Tarde plomiza. Primavera desandada con salto sobre el invierno y de nuevo el otoño. Ojalá fuera así. Del sueño autumnal me sacan los vilanos amontonados al borde del carril bici. “Abril es el mes más cruel”. Siempre el mismo verso de Eliot. Observo que el agua del río de la City tiene la opacidad verde del jade, como si un canal veneciano viniera a desaguar hasta aquí.
Lo mejor de la jornada: enterarme de que el tipo que se casó vestido de centurión (ver "Desapariciones y prodigios japoneses") cometió el anacronismo imperdonable de no despojarse de las gafas y que llegó y salió de la ceremonia montado en una cuadriga junto a su romana esposa. Luna de miel en China. Es lo que tiene la posmodernidad. Al menos podrían haber fatigado el campo de Marte y la vía Merulana aprovechando la indumentaria de boda. El traje de guerrero de Siam se iba del presupuesto.
Acabo el día con un emparejamiento, este sí que divino: Bill Evans y Chet Baker tocando juntitos en un disco que no me canso de oír. Absténganse los amantes del jazz de ataque. Apenas 10 pavos en la FNAC. La portada es un foto-montaje poco conseguido (Chet mirando para California y Bill para North Caroline), pero el contenido es una invitación para desear que llueva toda la tarde y no salir de casa. Jazz de babucha, en el mejor sentido de la palabra.
Se acabó lo que se daba. Por cierto, la primera vez que escuché el verso del bueno de Thomas Stearns Eliot fue en una canción de Danza Invisible: “El fin del verano”. Parece mentira.
De p.m., buen Manolo! Ayer mismo iba yo caminando por parecidos escenarios pero al son del "Moanin'" de Art Blakey. Y perdona que siga con la comida de porra, pero es que me encanta T.S. Eliot y "Abril es el mes más cruel" es uno de mis versos favoritos... ;)
ResponderEliminar