No es fácil acariciar las sombras que deja el día
cuando se ha marchado sin apenas dinamita.
Una voz allí, un rostro más allá: inconstantes
gestos amalgamados para dar forma a la nada.
A veces sucede que la velocidad se traga
la única verdad que nos ensancha el alma,
que no es otra que pasar la tarde contigo
bogando sin descanso en el juego de los niños,
felices de hallar una isla
que nos salve de pantallas y rutinas.
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