Dos semanas mal contadas he tardado en darme cuenta (demasiado tiempo) de que había vuelto a caer de nuevo en la Trampa Azul. Con ganas de reingresar en la arena de la escritura de los días, decidí reaparecer en este medio, del cual todos tenemos (espero) serias certezas (las dudas las dejamos para los optimista) de que pone en jaque alguna cosilla sin importancia tal como la ciudadela de nuestra intimidad.
Facebook me crea ansiedad por el hecho de que nunca deja de transmitir, de que siempre hay gente que te habla, de que se espera una respuesta… Luego está el trajín continuo de la publicidad algorítmica que conoce hasta la frecuencia del pestañeo de nuestros ojos. Escaparate de lo íntimo, del éxito mostrado (lo feo va bajo la alfombra, que ya es el único lugar donde se resguarda la última intimidad que nos queda) o de la queja colmillera a veces. En el lado de la cultura, observo con bochorno cómo algunos introducen en sus “estados” nombres de nombres que a su vez se verán obligados a contestar o, al menos, responder con el mismo guante, convirtiendo todo en una cadena de favores que se fagocitan incansablemente. Al final, todo es contenido gratuito para engordar la máquina de mister Zuckerberg, que engendró este periódico de la microactulidad para disfrute de todos, en sustitución a la observación directa (sin filtro y con criterio propio) de lo que pasa en el mundo cercano.
Por todo ello, me voy. En estas dos semanas he escrito mis reflexiones en torno a la paternidad, la educación, la tecnología en la adolescencia, trufado todo ello con algún poemilla de circunstancia que me vino en su momento. Como Muñoz Molina (y tantos otros), también llevé un diario del confinamiento que quedará para mis hijos. Demasiado íntimo para entregarlo al mundo. El hecho de volver a escribir en Pura fritanga ha despertado en mí algo que llevaba tiempo dormido y que no es otra cosa que el hecho de preguntarle a la realidad qué demonios es y, además, poder plasmarlo en un papel o en la pantalla. Sé de mucha gente que ha celebrado la vuelta. A ellos y algún despistado que se halle por ahí les digo que seguiré escribiendo en el blog, pero no lo enlazaré en facebook. Si alguien quiere leer estas historias de vez en cuando, allí las encontrará como testimonio de vida y de vigilancia costera continua. Prefiero tomarme una cerveza o dar un paseo con el que guste de estas sanas costumbres y que nos contemos la vida sin máquina mediante. En Pura fritanga me siento más libre y aquel que quiera iniciar una conversación allí tendremos más tranquilidad. Un abrazo y suerte.
http://purafritanga.blogspot.com/
Joder, Manolo, tenía en el olvido tu blog. Afortunadamente, una cita de Muñoz Molina calificando los pregones como «prosa de fritanga» me lo recordó. Una gozada volver a leerte (de una sentada he leído cinco o seis).
ResponderEliminarUn fuerte abrazo de Antonio Camacho.
Me alegra mucho saber que andas por aquí, querido Antonio. Un fuerte abrazo.
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