Para Jaime Canales Pedrosa, que llena el mundo con su pequeña presencia desde hace unos cuantos soles.
Atlántico frío y abisal de la Costa da Morte. Pasamos una giornatta en la compañía de amigos que nos abrieron el horizonte del verano. Una casa tradicional habilitada para la buena conversación y el sondeo de los corazones de gente nueva. Xavier, tras la cena a pie de la lareira testimonial y centenaria –como un animal añoso alimentado por mil fuegos y mil historias–, despliega sobre la mesa de la cocina un numeroso aparato de pequeñas cajitas que contienen los pecios de quince días en aquel remoto lugar: caparazones, conchas, cristales lamidos por el mar y el tiempo, etc. Un tesoro mágico al que él añade la pasión del malacólogo amateur que presenta ante los ojos de un público entregado la geometría perfecta de la Naturaleza. Habla del número áureo, de especies marinas y de la armónica inquietud que ha llevado a sus hijos Nuno y Duarte y a su mujer Marta a recorrer la playa de Carnota a la búsqueda de tales joyas. La familia se completa con Saha, una nena saharaui acogida hace apenas una semana que nos alumbra estos días ya soleados de por sí. Una pequeña morena de 3 años, con el pelo furioso recogido en una cola florida, nos ha enloquecido a todos con su media lengua farfullando un idioma que ninguno conocemos y que ella habla con una especial gracia infantil.
Le digo a Xavier y a Marta, ya cuando todo el mundo duerme, que la pasión con la que han desgranado sus conocimientos del mundo marino latente en las orillas atlánticas puede que les salve la vida a sus hijos. La sensibilidad ante la realidad circundante es un milagro al que todas las personas estamos expuestas, pero que no siempre vemos. A veces pienso que a mí me salvó la vida un disco de Benny Goodman en edición de quiosco que mi padre ponía los fines de semana y un ejemplar de Campos de Castilla que mi madre le regaló cuando eran jóvenes. A mis fritangas papás y mamás les pediría que observaran el cielo nocturno, que aguzaran el oído cuando descubran el trino de un pájaro, que repten por la hierba en busca de animales fabulosos y desconocidos, que canten y bailen, etc. Aconsejable sería que todo ello fuera llevado a cabo de la mano de sus hijos. Como sus progenitores, serán grandes personas.