por apenas 8 pavos en Tusquets) que al hombre contemporáneo, incapacitado por sus circunstancias de vivir aventuras épicas, sólo le queda la burocracia para que le ofrezca un sucedáneo de todo ello. En la película francesa El infierno (reflexión sobre tres formas diferentes de entender y sufrir el amor, que unas veces resulta prometedora como película y otras, demasiadas, resulta un edulcorado y pseudo-sesudo videoclip con toques de Amelie) dice una de las protagonistas: “Sin creer en Dios, lo único que podemos vivir es un gran drama”. Elijan ustedes entre el posible peligro o el gran drama. Para lo primero, puro kung-fu; para lo segundo, cualquiera sabe.
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ResponderEliminarExcelsa entrada, compañero de fatigas, sobre todo por el encuentro marrón matutino que, cuando no pertenece a uno mismo, suele ser mucho menos soportable.
ResponderEliminarHablando de obras que reflejan la creatividad de los obreros de la fábrica.
En mi empresa de la Sierra Sur se están realizando unos murales reivindicativos contra la violencia de género. Ya sabes...
En ella, tienen que expresar su rechazo y el apoyo a las mujeres que puedan sufrirla. Hoy no me he podido resistir a copiar lo que uno de los jóvenes ha vertido sobre una cuartilla pegada a una cartulina roja. Lo transcribo textualmente:
"No le pegues cobarde mamón.
Te escribo para desearte que no te pegue los gilipollas esos. Son todos una panda de maricones, porque no pegan a un hombre, porque se caga no le hagas mas caso.
Mujer usted si te pega cojes unas pistolas y le das en la pierna".
Poético.