miércoles, 17 de noviembre de 2021

La alegría que se fue

 


Esta foto es prestada. Me la pasa mi mujer y ella misma me hace reflexionar sobre la imagen. Se trata de su colegio, el López Ferreiro en Compostela a principios de los 80. Me llama la atención sobre la interrelación de los que aparecen. Ahí mismo, visible por su naturalidad, está la alegría del movimiento, de la búsqueda, de la pose, del cachondeo. A pesar de lo limitado del patio, de la escasez de mobiliario, del eterno suelo mojado de Santiago en invierno, todos los que aparecen tienen algo que decirse, se tocan, maquinan, se putean, pero todo hilado con el fino hilo de lo que está vivo. He de suponer que cualquiera de los que pasáis por aquí podríais remover el cajón de las fotos familiares y encontrar escenas similares. Hace unos años serían meras fotografías de patios de colegio; hoy son un testimonio social de gran valor por lo que tiene de elemento comparativo con lo que se puede ver hoy día en estos mismos patios.

Hace un par de días, compartí con mis compañeros las reflexiones que siguen en torno a este problema que en nuestro centro de trabajo (y en tantos otros) está dando lugar a un cambio en las relaciones entre los estudiantes, entre estos y el mundo que les rodea, entre ellos mismos y su capacidad para estudiar. Las comparto aquí con ustedes por si son de valor para abrir el debate, que era lo que yo deseaba cuando las envié. Solo he recibido algún “cuánta razón tienes” y demasiados “mutis”. Ahí lo dejo:

Estas líneas que siguen son un intento de compartir una reflexión en “voz alta” con aquellas personas que se planteen la conveniencia o no de la presencia de los móviles en nuestro centro. En estos puntos me remito a lo observado directamente durante los años que llevo trabajando en este lugar. No trato de convencer a nadie de nada. El fin es abrir una línea de reflexión personal en cada uno y, si se desea, verterla en un debate más general. En estos ocho puntos desgrano qué puede llegar a suponer o supone para nuestros estudiantes (y para  el Claustro) el uso continuado de teléfonos móviles en el espacio donde desarrollamos nuestro trabajo:

Supone un foco de desatención y desconcentración: el joven pierde dos de los pilares básicos para la comprensión del mundo: la atención para ver qué ocurre y la concentración para profundizar en ello. La mera presencia del móvil entre clase y clase no les permite tener un tiempo de relajación real. No hay un ritmo saludable cuando no se respeta el binomio tensión-distensión. Por ello, la vuelta a clase está llena de “ruido”, el cual es letal para que atiendan a nuestra explicaciones con una presencia real.

Es un elemento des-sociabilizador: los estudiantes no tienen una relación directa con sus iguales. Es la tecnología la que crea el aparente vínculo entre los jóvenes, pero se pierde todo lo humano que rodea al mensaje y, en este trance, llegan los malentendidos (ambigüedades, dobles sentidos, etc.) que luego se traducen en el epicentro del conflicto que pueda surgir entre ellos.

Resulta un elemento de conflicto y desestabilización emocional en el ámbito escolar, convirtiéndose en un arma que complica las relaciones con mensajes innecesarios entre clase y clase, con la circulación de contenido inapropiado para su edad y desarrollo, o con fotos y vídeos que se graban con o sin el consentimiento de la persona grabada.

Da lugar a un paulatino desgaste de la voluntad de trabajo: todo se deja para el móvil. Por ejemplo, la búsqueda de palabras, con la consecuente desaparición del diccionario y de la posibilidad del descubrimiento personal; la pérdida del cálculo mental en operaciones matemáticas básicas; o, por citar otra circunstancia, la casi anulación de la escritura manual en el hecho de, por ejemplo, apuntar las tareas para casa.

Propicia la vida nerviosa, haciendo caer a algunos en un bucle de dependencia del aparato y de sustancias que les facilite tener (aunque sea a destiempo) un ciclo circadiano adecuado. El consumo de melatonina para conciliar el sueño es cada vez más frecuente entre nuestros jóvenes. Por contra, se abusa de las bebidas energéticas cuando no se puede tirar del cuerpo de día. Se puede observar el consumo de estas últimas en el propio patio. Esto provoca un emparejamiento nada saludable sobre el organismo humano de sustancias que se encuentran en polos opuestos de acción.

