domingo, 3 de abril de 2022

¿Sabotaje?

 


¿Y si fuera posible el sabotaje de la ley desde dentro? La obligación moral del profesor no es suministrar información, sino desarrollar el pensamiento del joven a través del conocimiento, así como sugerirle el camino para encontrar lo bello, lo bueno y lo verdadero. Resulta esencial llevar la vida al aula; lo que ocurre en el mundo ha de tener su sitio en la clase para poder establecerse relaciones con el presente y el pasado, y así dar pistas para intentar prever el futuro. El ataque a la Filosofía y a la Historia nos obliga a reaccionar a todos, incluidos a los docentes que no impartimos estas dos asignaturas. La merma y desaparición de una y el planteamiento a-cronológico de la otra trazan un camino oscuro y lleno de maleza. Hemos de saber recorrer los senderos que escapan a todo este ocultamiento. Si la Filosofía y la Historia están asediadas, hay que vivificarlas. Ser cada uno el que proponga las preguntas necesarias para generar las reflexiones. Enfrentar el día a día con los espejos enfrentados del pasado y el presente. Mostrar así las incongruencias del mundo en que habitamos. Todos los documentos y todas la vivencias nos serán útiles. El anecdotario y los gestos del mundo actual servirán para concretar y esclarecer el pasado. Tenemos la oportunidad de ser médiums de algo superior desde las Matemáticas, la Física, la Química, la Música, la Biología, las lenguas, la Economía, el Dibujo, etc. Estimular el pensamiento crítico es nuestra obligación. De momento, no hay que llevarse a engaño: no se necesita tecnología alguna para este logro. Basta el entusiasmo y una reducción considerable de la ratio profesor/alumno por clase (la primera pudiera ser una consecuencia de la segunda). Se ha podido hacer al cumplir con las medidas socio-sanitarias implementadas por el gobierno durante estos dos últimos años. ¿Por qué no ahora? El beat histórico, el evento aislado sin conexión con otros eventos que lo prefiguran, no es más que la destrucción del pensamiento lógico y el ocultamiento de uno de los principios esenciales de la vida: somos fruto de una semilla plantada en el pasado.

Me decía un día un compañero de Pastelería que sus alumnos suspenden la prueba del cruasán. No, no es un nombre en clave. Se trata exactamente de hacer cruasanes a partir de las indicaciones del profesor. “No saben”, me cuenta con el gesto ensombrecido por la frustración. Los futuros pasteleros no entienden los procesos, acostumbrados como están (como estamos) a que el dedo sea el que active en la pantalla un proceso del que solo veremos el resultado (desde pedir comida hasta comprar un artículo en amazon –con minúscula–). Además, no toman notas porque tampoco saben tomarlas. La lógica tecno-capitalista irrumpe en el estudio de la Historia y de la Filosofía. No puede haber una manifestación más clara de hacia donde vamos que en el análisis de lo que supone la pérdida del sentido de los procesos con la compra por internet y la desaparición de la palabra en tales transacciones. No entender la Historia como un proceso evolutivo y no abrir un espacio para reflexionar con los otros es una de las muchas trampas de esta nueva legislación educativa que viene a continuar (aquí sí que hay proceso) el desmantelamiento de las Humanidades y, por ende, de todo lo humano.


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