La madera ha comenzado a contraerse
antes de que los primeros copos
toquen su corteza llena de musgo seco.
El ciego silencio del bosque
emite un sonido sordo de inapreciables crujidos.
Cuando la nieve no está aún hollada,
a la espera de que algún animal hambriento
la ensucie en la búsqueda de un bocado,
tú duermes.
Tu piel también se contrae con el frío.
No conozco su tacto, pero lo siento.
La imagino recorrida por el agua y el deseo,
sujeta por la ropa invernal
con la que saldrás afuera
a husmear la mañana antes de ir al trabajo.
Hay quienes codician el verano
arropados en el recuerdo del sol reverberando en el mar.
Hay quien añora la posibilidad de una isla distante.
Hay quien, en las noches de invierno,
cruza la calle e intenta apagar la luz de las farolas
antes de volver a la cama.
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