Javi es un joven que trabaja de ayudante en la frutería donde hago la compra. El pollo rondará los veinte años y de vez en cuando me trae noticias de su parte del mundo. Javi me cuenta de primera mano el fin de semana en una discoteca de Punta Umbría: Live. El muchacho entre risas me muestra un vídeo de un enano que se trepa a una estructura metálica haciendo figuras entre gimnásticas y obscenas. El atuendo es una capa, un tanga y un sombrero cordobés, todo ello lleno de lentejuelas plateadas. Javi narra: “Esto está de moda en todas las discotecas. Los enanos están muy solicitados para estas cosas”. Me sigue enseñando documentos del enanismo discotequero en España: uno vestido de Spiderman dando de beber a morro a la gente (ya bebida); otro deslizándose por una tirolina mientras el personal grita y se ríe abajo; otro más siendo paseado por cuatro del “staff” en parihuela dentro de una especie de caja; uno cogiendo paquetes, culos… “Es superguay”, dice mi confidente. “La gente lo flipa con los enanos”.
Al tiempo que veo y escucho el relato, mi cabeza empieza a cavilar y me pregunto el por qué de todo esto. Javi defiende que, si ellos quieren hacerlo, es una forma de ganarse la vida como otra cualquiera (“como la de una stripper”, se apresura a decir). El caso es que las personas con acondroplasia pocas veces son dignificadas por el “show business”, a menos que se les dé la oportunidad de mostrar algún talento. Son meros muñecos para la mofa de los que acuden a estos garitos. Objetos mudos que son a veces raptados por algún borracho para montárselos sobre los hombros y bailar con él encima (Javi dixit). Mudos, disfrazados, mediatizados por un instrumental de circo (poleas, tirolinas, catapultas…), son expuestos a un ambiente que abusa de ellos. El enano siempre será el enano.
Como ven, el feísmo (del que ya hablamos en una fritanga anterior) busca siempre sus manifestaciones. Parece que las playas son el lugar idóneo para tal cosa. Vigilen, pues sus formas son muchas y, a veces, la atención poca. Denuncien, aunque sea a su propio yo, lo que ocurre a nuestro alrededor y mata todo lo poco bello que nos queda. Y sigan yendo a la playa, por favor.
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