“A mi prima la reforma del piso le ha quedado chulísima: cocina americana, salón amplio y con luz natural…”, suelta por el teléfono un tipo cuarentón de dos metros de altura que me cruzo a la entrada de donde vivimos. “Dile que necesitas los muebles pronto; que, una vez terminen los pintores, tienes que montar tu nueva casa”. Esto otro lo cuenta una señora en el metro mientras habla por el móvil. La gente reforma pisos, lo fotografía, lo cuenta y lo cuelga (supongo). En la sala de espera del fisioterapeuta (fascitis plantar desde hace más de medio año; uno se hace viejo), una mujer española, de unos cuarenta años y traje de chaqueta de espiguilla gris, se sienta delante de mis narices, coloca el teléfono junto a la boca en modo tostada y comienza a hablar en inglés. Buen acento, decisión, un toque exhibicionista. Yo suspendo la atención sobre la mesa central y espero con la mirada perdida a que termine de contarle a quien sea cómo está el tiempo en Sevilla.
Me pregunto si no habrá una conquista silenciosa de los maleducados, de los que no respetan los espacios comunes (salas de espera, los vados, las zonas de carga y descarga, los vagones de tren…). Son, poco a poco, legión. La vida urbana muestra estas cosas con más claridad. “Yo sé quién soy “, dice don Quijote oponiéndose a todo juicio de valor sobre su locura. No puede entrar el mundo a través de esa rotunda afirmación. A cada paso, como una oración, tal vez haya que susurrarlo para no sucumbir a estos gestos cada vez más numerosos.
De vuelta a casa, basta un segundo de la visión del río y la rotundidad de la luna para pensar que aún hay esperanza. Mi amiga Lena Heckendorn me envía esta foto desde Noruega, pues la belleza, afortunadamente, tampoco descansa para los que la buscan. Que descansen. Seguimos.
Ya decía yo que no era Camas desde la cornisa del Aljarafe...
ResponderEliminarHay belleza a raudales , menos mal
ResponderEliminarConcluyo pues que ir al fisio en metro te ayuda, no solo a mover el esqueleto, sino a mover tu masa “escritoencefálica” jejeje sacando partido literario hasta de los ruidosos e insoportables conquistadores de la calle. ;-)
ResponderEliminarAsí es, Cristina. "El amor está debajo de las piedras", que cantaba Lapido.
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