Temprano, con la tregua mendaz y endiablada que da el calor en la City, bajé a solazarme con la vida contemporánea de mis vecinos. Anduve por el centro, al que tímidamente se iban incorporando sumisas almas en busca de la ganga matinal. El deseo de hacerme con algunos títulos que me vayan haciendo más llevadero el verano (recuerdo a mis fritangas que el accidente me ha dejado de momento una periartritis escapulohumeral que no me permite escapar en coche del Infierno ni cargar maletas en aeroplanos low cost) me llevó hacia uno (quizás el único) de los grandes y suntuosos palacios del consumo cultural en la ciudad: la FNAC. Me llamó la atención que en la puerta se reunieran talluditos seres para hacer cola a esas horas. Como una de las otras puertas estaba libre, me adentré por ella en busca de una justificación a tanto revuelo. Lo que vi me pareció una prueba irrefutable, como diría mi añorado amigo J.M., de que el mundo va a desaparecer, por expresarnos en términos apocalípticos, cuando lo que realmente está pasando es que vivimos en una franca e imparable decadencia.
¡Atención!, ¡foco!: un trono confeccionado con armas blancas de diferentes tamaños y facturas sobre una tarima; un fondo oscuro sobre el que se había serigrafiado “Juego de tronos”; y una enorme espada que era entregada por el “rey” o la “reina” depuesta con una sonrisa cómplice al nuevo heredero, debido la impaciencia de éste último. Me fijé en los que componían el pelotón entusiasta y me asombré de que todos frisaran la treintena o la cuarentena, en el peor de los casos, lo cual me hizo pensar en la tesis de Pascal Bruckner acerca de la incuestionable archipresencia del juvenilismo en nuestras sociedades, aunque tal vez fuera más apropiado hablar directamente de infantilización. Esto es simplemente uno de los polos visibles que no deja ver el otro extremo, enterrado conscientemente por los más versátiles y mistificadores programadores del life style actual: me refiero a la absoluta desaparición de la vejez y de la muerte en nuestra querida época.
Aproveché mi anonimato (ninguno le quitaba ojo a la Excalibur) para intentar sacar conclusiones al respecto. Observé que, tanto tipos como tipas, tenían unas dimensiones abdominales que denotaban la ingesta masiva de croquetas suministradas, muy probablemente, por madres amantísimas en habitaciones mal ventiladas y decoradas con cachivaches roleros y diverso material electrónico. Supongo que tales madres se sentirían orgullosas de ver a sus adultescentes bizquear con un sable en la mano. Yo no, claro. Movido no sé si por la pena o por la vergüenza ajena, me subí a la librería y adquirí unos volúmenes de mi agrado. Cuando bajé, la cosa estaba más animada si cabe. Una chica de casi treinta años simulaba cortarle la cabeza a su amado, de rodillas en el suelo. Ambos posaban ante la cámara de un gordo aperillado que hacía las veces de fotógrafo del grupo de amigos.
En fin. He de admitir que la mirada más inteligente con la que me he topado esta mañana ha sido la de la vigilante. Puro humo. Le dijo al que me cobraba que a ella esto no le iba; que lo suyo eran los zombis. El cajero tuvo la sana ocurrencia de preguntarme si yo no había visto Juego de tronos. Ante mi negativa me dijo que estaba ¡superrrrrr!. Le sonreí preguntándome si no se había dado cuenta de que el que esto escribe llevaba en la bolsa una novela de Henry James, otra de Banville y un disco de Lee Morgan, mundos distantes por unas cuantas galaxias de por medio. Volví a casa abstraído en mis pensamientos. Pasé por la peluquería y decidí, con casi 40 años, retornar yo también a la niñez más extrema, casi como la de un bebé. Para vuestra información, me he afeitado la cabeza cual Marlon Brando en Apocalipsis Now. Esto es a lo más que puedo llegar.
Ja, ja, ja! Buen Fritanga, igual nos hubiésemos encontrado ayer, yo también estuve por la tarde por esos andurriales y me quedé estupefacto ante el fervor que vuelven a suscitar las espadas y los tronos. Estos son los que van luego a las manifas con la bandera republicana.
ResponderEliminarVivan las caenas (de TV)!
Y yo que me creía que ibas a escribir sobre el "lider" de la oposición municipal. Un sesudo análisis político...
ResponderEliminarMuy agudo, Javier.
ResponderEliminarY luego vienen las despedidas de soltero con orejas de conejita, adultescentes, como tú los llamas, en Disneyworld flipando con la cursi Blancanieves mileurista, viedojuegos en la sala de espera del dermatólogo, madres bailando entre el público en la actuación fin de curso de sus hijos, padres que se encaran con el árbitro del partido que su hijo de 8 años juega contra el pueblo vecino y, en fin, Jack Sparrow para cuarentones.
ResponderEliminarMe siento viejo, fritanguita.