Da lugar a la creación del “yogui tecnológico”: jóvenes que en el patio se cruzan de piernas en el suelo. Encorvados y con el móvil entre las mismas, comen solos, sin apenas percatarse de lo que ocurre a su alrededor y sin que haya un encuentro humano directo y veraz. El “yogui tecnológico” busca escapar de un aburrimiento que él mismo crea por ausencia de relaciones entre iguales. Todo es un trabajo por llenar una vida vacía porque no hay vínculos con la parte humana de su existencia.

Crea individuos endebles en el carácter: la continua relación con lo superficial y lo meramente emocional produce seres de carácter vulnerable, dependientes de un “like” para seguir contentos durante el resto del día. Se corre el peligro de que se pierda la perspectiva que permite diferenciar lo importante, lo trascendental, de lo superficial.

El volumen de lo que llega a través del móvil aparece sin estructura, sin orden, sin dosificación, sin jerarquía. Todo vale y tiene la misma importancia. El discurso roto y falto de esa estructura también dificulta la construcción de planteamientos claros a la hora de abordar un examen o de buscar soluciones a un problema.

Supongo que podríamos sumar algunos puntos más al respecto. Lo dejo aquí con la esperanza de que sirvan para lo dicho más arriba. Un “centro libre de móviles” (tal como se estableció a nivel nacional ese ya tan olvidado lema de “espacios libres de humo”) facilitaría nuestro trabajo y crearía un centro escolar diferente en muchos aspectos: más humano y más centrado. Por otro lado, se podría destacar la urgencia que tiene todo esto para la consecución de una generación de jóvenes que aborden sus paulatinos hitos vitales con madurez y reflexión. Tenemos una obligación para con ellos en lo referente a su educación y a su formación como individuos. Creo que todo lo expuesto arriba va en esa dirección.

Muchas gracias por la atención prestada.
Un cordial saludo
 


4 comentarios:

  1. Hubo un tiempo que estaba terminantemente prohibido e incluso se confiscaba el móvil si se "pillaba" in fraganti al alumno usándolo ¿era así, no?
    ¿Cómo se ha relajado esa medida?
    Como ya comenté también a otro artículo tuyo es una medida imprescindible. Como sigamos entrando en la trampa de "deben aprender a usarlo, no podemos vivir de espaldas a esta realidad, todos lo tiene" vamos a dejar de lado la responsabilidad de preservar el espacio educativo de semejantes injerencias. ¿Se permiten carnés de conducir a chavales de 14 años, servir bebidas alcohólicas en los institutos, vender tabaco, y últimamente la venta de repostería industrial? De manera que protegemos a los chavales del consumo de alcohol, tabaco y grasas polisaturadas pero no del panorama que has descrito.
    Al empezar a leerte, honestamente, no daba crédito ¿que los alumnos pueden entre clase y clase abiertamente usar el móvil? ¿Que pueden usarlo sin más en los recreos? No imaginaba que las cosas estuvieran ya así. Si los padres queremos que lleven el móvil al colegio (este miedo/prudencia de no localizarlos de camino o de vuelta a casa) al entrar modo avión hasta la salida.
    Pero no es tan sencillo. Me dicen mis hijos que algunos profesores en ciertas asignaturas les dicen que los saquen para consultas, una actividad, una foto...
    Me encanta el eslogan "centro libre de móviles" como la cafetería de Luke Danes de las chicas Gilmore

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  2. Resistir como si fuera una aldea gala. No queda otra. En mi Centro aún se confiscan los móviles a los alumnos que los usan, aunque caigamos en constante contradicción los docentes. Mantengamos los centros escolares como uno de los últimos bastiones sin pantallas aislantes y donde todavía puede reinar la palabra como forma de comunicación. Nos va mucho en ello.
    Cuando se vuelva a discutir en nuestro Claustro sobre la conveniencia del uso de los móviles, recurriré, con tu permiso, a tu sabio octálogo.
    Un saludo.

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  3. Ni puñetera falta hacen los móviles en los centros en manos del alumnado.

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