martes, 2 de noviembre de 2021

La belleza del mundo

 


En cierta ocasión, hace ya muchos años, la enamorada de un lector de estas fritangas le preguntó, tras la insistencia de su amado en que frecuentara aquellos escritos míos, que dónde, entre tanta palabrería, se encontraba la felicidad. Por aquel entonces, sabedor de que aquella musa no disfrutaba de mi acidez ni de los guiños culturetas, no le di importancia. Al correr de los años y de regreso a estas páginas, me doy cuenta de que, si por aquel entonces lo que escribía pudiera ser fruto de una pose descreída y algo desdeñosa ante la vida, ahora no puedo dejar de pensar que todo lo que ahora logro dar a estas líneas se nutre de la constatación de que la desaparición paulatina pero visible de la belleza del mundo es un hecho.

Unos días en El Rincón de la Victoria durante el fin de semana largo de “Todos los santos” (nada que ver con la proto-carnavalera y incomprensiblemente ubicua fiesta de Halloween) me bastó para retomar las tan poco felices postales de la decadencia humana. Desde el jardín de la casa se divisaba  diariamente cómo salían y entraban cruceros en el puerto de Málaga. Las ciudades costeras tienen otro frente abierto además del de la entrada aérea de turistas. El lunes por la tarde había atracados tres de estos monstruos. Doce mil individuos salidos de la espuma del mar se paseaban por las calles junto a los paridos por el vientre de las compañías aéreas “low cost”. 


Por otro lado, me topé con que la famosa empresa constructora Aedas Homes (propiedad del grupo de inversión norteamericano Castlelake que, como ya conté en su momento, se dedicó en el 2012 a comprar suelo español) también había hecho su aparición en la costa malagueña. En la autopista que bordea el Mar Mediterráneo a la altura de la Costa Azul se puede observar, con unas cuantas décadas de anticipación, de qué manera trabaja la especulación inmobiliaria sobre las laderas escarpadas que miran al Mare Nostrum. Las nuevas técnicas constructivas (de aceleración) y la escasa sensibilidad hacia el paisaje y la sostenibilidad del territorio están produciendo nuevas urbanizaciones que se ocuparán por muchos de estos nuevos vecinos que necesitan una segunda vivienda, aunque solo sea para un mes. Como muestran las fotos, no falta la oficina de venta de “diseny” y las banderolas épicas ondeando en las lomas vírgenes que pronto serán pasto del hormigón.




A pesar de todo ello (ahora pongo un poco de color, por complacer a la musa de la felicidad en el improbable caso de que siga visitando este bar), la alegría del mar (con sus microplásticos, su desechos, su estelas de carburantes, sus muertos vergonzantes, etc.) surge en otoño de forma portentosa. Liberado de las masas tatuadas y autocomplacientes, de la música mala amplificada o de las boquillas de los cigarrillos que se abandonan distraídamente, el mar luce con majestuosidad homérica

 No olviden contarles cuentos a sus hijos de cuando las montañas y el mar estaban limpios de la estupidez humana y el mundo era otro. Tal vez oírlo les haga pensar que volver a algo parecido (aunque sea una mera ilusión) es posible.




1 comentario:

  1. Pues sí, la belleza del mundo desaparece y cada vez es más difícil darse cuenta que está ocurriendo. Gracias Manolo por advertirlo y que le den a la musa.




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